El secreto de Apolo

V

Phoebe

Miro la que ha sido mi morada en los últimos días, no voy a decir que la extrañare pero ahora me espera mi solitaria casa. Jonas se ha pasado por ahí para percatarse de que todo rastro de Adam ha desaparecido. Ahora sí, oficialmente terminamos.

No había caído en cuenta, que el espejo y yo habíamos tenido una pelea, apenas hoy cuando al fin sola aunque adolorida, pude levantarme a tomar una ducha. El espejo fue despiadado e implacable. Tengo un enorme moretón en la frente y parte del ojo, por fortuna el cabello oculta los puntos que tuvieron que darme. Tengo unos cuantos raspones producto de los vidrios que salieron volando en el momento del impacto. Ahora puedo prepararme para ser protagonista de mi propia película de terror y ahorrarme el maquillaje. Mi cabello es un nido de pájaros, me lleva mucho tiempo arreglarlo. Por Dios de verdad me he visto tan mal estos días.

La puerta se abra y mi fiel Jonas esta aquí, trayendo consigo una pequeña maleta de viaje.

―Te he traído algo cómodo ― dice entregándome la maleta.

―Gracias ― dejo salir un suspiro ― al fin a casa.

Jonas me mira preocupado.

―Estas segura que no prefieres quedarte en mi casa. Ahora ya no está Renata y me sentiré solito.

Hace un mohín que me saca una sonrisa.

―Estoy segura, no me siento tan mal. Un par de costillas rotas no son para morirse.

Hace una mueca, si bueno no es nada agradable pero necesito un tiempo a solas para pensar en todo lo que ha sucedido en estos días.

Llaman a la puerta y supongo que es el medico que debe darme el alta.

Jonas camina hasta la puerta y la abre, efectivamente es un doctor, pero no el mismo que me ha tratado estos días, un doctor mayor, amable pero reservado. En cambio este es un hombre alto e imponente de cabello oscuro y tez morena, no logro verlo con claridad ya que tiene su mirada fija en mi historia clínica.

―Buenos días ― dice pasando las hojas ― soy el doctor Frank Lopez. Veo que se encuentra mej...

Levanta su mirada a mí y su expresión cambia y aparece una bonita sonrisa, se me hace terriblemente familiar.

―No lo puedo creer, Phoebe Cleverland ― dice ignorando la mirada atónita de Jonas... Frank Lopez... oh... ahora lo recuerdo.

― Frank Lopez... el mismo Frank Lopez de gafas gruesas y brakets.

―El mismo que viste y calza, que con una operación se deshizo de las gafas y termino su tratamiento dental satisfactoriamente ― ríe un poco, si risa es roca y grave ― no lo puedo creer, estuve evitando venir durante días pensando que eras una de esas famosas.

Ahora es mi turno de reír, su franqueza que causa gracia. Había cambiado mucho con los años y debía admitir que sin las gafas de montura gruesa y los aparatos dentales se veía muy bien, los años habían sido muy buenos con él, sus rasgos eran exóticos ahora que lo veía con detenimiento.

―Así que ustedes se conocen ― afirma Jonas acercándose a nosotros.

―Frank, este es Jonas ― le extiende la mano y Frank la acepta ― y Jonas este es Frank fue compañero mío en la universidad.

Conversamos durante unos minutos hasta que una enfermera viene en su busca.

―Dr. Lopez, su exesposa lo busca.

Veo a Frank hacer una mueca, tenemos la misma edad, no mentiré me sorprende saber que ya se ha casado, incluso divorciado.

Se vuelve a mí con una sonrisa cansada.

―Tenemos que vernos de nuevo ― dice extendiéndome su tarjeta ― llámame cuando te sientas mejor o si tienes alguna molestia.

―Lo haré.

Se despide con un apretón de manos con Jonas y sale de la habitación.

―Bueno terminaste con San Adam, para reencontrarte con un sexy doctor.

Rio un poco, aunque si lo veo de otra forma, el accidente está trayendo muchos cambios.

―Eres terrible.

―Eso ya está un poco trillado, tendrás que pensar en algo mejor para mí, ahora levanta ese trasero y vístete para que podamos salir de aquí.

 

Estamos en el corcel blanco de Jonas, si así se llama. Es una broma que tenemos con Jonas desde que se lo compro, así que desde que lo tiene es un caballero en un corcel blanco.

Llegamos hasta Sunset Strip, cuando mi teléfono comienza a sonar, en el identificador se ve Tierno Neo.

― ¿Hola?

―Malvada― me acusa― he venido a visitarte y me dicen que te han dado el alta, como no me lo dijiste.

Ruedo los ojos al notar que está haciendo un puchero, me hace sonreír.

―Me acaban de dar el alta hace menos de una hora, aun ni siquiera he llegado a casa.

―Te perdono, si aceptas que comamos juntos, podríamos encontrarnos en algún lugar.

―Tal vez en otra ocasión, Neo. No estoy presentable como para ir a un restaurante.

―Y... ¿qué tal si yo cocino? Podría ser en tu casa o en la mía.

Suelto una carcajada y lo escucho quejarse. Veo a Jonas que me mira curioso, solo ruedo los ojos.

―He arriesgado mi vida con esos periodistas hambrientos.

Vuelvo a reír, y dejo salir un suspiro.

―Está bien, tú ganas, pero será mejor comprar comida, la alacena debe estar vacía en casa.

Lo escucho reír, y escucho el eco de otra risa junto a él.

―¿Cuál es tu comida favorita? ― pregunta y lo medito un momento, termino por encogerme de hombros.




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