El secreto de Diego

Cuando la vida se te va de las manos

«Primero necesito pedirte perdón. Vine aquí como otras veces, esperando aceptar mi historia, mi vida. Lo hacía con regularidad, y siempre salía bien. No sé en qué fallé esta vez. Supongo que fue demasiado verte ahí, frente a esas personas desconocidas para ti, pero importantes para mí. Por más que quise alejarte de ese mundo, estabas ahí, junto a ellos. Sé que los detestas, y que tal vez me odies si te cuento que las únicas palabras de afecto que recibí cuando todo se derrumbaba fueron de Alberto, el dueño del café. Qué también deseo que se pudra en la cárcel, pero que a la vez agradezco que cada vez que estuve enfermo, enviara a una de sus empleadas a cuidarme. Él me presentó a Reina, ella fue la primera en intentar salvarme. Ese oscuro y bajo mundo fue mi familia por muchos años.

Esto no lo tenía planeado, es decir, miles de veces repasaba el protocolo a seguir cuando decidiera dejarte para siempre, pero pensé que ese día jamás llegaría. Créeme que hice mi terapia como debía. Tan solo, ya no había nada que hacer.

Escribí está carta muchas veces, y sé que debería escribir también a Amparo, a Teresa, a Elena... pero solo puedo pensar ahora en explicártelo a ti. Pídeles también que me disculpen. Pero se me fue de las manos. Escuchar tu voz pidiéndome que ame a otra mujer, y con esto, no quiero decir que sea tu culpa, fue demasiado para mí. Y es responsabilidad mía y de nadie más. Intenté alejarme de ti desde que te conocí, pero fue en vano. Lo único que pude hacer cada día de mi vida desde que te cruzaste en mi camino, fue amarte más y más. Créeme que hago esto por ti, aún estás a tiempo de comenzar de cero. Escapa de mí ahora, que tienes todo por delante. La tormenta en que estoy involucrado recién comienza, no quiero ver mi nombre en las noticias, mi carrera derrumbarse, ni tus ojos tristes por ello, que intentes protegerme, que sepas mis miedos y conozcas mis cicatrices más profundas. Teresa no sabe nada, y espero que no seas tú quién se lo cuente. Para ella solo soy un hombre más, sin ese asqueroso pasado. Ella me mira y me toca sin saber lo sucia que está mi piel y lo podrida que está mi alma. Déjala quedarse con ese recuerdo.

Amalia, por favor, no te separes de Amaro. Él es bueno, te cuidará como nadie, probablemente se enoje cuando te vea triste luego de esto, pero no lo alejes de ti. Tu risa es hermosa junto a él. Y aunque suene poco estúpido, me hacía feliz verte a su lado.

Agradece a tus padres por todo, diles que lo siento. Que cuiden de mi pequeña simio y que Elena no se sienta culpable. Hicieron todo lo que pudieron. Estoy seguro de que Ernesto sospechaba esto, por eso se escapaba tanto a visitarme últimamente. No lo culpes a él tampoco. No culpes a nadie más que a mí.

Repítele a mi hermanita que la amo, que si bien daría mi vida por ella, llegó un momento en que mi vida ya no tenía valor alguno. Dile que tenerla fue lo único que me mantuvo vivo por tanto tiempo.

Lo último, es que pidas a Amparo que venda esta casa cuando cumpla sus dieciocho. Estaba esperando a que ella creciera para hacerlo juntos, pero hoy he optado por cumplir tu petición. Ella hoy será tu hermana. No la dejes, te lo ruego. Luego de que vendan la casa, asegúrate de que Reina pueda pagar su operación. Tampoco la dejes, su corazón está igual de dañado, pero ella es mujer, ¿será por eso que es más fuerte?

Y por favor, no me odies, pero esto será lo último que haré, mi última y egoísta decisión. Sé que vendrás aquí, ella te llamará temprano y sabrás que estaré acá, esperándote. El corte está hecho para que sea lento, no te preocupes, no siento dolor, me encargué de eso. Sé que la ambulancia no alcanzará a llegar desde el momento en que me encuentres, por eso espero que me abraces mucho, porque preferiría dejar mi cuerpo en tus brazos. Quiero que sea así, porque necesito asegurarme de escucharte, lo último que quiero oír es tu voz llamándome. Lo siento, sé que es cruel, pero cuando tus labios dejaron de decir mi nombre, mi existencia empezó a consumirse.

Siento vergüenza escribiendo esto, pero necesito hacerlo. Tu Amalia, mi hermosa Amalia, recuerda que te amo, que te amé cada segundo que pasé a tu lado, y que volveré a nacer solo para seguir amándote. Sólo espero que en nuestro próximo encuentro no haya heridas que sanar.

Perdóname por aparecerme en tu vida, pero supongo que era necesario. Sé que alguien cuidará a mi hermana y que siempre habrá flores en mi tumba.

No me odies. No me ames.

Diego»

Amalia se quedó de pie frente a la puerta de urgencias que se cerraba para ella. Sus ojos empapados ya no le permitían ver con claridad, pero sabía que el último número discado era el de Elena. ¿Por qué había conducido tan despacio?, ¿por qué no había entrado a la habitación de Diego por la noche? Hasta ahora, su única buena decisión, había sido llamar a la policía minutos antes de entrar a la casa. ¿Y si Diego realmente no lo lograba?, ¿y si dejaba este mundo en una camilla fría y no en sus brazos?

De pronto, todo fue volviéndose oscuro, su respiración se agitó demasiado y sus ojos se cerraron. Despertó horas más tarde, con náuseas y sola. Quiso levantarse, pero sus mareos se lo impidieron. Recordó la carta de Diego y se obligó a ponerse de pie.

—Vuelve a la cama, chica. Tu familia viene en camino —ordenó una enfermera al verla incorporarse. Sintió rápidamente la angustia en su pecho, y un nuevo calmante la devolvió a su cama. Estrés postraumático, sentenció el doctor de turno en su ficha clínica.

La familia entró temblando al hospital, aún no se sabía nada de Diego, salvo que estaba librando una batalla en la que deseaba perder. Nadie podía verlo, salvo Ernesto, quien fue reconocido por sus colegas, permitiéndole estar junto a él un breve momento.

—Ernesto, lo sentimos. Ha sido reanimado tres veces. Tenía anticoagulantes en la sangre y no sabemos exactamente cuánto tiempo pasó. Por otro lado, el corte fue hecho con la precisión de un médico, supo hacerlo muy bien y tomó las precauciones necesarias para que no se pudiera interrumpir. A parte de eso, están sus condiciones clínicas, estás al tanto de que eso lo dificulta aún más. De todas formas, estamos dando nuestro mayor esfuerzo, aunque esto depende casi por completo de él. Y creo que sabes cuál es su voluntad.




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