Alice y Antonieta salieron juntas de compras, como eran compras de chicas ni Roberto ni Rafael quisieron acompañarlas.
—¿Qué ocurre señorita Verbinder? -pregunta Antonieta al ver que Alice se oculta detrás de una pared.
—Guarda silencio querida.
Alice había reconocido a dos hombres, su vestimenta los delataba que pertenecían a Uberdruss.
—Las cosas han salido bien -se escucha la voz de uno de los hombres extraños.
—Así es, espero nos manden otro trabajo. La paga no estuvo nada mal.
—¿Crees que el consejo sospeche algo?
—Para nada, ellos no saben dónde están parados.
—¿Quiénes son ellos señorita Verbinder? -le susurra Antonieta.
—Será mejor alejarnos, no parecen gente buena. Vámonos rápido -le contesta Alice.
Las dos se van rápido a la casa.
Rafael ve que Alice está nerviosa y le pregunta si está bien. Ella le cuenta de los hombres extraños que vio.
—Al parecer pertenecen o ayudan al Holocausto. Es un grupo que se hace llamar así y están en contra de crear Uberdruss 2 -le dice Alice a Rafael.
—¿Y por qué? Sería bueno que hubiera otro.
—Pero a ellos no les parece bien. Han causado muchos disturbios y según se cree, ellos son los causantes de la serie de ataques que han ocurrido recientemente.
—Ellos son los malos.
—Se podría decir que sí -contesta ella.
—Hay que arrestarlos.
—No se puede así.
—¿Por qué? -pregunta Rafael sin entender. En las películas los malos eran arrestados y todo se solucionaba.
—Se necesitan pruebas que los incrimine y no se sabe quien es el líder de ese grupo.
—¿Y cómo se consiguen las pruebas?
—Sería muy difícil. Ellos se han encargado de todo muy bien y no han dejado ninguna prueba -responde Alice con tristeza.
—¿Y nosotros no lo podemos conseguir?
—Nosotros no somos ningunos detectives. Si los policías de Uberdruss no han podido encontrar entonces nosotros tampoco podremos.
—Pero en la televisión los protagonistas siempre pueden hacer lo que los otros no pudieron -dice Rafael.
—Las películas no son igual que la vida real querido.
—Pero podríamos intentarlo.
—Es muy peligroso, es mejor que nos quedemos al margen de todo esto -le dice Alice. No pensaba involucrar a un niño en todo ese peligroso asunto.
—Si usted lo dice señorita Verbinder.
Alice estuvo todo el día pensando hasta que tomó una decisión. Esperó a que llegara Rogelio del trabajo para hablar con él.
—Señor Rogelio ¿Me permite hablar con usted?
—Por supuesto, señorita Verbinder y ya le he dicho que n sea tan formal conmigo -le contesta Rogelio.
—Lamentablemente, tengo que informarle que voy a renunciar.
—¿Renunciar? ¿No se siente cómoda en mi casa? ¿o es que mis hijos se han comportado mal?
—No es nada de eso, es algo personal -responde Alice- Tengo que volver a mi hogar por una emergencia. Lamento mucho tener que irme así.
—Yo también lo lamento. Mis hijos se han encariñado mucho con usted.
—Y yo con ellos.
—Le deseo lo mejor, señorita Verbinder y espero que pueda resolver su emergencia personal -dice Rogelio muy amable.
—Es lo que más espero.
Alice se retira a su habitación a empacar sus cosas. Iba a extrañar ese lugar y a la familia Campos. Ellos se volvieron parte de su familia en esos meses conviviendo juntos, pero no podía seguir allí.
El Holocausto la seguía y la familia Campos podría terminar lastimados por su culpa y ella no se perdonaría que eso sucediera. La mejor opción era regresar a Uberdruss con la vigilancia de los guardaespaldas.
Rogelio decide comentarles la situación a sus hijos para que no les agarre por sorpresa la noticia.
—¿Cómo que la señorita Verbinder se va? -pregunta Antonieta sorprendida.
—Es nuestra niñera no se puede ir -dice Roberto.
—¿Quién nos cuidará? -pregunta Rafael con tristeza.
—Si n o quieren quedarse solos podemos conseguir a otra niñera -les dice Rogelio.
—No será lo mismo.
—Sé que quieren mucho a la señorita Verbinder, pero ella tiene una emergencia familiar y tiene que irse.
—Pero ¿Volverá? -pregunta Roberto.
—Lo más probable es que no regrese. Ni ella misma lo sabe.
—Eso es injusto, ella prometió verme en el partido de futbol del mes que viene.
—Ella no tiene la culpa, las emergencias pasan de repente -contesta Rogelio.
—Tenemos que hacerle una buena despedida, por haber sido una buena niñera -dice Antonieta.
—Sí, se lo merece -contesta Rafael.
—Estoy de acuerdo en eso -responde Rogelio.