El Secreto de Emma

CAPÍTULO 5. ESTIRANDO LAZOS

A la mañana siguiente David intentó levantarse de la cama, pero el dolor era insoportable. Difícilmente realizó sus actividades diarias. Al bajar a desayunar vio a sus padres sentados en el comedor. Álvaro, quien estaba sentado en la cabecera, se levantó ha ayudar a su hijo.

- Deja que te ayude muchacho. - Lo tomó del brazo.

- Gracias, papá. - Respondió avergonzado. Álvaro, también le ayudó a sentarse.

- Muy bien. Ahora sí, podrías darnos una explicación, por favor. - Le pidió su madre con claro tono de molestia. David iba a responder, pero Álvaro lo interrumpió.

- Deja que primero desayune, mujer. – Pidió a su esposa amablemente. - Debe tener hambre. - El chico respondió afirmativamente.

Cuando hubo terminado de desayunar. David les contó lo sucedido en el laboratorio de la escuela, sobre Vanessa y, que tal vez, Emma ya no volvería.

- Esto no es justo - Espetó molesto Álvaro. - Rodrigo no nos puede hacer esto. En tal caso, ¿Para qué mandó a Emma aquí en primer lugar?

- Del laboratorio ni te preocupes. Lo arreglaremos. Hablaré con el director. - Comentó Berenice. - Dios. Tu hermano siempre me tiene que dar estos disgustos - Dijo molesta.

- ¿Y por qué no han salido antes? - Preguntó su padre.

- La única vez que salimos, fue para conocernos mejor. Pero cuando quise que saliéramos nuevamente, me comentó que quería conocer más personas. Y cuando al fin accedió, la canceló varias veces por el castigo. Además, por lo que he notado. Emma no sabe nada sobre el acuerdo. - Explicó.

- Ya veo. Lo más extraño es que desde que se fueron Rodrigo y Vanessa han perdido contacto con nosotros. Desconozco en qué términos mandaron a Emma aquí. - Comentaba su madre. – Es muy irritante.

- Debemos buscar la manera de hablar con ellos, de convencerlos. No debemos preocuparnos. Hablaré con Roberto… - Dijo Álvaro animado.

- Emma nunca ha dicho nada sobre el tema. - Lo interrumpió David. - Tampoco de sus padres. Por alguna razón ellos no vienen tampoco por ella, ni vienen a pasar las vacaciones aquí. Prefirieron pedirle que regrese. – Los dos adultos meditaron la situación un poco. - También, creo que ella debe extrañar su casa, sus cosas y a sus amigos. Debe querer verlos. Así que, creo que no deberíamos interponernos. – Comentó David en tono melancólico. Berenice y Álvaro lo observaron detenidamente. Notaron una gran tristeza en su hijo.

- Bueno, David... – Le dijo su madre tomándolo de la mano. - Está bien, dejaremos todo como está y esperaremos a ver qué pasa. - Lo miró a los ojos. - Ay, Dios. Te ves terrible. Lo siento, hijo, no puedo verte.

***

El lunes por la mañana, toda la escuela se enteró de lo sucedido en el laboratorio del último piso. Como se habían imaginado, a los tres adolescentes les aumentaron el tiempo de castigo hasta las vacaciones de invierno; además de pagar los daños restaurando el material perdido. Aunado a eso, Leonardo fue fuertemente castigado por su madre y hermanos. Y aunque Emma tardó en hablarle, no pudo evitar perdonarlo. Muchos justificaron los golpes de Ricardo a la explosión, mientras que los de David se adjudicaron a una caída accidental por la escalera. Aunque los Méndez supieron la verdadera causa, se la ocultaron a Emma.

La última semana de clases Emma recibió muchas tarjetas y regalos de despedida de parte de sus compañeros y amigos. Y, a pesar de que no existía ninguna garantía de que Emma regresara en enero, David decidió tratarla con el mismo amor y respeto con el que la había tratado hasta el momento. Su partida le dolía mucho, pero estaba convencido de que lo mejor, era no presionarla y, tal vez ella cambiaría de opinión.

***

El último día de clases por la tarde David acompañó a Emma a casa de sus tíos. Cuando llegaron tenía ropa acomodada por toda su habitación y unas enormes maletas sobre la cama.

- ¿Quieres que te ayude? - Le preguntó David al verlas.

- Gracias. Puedo hacerlo sola. Siéntate dónde puedas. - Le respondió Emma, mientras se acercaba a una pila de ropa.

- ¿A qué hora te vas? - Preguntó con tristeza.

- Me voy mañana en el vuelo de las ocho. - Respondió, mientras acomodaba su ropa en las maletas.

- ¿De la noche?

- No. De la mañana.

- ¿Has hablado con tus padres?

- No. – Comentó distraída, mientras guardaba algunas cosas - ¿Me pasas esas toallas que están encima del escritorio? Por favor.

- Sí. - David obedeció. Cuando Emma se acercó a recibírselas. Él la cogió de la mano. - Emma, ¿Realmente te quieres ir? – Cuestionó el muchacho arrebatadamente con el corazón contraído en el pecho.

- En verdad, no es que me quiera ir. - Dijo con un suspiro. - Lo que quiero, es ver a mis padres, a mis amigos, mis cosas y los lugares que solía visitar. Pero me gustaría regresar.

- ¿Tú crees que te dejen volver? Tal vez si hablas con tu madre puedas saber si solo es un viaje corto o… - David no quiso terminar la oración. Cabizbajo volvió a tomar asiento. Emma lo miró tiernamente. Su corazón estaba triste y palpitaba pausadamente. Ese sentimiento lo había sentido antes. Sin embargo, sabía que era algo pasajero. Ella se sentó a su lado.




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