—Deja el misterio, Alecto ¿Quién es el culpable? -le pregunta Kelder desesperado.
—Antes de decirlo quiero saber ¿Qué es lo que me ofrecen a cambio de esta valiosa información?
—¿Estás pidiendo dinero? ¿No vez que esto que afecta a ti también?
—Estoy arriesgando mi arrugado pellejo en esto. Debo obtener algo a cambio -responde la duende.
—Los duendes siempre queriendo obtener algo de cualquier situación -dice Alice.
—Un buen trato, eso es lo que pido.
—¿Qué es exactamente lo que quieres? -le contesta Kelder.
—Parece que ya hablamos el mismo idioma -dice Alecto con una sonrisa.
—Deja de darle tantas vueltas al asunto y habla claro -se queja Alice.
—Bien, en primer lugar, deseo recuperar mi tienda.
—Me parece justo -contesta Kelder.
—Además de una buena compensación monetaria. Necesito cubrir los gastos de ciertas perdidas que fueron llevadas a cabo durante este tiempo -comenta Alecto.
—¿Cuánto quieres?
—Unos tres millones de Geneas.
—¿Tres millones? Eso es demasiado -se exalta Alice.
—Mi información lo vale.
—Te estas aprovechando de la situación, Alecto.
—Los mejores tratos se realizan en circunstancias extremas -responde Alecto.
—Eres una estafadora.
—¡Basta Alice! Si y tu información es completa se te dará lo que pides -interrumpe Kelder.
—Antes de hablar lo quiero por escrito -ordena Alecto que no confiaba nunca en la palabra.
—¿Piensas que te estamos engañando?
—Es mejor prevenir que lamentar. Un duende no realiza ningún trato sin ninguna garantía.
—¡TRAMPOSA! -le grita Alice.
—¡Alice! ¡Cálmate! -la regaña Kelder.
—No tienen a nadie a quien acudir -dice Alecto.
—De acuerdo, se hará el contrato.
—Me alegro que hayamos llegado a un acuerdo.
—¿Acuerdo? Esto es un chantaje -dice Alice.
—Alice, debes entender, negocios son negocios.
Le preguntaron asuntos pendientes todos los detalles que ella ya sabía desde hace algún tiempo, pero no había querido revelar.
Y ella le entregó todas las pruebas, ya no había duda de quién era el responsable de todo.
—Yo nunca esperé que él fuera el que está conduciendo todo este caos -dice Kelder, todavía sin poder creerlo.
—La ambición es un sentimiento demasiado poderoso -responde Alice.
—Pero lo conozco desde hace años ¿Cómo es que no pude darme cuenta de nada? Ni siquiera se me pasó por la cabeza de que él tuviera algo que ver con el Holocausto.
—Relájate amor. Tienes que pensar en lo que vas a hacer.
—Tienes razón. Debo arreglar todo para capturarlo sin que a él le dé tiempo para escapar -dice Kelder decidido.
Kelder se aleja.
Alice se acerca otra vez a Aranza, pero no le cuenta nada de lo que sucedió. Todo debía permanecer en secreto hasta que capturen al líder del Holocausto, así se lo prometió a Kelder.
Alice pudo observar a Nabeth que hablaba con Wischun y le vino otra vez el rencor que tenía desde el pasado.
Ya Aranza estaba obstinada de las quejas de Alice.
—Ya basta Alice. Me tienes harta con ese rencor que sientes por los brujos por una tontería.
—¿Una tontería? -se molesta Alice.
—Sí, es una tontería porque Nabeth no tiene la culpa.
—Ella era mi amiga, tenía que decirme…
—No se pueden revelar los secretos del clan no importa lo que suceda. Ella intentó ayudarte, pero no pudo -le respondió Aranza.
—Si me lo hubiera dicho me habría ayudado.
—Deja la terquedad. Sabes muy bien que esas son promesas inquebrantables. Así que deja ese rencor estúpido y compórtate como una mujer madura y entiende la situación. Nabeth nunca te engañó.
—¿Estás de su lado? -pregunta Alice.
—No estoy del lado de nadie porque no hay ningún lado. Tú sola has creado un problema en donde no lo hay.
—Pero…
—¡Pero nada! Ahora mismo vas a hablar con Nabeth y solucionaras las cosas con ella, ya mismo -ordena Aranza.
—Pero…
—¡Ahora dije!
Alice se acerca a Nabeth.
—Debo hablar contigo -dice Alice en voz baja sin mirarle a los ojos.
—¿Conmigo? Esa si es una sorpresa.
—Vamos a la otra habitación para conversar en privado.
—De acuerdo ¿y de que quieres hablar? Te has pasado años ignorándome -responde Nabeth.
—Aranza me pidió que hablara contigo y arreglara las cosas porque según ella la equivocada soy yo.
—¿Y sigues pensando que estas en lo correcto?
—Si hubiera sabido la verdad me hubiera ahorrado ciertos problemas -responde Alice.
—Pero un clan nunca se debe traicionar. Quizás no entiendas la importancia de un clan porque no perteneces a ninguno, pero para nosotros los brujos es muy importante.
—Yo… puede ser que si me haya equivocado un poco.
—¿Un poco? -pregunta Nabeth.
—No me interrumpas. Me está costando aclarar todo esto.
—Continua.
—Y quizás no debí echarte toda la culpa sobre lo que sucedió -Alice sabía que había exagerado, pero no le gustaba reconocer que se equivocó.
—¿Te estas disculpando conmigo?
—Efectivamente.
—Me alegro saber que has pensado bien, aunque te tomó muchos años para darte cuenta de la verdad, pero te perdono -le responde Nabeth.
—¿Tú me perdonas? Tú eres la que debería pedirme perdón a mí.
—¿Empezarás de nuevo con lo mismo?
—No, lo siento -se disculpa Alice.
—Te pido perdón por no haber podido ayudarte, aunque no tenía forma alguna para hacerlo.
—Yo también te perdono.
—¿Dejarás el rencor hacia mí y hacia los brujos? -pregunta Nabeth.
—Efectivamente -responde Alice y se le ocurrió una idea- Tú conoces a mucha gente en Uberdruss. Podrías averiguarme si esta persona vivió por aquí.
Alice le entrega una foto de la madre de Rafael, Antonieta y Roberto.