Phoebe
El sol se cola a través de las espesas cortinas, el silencio reina en la habitación, solo se ve perturbado por el suave respirar del hombre que se encuentra a mi lado. Me vuelvo para ver a Apolo que duerme plácidamente, se ve mucho más joven cuando esta relajado, su cabello ondulado es todo un desastre y aún así me parece que está guapo a rabiar.
Respiro hondo, me siento tan bien está mañana y todo se lo debo a él, lo que sea eso que tenemos me gusta y me asusta al mismo tiempo.
Como me explico Nix, Apolo tiene muchas facetas de sí mismo, he visto muchas de ellas, pero ayer me permitió ver mucho más allá, su vulnerabilidad me había dejado sin palabras, sin embargo la noche que pasamos juntos me llegó al alma para mi fue perfecta. Solo hablamos y hablamos con la voz de Bon Jovi de fondo y una que otra ocasión Apolo me deleitaba con su voz, ni siquiera recuerdo el momento en que me quede dormida, ni siquiera en sueños podría imaginarme una noche mejor.
Me giro con cuidado de no despertarlo, busco a tientas mi celular en la mesita de noche, no tengo la menor idea de que hora es, aunque en el fondo no es algo que deba preocuparme a la final son vacaciones pero es probable de que mi madre me haya llamado un par de veces a ver si sigo con vida y como estoy segura de que no pensó en el cambio de horario, seguramente en este momento debe estar histerica.
Mi sospecha se confirma en cuanto reviso mi celular, tengo almenos veinte llamadas perdidas de mi madre y unas cuantas de mi hermana también, una decena de mensajes que evidencia que mi madre me matará con sus propias manos en cuanto sepa que sigo con vida.
Decido hacer caso omiso a sus amenazas y le escribo un corto mensaje para tranquilizarla, prometiendole que la llamaré pronto.
Son pasadas las nueve de la mañana es lo más tarde que me he despertado desde que entre en la universidad, con las guardias y las clases, mi cuerpo se había acostumbrado a dormir pocas horas.
Cierro los ojos y no sé en que momento vuelvo a caer en los brazos de Morfeo.
Escucho a lo lejos su suave risa, aun tengo los ojos cerrados, los siento muy pesados y no quiero levantarme aún.
— Phoebe, sé que me escuchas — su voz es un suave ronroneo, siento como una mano traviesa pasa por mi cintura jalandome hasta que choco con su pecho, y su risa se vuelve más profunda mientras sin la mínima verguenza me acurruco contra él.
Siento una pequeña punzada en las costillas lo que me recuerda que aún no están del todo sanas, no puedo evitar hacer una mueca de dolor.
— ¿Te encuentras bien? — pregunta tomando mi rostro entre sus manos, noto en su voz que se ha preocupado.
Abro un poco los ojos y lo primero que veo son sus ojos oscuros observandome con preocupación, asiento con suavidad y su mirada se dulcifica.
—Alguien a dormido mucho — comenta mientras con su mano libre acaricia mi cabello, es una sensación maravillosa.
— Supongo que estas hablando de ti, yo me desperté hace mucho tiempo.
Rie nuevamente haciendo vibrar todo en mi interior.
— Venga perezosa que ya nos hemos perdido dos comidas y es vispera de navidad.
Abro los ojos alarmada y me vuelvo para tomar mi celular, mi sorpresa crece cuando me doy cuenta que son pasadas las tres de la tarde, he dormido como un tronco y ni siquiera lo he sentido, es más podría seguir haciendolo un par de horas más.
— ¿Llevas mucho despierto?
Lo miro descarada levantarse de la cama y caminar hacia el cuarto de baño.
— Tal vez un par de horas.
— Debiste despertarme — replico.
Se vuelve sonriendo, me gusta mucho Apolo cuando esta relajado y juguetón.
— Y perderme como se te ha caído la baba dormida, ni pensarlo — camina hacia mi y me da un beso fugaz que sabe a gloria — además he tenido la oportunidad de componer mientras dormías.
—¿Cómo lo has hecho sin ningún instrumento?
Me sonrie mientras niega con la cabeza.
— Lo he hecho con eso — señala la tablet que descansa en su mesa de noche con los audifonos conectados — claro que no se compara a hacerlo de la manera tradicional, pero por ahora será suficiente.
— No sabía que componías.
— No lo hacía — me sonrie con tanta ternura que siento volverme gelatina, pero mantengo la compostura — pero ha sido inevitable teniendo a mi musa tan cerca.
Dicho esto se levanta y camina con decisión hacia el cuarto de baño dejándome sin palabras y con una estampida de rinocerontes en el estómago.
En cuanto hemos abandonado nuestra habitación no hay ni la menor señal de los demás hermanos Lux, mientras caminamos por las calles empedradas de Santorini, Apolo me cuenta que se han ido de paseo con algunos amigos unas horas antes.
Santorini es un lugar mágico y pintoresco, me hace pensar cuantos lugares así existirán más en el mundo y que me he negado la oportunidad de conocer, por supuesto que tengo un deber como médico y eso siempre será mi prioridad pero por primera vez siento que debo darme un tiempo para mi también de vez en cuando y disfrutar un poco más del mundo.
— Te has quedado pensativa — comenta Apolo mientras ojea un escaparate en busca de un regalo para Nix.