El secreto de Apolo

II

Phoebe

Los Ángeles, 6 de diciembre del 2015

—Cariño, Adam pasó el fin de semana en casa ¿Por qué no viniste con él? — siento un ligero tono a reproche en su voz, mi querida madre, que en muchas ocasiones no entiende que mi agenda está copada por los próximos tres meses, y posiblemente en tres meses, serán seis. No tengo descanso.

—Ya te lo dije mamá, tengo cirugías y consultas programadas, además no puedo abandonar a mis pacientes e irme al otro lado del país — respondo con sinceridad, por no mencionar que quiero darme un largo respiro de la familia, pero eso me lo quedo para mí.

Escucho como suelta un suspiro.

—No deberías trabajar tanto, Adam bien puede mantenerlos a los dos — aquí vamos de nuevo, mamá no entiende que su adorado Adam, mi novio, no es más que eso y tal vez nunca lo sea, tenemos una bonita relación, muy civilizada, con pocas discusiones y muchos momentos de paz, pero no me veo con él, en el altar.

Hago una mueca y ruedo los ojos, por fortuna no está aquí para verme.

—Te lo he dicho cientos de veces mamá, no voy a depender de Adam, ni de ningún hombre. Me he ganado mi puesto, he podido comprarme mi propia casa y auto, y soy lo suficientemente capaz de mantenerme yo sola. Además amo mi trabajo — le escucho soltar una maldición, no me gusta decepcionarla o llevarle la contraria, siempre fui su hija perfecta, la obediente e inteligente, pero de un tiempo acá, quiero un poquito de libertad. Mi familia y Adam comienzan a asfixiarme.

—Está bien, pero haz lo posible por venir en navidad, tu hermana vendrá con los niños desde Francia y merece tener a toda la familia reunida.

Mi mueca se acentúa, quiero y adoro a mi hermana, y por supuesto a mis sobrinos también, al que no soporto es al machista de su marido.

—Haré lo que pueda mamá — lo que pueda para no ir, por supuesto.

—Está bien — concede — tu padre te manda un beso.

—Yo otro, y para ti también mamá.

—Gracias bebé, piensa en lo que hemos hablado.

Ruedo los ojos, veo como Jonas, mi secretario y mejor amigo, reír por lo bajo, ya está acostumbrado a verme hacer caras cada que llamo a casa.

—Lo haré mamá, lo haré.

—Cuídate.

Cuelga, respiro hondo y dejo salir suavemente el aire, tengo que encontrar una solución a esto. Amo a mis padres con locura, pero creo que ya va siendo hora de que entiendan que tienen una hija adulta e independiente.

Jonas abre la puerta y aparece con un café en sus manos para mí.

— ¿Intensa la reina? — pregunta con una sonrisa, sus ojos azules brillan con malicia como siempre y su cabello rubio perfectamente peinado.

—Como de costumbre.

Deja el café frente a mí y se sienta en uno de los asientos frente al escritorio.

—Te lo llevo diciendo meses, debes hablar con tus padres, no es posible que a tus veintiséis años, por terminar tu doctorado y al otro lado del país, quieran controlar tu vida — ladea su cabeza y gesticula con las manos — es hora de que te dejen vivir tu vida, joder, creo que planifican hasta cuando te acuestas con San Adam.

Suelto una carcajada, no puedo contenerla, desde que Jonas conoció a Adam, lo llama de esa manera, lo más triste del caso es que no se equivoca, es un santo.

—Exagerado — digo sonreída.

—Cariño, aquí entre nosotros, sabes que te hace falta alguien que le ponga un poquito de sabor a tu vida, ya sabes de lo que te hablo, un poquito de acción — me guiña un ojo y yo los ruedo.

Claro que se a lo que se refiere, no hemos tenido ningún contacto con Adam los últimos cuatro meses, y cuando lo hacemos, digamos que es satisfactorio, no hay fuegos artificiales, ni grandes orgasmos, por higiene como dice Jonas.

—Adam es un buen hombre — ese es mi vago intento de defenderlo.

—Cariño tu y yo sabemos que Adam es un buen hombre para una monja — rio y él me acompaña — solo mírate a un espejo por el amor de Dios, eres guapísima, tienes un cuerpo de infarto, eres inteligente y graciosa, eres jodidamente perfecta. Te estás desperdiciando perra.

Respiro hondo una vez más, hace un tiempo que me vengo sintiendo así, pensé que tenía la vida perfecta, el trabajo de mis sueños, una buena casa y auto, un buen hombre a mi lado, que me ha apoyado en todo, pero una tortuga tiene una vida más emocionante que la mía.

—Hablare con Adam cuando regrese — digo pensándolo seriamente, Jonas rueda los ojos y negando con la cabeza.

—Te he escuchado esa misma frase, al menos una docena de veces, mierda, necesitas tomar las riendas de tú vida mujer.

Una vez más tiene toda la jodida razón.

—Esta vez lo haré, esto ya no tiene sentido.

Me mira ladeando la cabeza.

—Jamás lo tuvo.

Touché.

 

Dos semanas más tarde, no puedo creer que estoy aquí a la mitad de la noche. Toco el timbre una vez, estoy fuera de la casa de Jonas, seguí mi determinación de hablar con Adam, lo hice y ahora estoy aquí.




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