El secreto de Apolo

LVI

Apolo

No puedo creer lo que estoy escuchando, estoy seguro de que es la voz de mi madre, pero no importa que tanto la escuche es como si mi cerebro no lo asimilara.

—¿Cómo que mamá apareció aquí? —Escucho la voz de Athan a mis espaldas. Me vuelvo para encontrarme con su sorprendida mirada idéntica a la mia, no soy capaz de articular palabras de lo perplejo que estoy por lo que asiento.

Se acerca a mi lado, pero al momento que veo si intensión de irrumpir en la habitación lo detengo. Ninguno de nosotros había nunca escuchado hablar a nuestra madre de lo que sucedió para que todo haya pasado de la forma en que sucedió. De hecho, nunca supe el por qué nuestros padres se separaron, porque era evidente que el amor que se tenía era tan grande para que ninguno de los dos haya tenido una relación luego de su divorcio.

Siento que mi pecho se oprime al entender muchas cosas que nunca logré ver a través de la barrera que había puesto nuestra madre, nunca fui capaz de er su dolor, su preocupación, su cansancio. Sin embargo, al escucharla en este momento a mi mente vienen como huracán aquellos momentos dulces que tengo de recuerdo guardados en lo profundo de mi corazón, donde mi madre me veía con tanta dulzura antes de levantarme en sus brazos, o me cantaba con aquella voz que parecía ser de un angel. Esa era mi madre y es la misma que en este momento está hablando con la mujer de mi vida. Es la misma que en este momento está confesando todas sus equivocaciones, pero deja en claro una sola cosa, siempre hemos sido lo más importante en su vida.

En algún momento las lágrimas comienzan a salir sin que yo pueda hacer nada para contenerlas. Durante muchos años albergue mucho resentimiento hacía ella, mucha ira, hasta desprecio, pero siempre se mantenía el dolor en mi corazón cuando la añoraba, cuando necesitaba el poder contar con alguien, cuando la necesitaba a ella. El pecho me dolía cuando veía a otras madres y envidiaba lo que otros tenían. He añorado tanto a mi madre que en este momento nada más me importa. Ella se pudo haber equivocado tanto, pero en este momento no me interesa, lo único que quiero es tener, no… es darnos esa oportunidad.

—Deberías intentar hablar con ellos. Hacerlo de verdad —Escucho decir a Phoebe con su voz afectada, no necesito verla para saber que la confesión de mi madre le ha llegado de la misma manera que a nosotros.

Me vuelvo a ver a Athan a mi lado y descubro que en algún momento Neo también ha llegado con nosotros.

—Ellos no podrán perdonarme, del mismo modo que yo no puedo perdonarme. —La voz de mi madre se quiebra y no soy capaz de esperar un momento más.

Abro la puerta de golpe, por primera vez no busco a Phoebe con mi mirada, ahora solo tengo ojos para mi madre. Verla me impacta, no es la mujer fría y calculadora que he visto todos estos años, luce normal, un poco desarreglada para como es ella. Avanzo unos pasos, dudoso.

—Si dices eso, es porque en verdad no conoces a tus hijos —En cuanto lo digo algo se rompe dentro de mí. Lo siento, de la misma manera que siento como las lágrimas se vuelven incontrolables. Solo quiero a mi mamá.

Acorto el poco espacio que nos separa y la tomo en mis brazos y la estrecho con tanta fuerza que temo hacerle daño, pero no soy capaz de contenerme en este momento. El llanto de mi madre se vuelve más fuerte cuando corresponde mi abrazo, por un segundo dude en que lo hiciera, pero es indescriptible como me siente en este momento, todo por primera vez en toda mi maldita vida parece tan correcto y en su lugar.

Al poco tiempo siento unos brazos que se nos unen y de reojo veo a mis hermanos. Ambos tienen los ojos cerrados sintiendo lo mismo que yo. Mi madre me libera por un momento para abrazar a mis hermanos.

—Mi bonito —dice entre sollozos, acaricia la mejilla de Athan y observo como sus ojos se llenan de lágrimas mientras ella deposita un beso en su mejilla contraria. Se voltea a Neo— Mi consentido — y hace con él lo mismo que hizo con Athan momentos antes.

Neo aprovecha para darle otro abrazo, siempre fue el más sentimental de todos nosotros.

La mirada de mi madre se posa en mí. Y se acerca. Levanta su mano hasta mi rostro y soy capaz de ver su vulnerabilidad, todo aquello que tuvo contenido y guardado hasta ahora.

—Mi sol —escapa de sus labios. Había olvidado por completo que era esa la forma en la que me llamaba cuando era pequeño. Cuando sus labios se posan en mi mejilla no puedo evitar abrazarla una vez más. No tenía idea que la necesitaba tanto—. Ya todo está bien. No volveré a permitir que nada te lastime —dice mientras pasa su mano por mi cabello.

Nos separamos al cabo de unos momentos. Ella se voltea a verlos.

—No permitiré que nadie los lastime. A ninguno. Tendrán que pasar por mi cadáver para acercarse a ustedes…




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