El Secreto de Emma

CAPÍTULO 8. SINSABORES

Han pasado seis meses desde que Emma y David empezaron a salir, aunque su relación era más cercana y sólida, ella aún aceptaba invitaciones de otros chicos. Gerardo le insistía que era lo mejor para ella. Sin embargo, David no se sentía intranquilo de llevar una relación poliamorosa, ya que él notaba que su novia, le daba cierta prioridad y no dudaba en declinar una cita, si él le pedía pasar tiempo juntos.

***

Diez días antes de terminar las clases, Emma y los Leo’s esperaban a David y a Gerardo en una cafetería. Gerardo quién terminó la preparatoria con excelentes calificaciones, logró una beca en una excelente universidad privada en la ciudad, dónde cursaría sus estudios en psicología; por lo que decidió buscar un empleo de medio tiempo para ayudar a sus padres a solventar los gastos. Mientras los jóvenes esperaban que saliera de una entrevista de trabajo, Emma recibió un mensaje de su padre.

“Hija. Queremos que vuelvas lo más pronto posible. Precisamos hablar contigo. En cuanto terminen las clases vuelve a casa. Te extrañamos mucho. Besos y abrazos.”

- ¿Qué tienes? – Le preguntó Leonardo al ver su expresión, asomándose a la pantalla del celular de su prima, mientras comía una copa de helado. Emma le prestó el teléfono.

- ¿Qué pasa? - Preguntó Leobardo, quien degustaba un pay de queso con fresas. Le mostraron el mensaje.

- Necesitan hablar conmigo. ¿Habrá sucedido algo malo? - Emma se preocupó.

- Tranquila. Cálmate. A ellos no les ha pasado nada malo. - Trató de sosegarla, Leobardo.

- ¿Por qué no les preguntas? Sino te contestan es que algo sucede, de lo contrario no te preocupes más. - Le sugirió Leonardo.

- Me da miedo. - Comentó nerviosa. Leonardo tomó el celular y escribió un texto.

“Papá. Tu mensaje me preocupa ¿Podría saber la razón del mensaje urgente?”

- Ya ves. Ya contestó. - Comentó indiferente.

- Léelo, tu primero. - Pidió aún preocupada.

“Hija, no te preocupes. Estamos bien. Tan sólo necesitamos que regreses. Pero, no puedo decirte nada por este medio. Por eso preciso que vuelvas pronto.”

- No es nada malo. Miren. - Leon mostró el mensaje. Emma quedó aliviada.

- Ya ves, no les pasó nada. - Dijo Leobardo. Finalizando su pastel. En eso, llegaron Gerardo y David juntos.

- Hola. Chicos. - Saludó David.

- ¿Todo bien? – Preguntó Gerardo al ver los semblantes preocupados.

- Hermano. ¿Qué te dijeron? – Preguntó Leonardo emocionado.

- Ya tengo trabajo. - Contestó sonriente.

- ¿En dónde? –  Preguntó contento Leobardo.

- En una librería a dos calles de aquí.

- ¡Felicidades! - Dijeron los tres.

- ¿Cuándo empiezas? - Preguntó emocionado, Leon.

- Debo iniciar la siguiente semana, después de clases y fines de semana todo el día.

- Entonces no podrás ir con nosotros a la playa. - Comentó David con pesar. Leobardo reaccionó sobresaltado:

- Y tú tampoco. - Señaló a su prima. Gerardo y David los miraron perplejos.

- Emma debe regresar a EU terminando las clases. - Explicó rápidamente Leon, mientras sorbía el resto de su helado. Ambos miraron a Emma.

- Dijiste que te irías hasta julio. - Comentó David sorprendido.

- Lo siento. Mi papá me pide que adelante el viaje. Dice que es urgente. – Dijo apenada.

- ¿No podrías desobedecerlo? David, pidió a sus padres ese viaje para todos para poder estar contigo. – Insistió Leobardo molesto.

- Leo. - Reprendió Gerardo disimuladamente.

- Creí que era para verla en traje de baño. - Comentó Leon distraídamente, tratando de comer todo el chantilly del fondo de su copa. Emma se apenó con el comentario.

- Muchachos. - Los regañó Gerardo.

- ¡No es por esa razón! - Se excusó David.

- ¡Él ya la ha visto en traje de baño cuando vamos al lago! - Regañó Leobardo.

- Quieren dejar ese tema en paz. - Dijo Emma molesta. Todos se quedaron callados.

- Tal vez puedas pedirle más tiempo. - Insistió David.                     

- Papá quiere hablar conmigo de algo importante. - Comentó intrigada. – No sé si se pueda.

- ¿De qué crees que quieran hablar? - Preguntó Gerardo. Emma lo pensó un momento.

- ¿Alguna idea? - Preguntó Leobardo.

- Tal vez mi tiempo aquí terminó. – Se cuestionó preocupada.

- ¿Qué? ¡No! ¡Otra vez! - Gritaron todos.

- Definitivamente no creo que sea eso. - Comentó Gerardo, recordando que sus tíos habían aceptado darle continuidad al contrato prematrimonial.

- ¿Por qué no? - Preguntó Emma con curiosidad.  Gerardo se limitó a sólo alzar los hombros, nervioso. - Pues, no se me ocurre otra cosa, que quieran decirme. - Todos meditaron la situación.




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