El secreto de Apolo

III

Phoebe

Me siento incomoda, pero no tengo fuerzas para moverme, siento el cuerpo pesado. Poco a poco comienzo a tomar conciencia de mi cuerpo, siento una punzada en las costillas y la cabeza.

¿Qué paso?

Abro los ojos un poco, la luz me deslumbra, pasa un momento hasta que me acostumbro a la luz, fijo mi vista en el cielo raso. Estoy un poco desorientada.

— ¿Cómo se siente? — pregunta un voz femenina, me volteo hacia donde viene aquella voz, la miro unos instantes procesando, su uniforme blanco. Sus ojos azules me miran expectantes — ¿puede escucharme?

Asiento, hago el intento de hablar pero siento la garganta seca, y me cuesta mucho.

Desaparece de mi rango de visión, unos instantes después viene con lo que supongo es un vaso de agua. Levanta un poco la cama. Hago una mueca de dolor, al sentir una punzada aguda en las costillas.

Acerca el vaso a mis labios.

—Beba despacio, es posible que sienta molestia — me advierte, tomo un pequeño sorbo y el pecho me duele — ¿mejor ahora?

Asiento

— ¿Dond...? — mi voz suena extraña.

—Está en el Hospital St Louis. Tuvo un accidente de tránsito. La ambulancia la trajo aquí, ya nos hemos comunicado con su contacto de emergencia.

Asiento, comienzo a pensar con mayor claridad, pero también soy consciente del dolor, no quiero siquiera imaginarme como quedo el auto.

—Iré a avisarle al médico que despertó, pronto estará aquí.

Desaparece detrás de una cortina blanca, escucho con atención el movimiento, estoy en emergencias, sonrió un poco, al recordar mis días como emergencista.

— ¿En qué estabas pensando? — Suena una alterada voz masculina detrás de la cortina, creo que debe ser la cama contigua — ¿Cómo te atreves a tomar mi auto?

No sé con quién está hablando, pero se oye muy enfadado, aunque eso no le ha quitado que tiene una voz hermosa, grave y melodiosa. Escucho unos leves sollozos, son delicados, si no estuviera tan cerca es posible que no lo escuchara.

—No llores, que no te salvara, ¡Qué mierda tienes en la cabeza! Pudiste matar a alguien y es más morir tú también, el auto es lo que menos me importa, la aseguradora se encargará de eso, pero tú no saldrás tan fácil de esta — pobre chica, entiendo que este enojado, de hecho creo que yo también debería estarlo, pero no importa, pienso que ya suficiente susto ha tenido — querías fama, ya la tienes, mi auto se reportó como robado, y no solo eso, se ve involucrado en un accidente, tienes a toda la prensa en la puerta esperando por ti.

No vuelvo a escuchar la voz del hombre, pero aun suenan los sollozos de la chica, no se su historia o como termino en todo esto, pero si en algo la ayuda, no pienso poner una demanda, estoy un poco adolorida, y haciéndome una valoración superficial creo que bastante bien.

Jonás asoma su cabeza por la cortina.

—Has despertado mujer — dice entrando y sentándose en el filo de la cama — casi me da un infarto, y soy demasiado bonito para morir de un infarto.

Ruedo los ojos y contengo una carcajada, lo que más gracia me da es que lo dice completamente serio.

—No me hagas reír que me duele — digo haciendo una mueca — me alegro que te hayan llamado a ti.

Niega con la cabeza.

—Al parecer estuvieron llamando a Adam primero, pero no respondió su teléfono, así que decidieron llamar al último contacto al que llamaste y apareció este cuerpito sensual.

—Da igual como haya sido, me alegro que estés aquí.

—Ya sabes, yo alegro tu vida solo con verme — sonrío, comienzo a sospechar que mi querido amigo tiene muy alto el ego, aunque es parte de su encanto, a parte de su gran atractivo físico — y como no faltaba más, he arreglado tu agenda, he pasado tus pacientes al doctor Emerson, al enterarse de tu accidente, acepto encantado, Abby del departamento legal me ha pasado el número de un abogado en caso de que lo necesites.

Asiento, ya después solucionare todo eso, ahora necesito que me inyecten otro analgésico.

— ¿Has visto como quedo mi auto?

Hace una mueca en respuesta.

—Nada que salvar corazón, aun no entiendo cómo es que no saliste más lastimada, casi todo el asiento del conductor está destrozada, el impacto fue tremendo.

Intento recordar el momento, pero no lo logro, recuerdo que el semáforo cambio de color y pise el acelerador, nada más allá de eso.

—No lo sé.

—Quizá aún no era tu momento, pero corazón, espero que ahora te hagas una idea de que la vida puede cambiar en un segundo, y tú, amiga mía, has despreciado más de veinte años.

Asiento, veo fijamente, ahora lo veo con otra perspectiva la vida, es verdad, pude no estar contándola en este momento.

—Por cierto, puerta hay una horda de periodistas, parece que quien te choco es algún famoso.

—Así escuche.

Frunce el ceño.

—No me digas que el golpe te ha dado poderes telepáticos.

Río suavemente y niego con la cabeza, y le hago señas para que se acerque.




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