Apolo
No sé, no entiendo que es lo que sucede, pero no me importa en lo más mínimo, por primera vez experimentaba algo así, sus brazos me rodean y se aprieta a mi como si su vida dependiera de ellos, pero ella no lo sabe desde que nuestros cuerpos entraron en contacto soy yo quien depende de ella. Su aroma invade cada uno de mis sentidos, camino hacia dentro de la habitación llevándola conmigo, teniendo cuidado de no perder el contacto. Dentro todo está completamente oscuro, lo único que ilumina la estancia es la luz de la luna que se cuela por la ventana. Siento el corazón acelerado y la respiración se me dificulta.
Cierro los ojos tratando de mantener la calma, y disfrutar lo que más puedo de este momento.
En cuanto el agarre de sus manos comienza a aflojarse comienzo a sentir que el pánico me invade, que decir luego de esto sin echarlo todo a perder.
Separa unos centímetros nuestros cuerpos y nuestras miradas se enfrentan, veo dolor, compasión en sus ojos, pero hay algo más, brillaban con una luz especial, brillaban al verme.
Mis ojos se deslizan hasta sus labios ligeramente entreabiertos, lo ha decido. Estaba lo suficientemente nervioso para saber que mis manos sudaban, no comprendía como es que habíamos llegado hasta esa situación ¿En qué momento comencé a desear saborear sus labios? No lo sé, tampoco me interesaba la respuesta, solo el aquí y ahora, con ella entre mis brazos, no necesitaba nada más, con un beso suave que sabía a vino y a ella, sus labios eran suaves y los míos parecían estar feliz de al fin tener contacto con los de ella.
El tiempo se detuvo en ese instante, todo el mundo parecía ser nada a comparación de lo que sentía en ese segundo, cerramos nuestros ojos y dejamos que los sentimientos actuaran por nosotros.
Nos adentramos en una danza, con mis brazos rodeándola la atraigo más a mí, quiero tenerla cerca, jamás en mi vida había sentido la necesidad de otra persona, de otra alma y de otro corazón, en este momento escomo si todo lo pasado comenzara a cobrar sentido, como sí todo valiera la pena por alcanzar este momento.
Phoebe responde al beso con pasión y necesidad, sentimos lo mismo. Corresponde a mis caricias, aunque temo dejarme llevar y asustarla, debo controlarme, llevar las cosas con calma y por primera vez en toda mi existencia, quiero hacer las cosas bien.
No sé si han pasado horas o minutos, podría pasar días sin separarme ella, estoy loco lo sé, ni siquiera me reconozco a mí mismo, pero aquí estoy, pletórico y pleno.
A regañadientes separo nuestros labios, con sus mejillas sonrojadas y los labios hinchados se ve arrebatadora. Sus ojos brillan como joyas a la luz de la luna. De inmediato observo como asimila lo que acaba de suceder y se pone nerviosa.
Rio para mis adentros, la última vez que tuve una mujer así de cerca no tuvo ni el más mínimo de vergüenza cuando la vi como Dios la trajo al mundo y me parece irónico que ahora su inocencia me ponga más que una mujer desnuda.
—No... no se... — comienza, sin dejarle tiempo a que lo piense mucho sello nuestros labios nuevamente.
En cuanto nos separamos deja salir un suspiro y sonrío.
—No pienses en porque ha pasado esto — digo — ambos somos adultos.
Ella asiente y una pequeña sonrisa aparece en sus labios. Aun permanecemos abrazados, me siento relajado y seguro.
—No pareces tú mismo.
—Quizá eres la primera persona que me ve realmente —respondo.
Escucho la alarma de mi teléfono sonar, pronto tendremos que salir hacia al aeropuerto. Dejo salir un suspiro, mientras ella se ríe de mí.
—Acabas de hacer un mohín — ríe y feliz observo que en sus mejillas se forman un par de hoyuelos adorables que no había visto antes, pensándolo bien no la había visto reír. Es más hermosa si cabe.
—Salgamos juntos — la aprieto más hacia mi — entre tú y yo hay algo, esto — nos señalo — es algo que quiero vivir y conocerlo contigo.
Me siento extraño cuando la veo alejarse por el pasillo hacía su habitación. Apenas está a unas puertas cuando se vuelve y me sonríe. Estoy seguro de que tengo la cara de tonto y no me importa.
Entro a la habitación, tomo una ducha rápida, debo asegurarme de que todos estén despiertos en los próximos veinte minutos para poder llegara tiempo al aeropuerto y encaminarnos a Santorini.
Mientras voy de habitación en habitación me someto a la mirada curiosa de mis hermanos, que se limitan a sonreírme con complicidad.
Media hora más tarde estamos todos en el vestíbulo, el ambiente es relajado, siempre he sido el tipo de persona que se limita más a observar que participar abiertamente con los demás.
En cuanto llegamos al aeropuerto de Barajas todo está tranquilo, lo cual es un alivio, no habíamos sido reconocidos.
—Tienes una cara de tonto que no te la quita nadie — comenta Basha apareciendo a mi lado — eres un bastardo con suerte.
Rio ante el comentario, comienzo a creérmelo.
—¿Le dirás la verdad? — la pregunta me cae como una patada en las pelotas — venga hombre no pongas esa cara, date tiempo, si te sientes preparado lo harás.
¿Cómo hacerlo? Esa era la pregunta, uno no llegaba un día con una noticia así.
—Si llega el momento lo haré.
Por un momento mira silencioso, sé que no está de acuerdo, tampoco esperaba que lo estuviera.
—Es tu decisión Apolo, la respetaré siempre que eso no te haga daño.
Camina para reunirse con los demás que nos esperan al pie del avión, comienzo la marcha con muchas dudas y preguntas en la cabeza.