El Secreto de Emma

CAPÍTULO 4. EL CASTIGO

Pasó mes y medio desde que el año escolar comenzó. Efectivamente la rutina le ayudó a Emma a desenvolverse normalmente con su familia y para desarrollar amistades, por lo cual Roberto y Marya decidieron mantener en secreto el tema del matrimonio arreglado para no afectarla.

Sin echar en saco roto el consejo de Gerardo, Emma decidió salir con otros chicos, lo cual provocó una agenda vespertina complicada, ya que dividía su tiempo entre su familia, el club de basquetbol y sus citas. A pesar de ello conservaba una excelente relación con David, quien no se perdía ninguna convivencia dominical con los Méndez para poder pasar tiempo con ella; aunque a veces eran estropeadas por la mala leche de Ricardo.

***

Cierto día en la escuela durante el horario de clubes…

- ¡Agárrenlos! - Gritaba un hombre a lo lejos, cargaba un enorme estómago y estaba mojado hasta las pantorrillas. Dos risueños muchachos con máscaras de día de brujas, huían despavoridos del área de la preparatoria, cargando una bolsa llena de globos colmados de agua. Aquellos traviesos personajes, disparaban sus proyectiles a diestra y siniestra por toda la escuela. Mientras, el club de basquetbol femenil acababa de terminar las prácticas.

- Estoy muerta. - Decía Carmen.

- Que calor. - Se quejaba Fernanda, otra chica del club, quien se limpiaba el sudor con una toalla.

- Deberíamos ir a tomar un helado. - Respondió Emma felizmente. Pero en un instante se sintieron empapadas con agua helada.

- ¡Pa’ que se refresquen, mugrosas! - Se burló uno de los enmascarados.            

- ¡Hay que escondernos! - Gritó el otro bromista a su compañero, en tanto bajaba la velocidad.

- ¡No! ¡Corre! – Urgió el otro, mientras lo jalaba de la ropa. Emma junto con las dos chicas les daban alcance. Todos corrían por la escuela. Sin embargo, sus esfuerzos por deshacerse de ellas no surtían efecto, conforme avanzaban comenzaban a perder velocidad. La persecución terminó, cuando una de las chicas lanzó un certero tenis, que golpeó la cabeza de uno de los encapuchados provocando una estrepitosa colisión entre ellos.

- Que tino, Fer. - Rieron las muchachas.

- Veamos quiénes son. - Dijo una de las chicas al darles alcance, mientras les quitaba las máscaras.

- ¿Por   qué no me sorprende? - Burló Emma jadeante al ver a Ricardo y a su primo Leonardo. - ¡Agárrenlo! - Ordenó señalando a Ricardo. Las niñas obedecieron tomándolo de las manos y pies. - ¿Qué les parece si le refrescamos el aliento? ¿Eh? - Preguntó Emma sosteniendo un globo con agua que tomó del suelo.  Emma le estrelló el proyectil fuertemente en la cara. El muchacho se levantó rápidamente a toser.

- ¿Te refrescaste? - Se burlaron. Ricardo miró a Emma con odio.

- ¡Hey, ustedes! - Se sorprendieron al ver al personal de seguridad acercarse. - No se muevan. ¡Todos! A la dirección.

- ¡¿Qué?! – Se quejaron las niñas.

***

- Vaya, con que, así es como pasa el tiempo una alumna tan ejemplar como usted Srta. Méndez. - Comentaba el director, su mirada carecía de emociones.

- Pero si ella no hizo nada. - Reclamó una de las chicas.

- Fueron esos dos. - Defendió la otra señalando a los culpables.

- Señoritas, no hay excusa, los vigilantes contaron lo sucedido. – Dirigiéndose a Leonardo y a Ricardo. - Muy bien. Ya nada de ustedes me sorprende ¿Qué tienen que decir al respecto? ¿Sr. Leonardo? - Volteó a verlo con indiferencia. Leon tenía la mirada fija en el director y no podía articular palabra. - Está bien, por lo visto no tiene una respuesta. Me temo, que sus oportunidades se agotaron, señor Méndez; así que le informo que tendrá que buscar otras opciones para cursar la preparatoria. Nos reservaremos el derecho de admitirlo nuevamente.

- Pero yo…

- Nada de excusas. - Fue interrumpido. - Sr. Leonardo. Usted y su amigo no han dejado de causar problemas desde que llegaron. Sr. Ricardo Jiménez. - Viendo a Ricardo como quien observa cual carne es mejor que otra. - Sr. Ricardo.

- Escúpelo ya, Gómez. - Lo retó Ricardo cansado de escuchar su voz. El director suspiró.

- Será expulsado. - Todos, excepto Ricardo, se estremecieron al escucharlo. - En el último año hemos tenido que soportar de usted un sin número de peleas, dos amenazas de incendio y una invasión de abejas. Creo que hemos sido demasiado flexibles con usted. - Dijo seriamente.

- ¿Recuerdas ese día? - Preguntó nostálgico a su amigo.

- No es el momento. - Le contestó Leon entre dientes.

- Y ustedes señoritas. - Dirigiéndose a Emma y las demás.

- Por favor, no las castigue, no fue su culpa. Yo fui la de la idea. - Suplicó Emma – Además fui yo quien le reventó el globo a Ricardo.

- Pero le ayudaron. - Insistió el director, señalando a las otras dos.

- Por favor. Yo recibiré el castigo por las tres. - Rogó. El director la miró atento.

- Emma, no es justo. - Replicó una de las chicas.

- Su acción solidaria es loable, Emma. Además, usted nunca ha causado ningún problema. No veo por qué no concederle el favor. Está bien, pueden salir. - Dijo el director con la voz llena de hastío. - Menos reportes que realizar.




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