Phoebe
Jonás estaciona su auto frente a la cafetería donde solemos desayunar una vez por semana. Observo como sus manos aprietan el volante mientras mira hacia adelante.
—Debes decírselo mujer —expone—. Esto se vuelve cada vez más peligroso, comenzaron a llegar esas cartas a la oficina y te seguí el juego cuando dijiste que solo lo olvidáramos. Pero lo de hoy se ha pasado por mucho.
Dejo salir aire resignada. Sí, tiene razón. Esta mañana después que Apolo me dejará en casa para que pudiera prepararme para ir al hospital no esperaba entrar a mi cochera y encontrar mi auto por completo destrozado. Lo habían golpeado tanto que toda la carrocería quedó inservible. Pero yo, en vez de llamar a la policía como cualquier persona con sentido común lo hubiera hecho, llamé a Jonás para que pasara por mí.
Sí, algo estaba muy mal conmigo, pero no podía hacerle eso a Apolo, no hoy. La banda con la que harían la colaboración llega esta mañana y Apolo no ha hecho mas que hablar acerca de ello. Esto es importante para él y no puedo arruinarlo.
—Hablaré con él esta noche, te lo prometo.
Me da una mirada cargada de reproche.
—Espero que así sea, porque, si no se lo dices tú, se lo diré yo mismo —sentencia. Desabrocha su cinturón de seguridad— ahora mujer desesperante vamos por la cafeína que necesito para soportarte.
Desabrocho el mío y salgo detrás de él.
—Sabes que así me amas.
—Corrección. Amo a tú cuñado. A ti, te tengo algo de aprecio.
—Odioso.
—Uno muy sexy... cuñada.
***
En cuanto termino «rondas» con mis pacientes, empiezo a llenar las formas de procedimientos cuando me veo interrumpida.
—Doctora Cleveland, la buscan en pediatría.
Observo a la enfermera extrañada. Si bien mi trabajo no tiene un área en específico, no es común que alguien me «busque» en otro departamento.
Asiento algo dudosa mientras la sigo.
—Hay algún paciente —digo observando que no tiene ninguna historia médica por lo que deduzco que no se trata de un paciente.
—No exactamente, son los padres de un paciente —duda por un momento antes de seguir— dicen ser sus parientes.
Me detengo y pienso por un momento. Yo no tengo ningún familiar en Los Ángeles que yo sepa, ni siquiera dentro del Estado.
En cuanto llegamos al piso de pediatría, me conduce hasta la sala de espera donde observo a una pareja ponerse de pie. Los observo, pero no los conozco de nada, aunque si noto cierta familiaridad que no sabría explicar en el hombre.
Castaño, alto y delgado, pero hay algo en sus facciones que se me hace familiar, sobre todo sus ojos, de un verde intenso.
—Doctora Cleveland, estos son los Señores... —hace una pausa mientras si mirada salta de mi hacia ellos— Cleveland.
Ya me había dicho que decían ser familiares, por lo que lo único que podía suponer era que eran por el lado de mi madre ya que la familia era un tanto más numerosa. Sin embargo, por el lado de mi padre era imposible, mi padre era hijo único y mis abuelos no tenían una familia tan numerosa y la mayoría de ellos vivía en New York igual que mis padres.
Extiendo mi mano hacia la mujer y me permito observarla por un momento. Tiene los ojos irritados, evidencia de que ha estado llorando, está pálida y ojerosa, al igual del que supongo es su marido, es rubia con unos despampanantes ojos color miel, delgada y estilizada. Ella acepta mi mano y siento la suya temblar.
—Me dice la enfermera Scott que me buscaban —Observo a la enfermera mirarnos con curiosidad, ella se da cuenta de mi mirada y sonrojada se disculpa antes de irse. Les señalo los sofás para que nos sentemos.
No se me escapa la manera en que el hombre sostiene a la mujer por los brazos como si temiera que en cualquier momento fuera a caerse.
»Ustedes me dirán en que puedo ayudarlos.
—Esto te parecerá una completa locura —comienza el hombre y su voz, gruesa y ronca, me provoca un escalofrío— esto es difícil de decir. Llamé a mi padre y él me dijo que te buscará, que tú podrías ayudarnos.
—Es obvio que compartimos apellido, pero me intriga por que lado de la familia tenemos parentesco por que de lo que yo sabía conozco a todos.
Pellizca el monte de su nariz y luego pasa la mano por su cara.
—Tú padre es Mark Cleveland ¿verdad? —pregunta y yo asiento en respuesta— el nombre de mi padre también es Mark Cleveland, soy George y soy tu hermano.
Me quedo sin palabras, es que no puede estar diciéndome la verdad, mi padre no tiene más hijos a parte de mi hermana y de mí. No es posible.
—Eso no puede ser verdad.
Por un momento me olvido de que estoy dentro del hospital y que no puedo protagonizar una escena aquí y ahora. Siento que me mareo. Esta estupidez tiene que tener una explicación.
—Se que es difícil de creer, pero es la verdad —observo sus ojos, iguales a los míos, iguales a los de papá. De hecho, es exactamente eso, es muy parecido a mi padre, es probable que si fuera mi padre en su juventud —siento tener que decirte esto, pero eres la única que puede ayudarnos.