El Secreto De Emma. Tomo Ii. Ricardo

CAPÍTULO 9. CONJETURAS

La cita finalizó pronto, Leonardo debía llegar antes de las ocho. Eduardo se ofreció a llevarlo. Compraron algunas golosinas para ir comiendo, así como algunas revistas para ir chismeando. En un abrir y cerrar de ojos llegaron a la casa Méndez. Leonardo se sintió aliviado de que la cita hubiera terminado sin complicaciones. Eduardo ayudó a Leonardo a bajar las bolsas del maletero.

- Muchas gracias, Ed. Me divertí mucho. – Dijo Leon con las manos ocupadas llenas de bolsas. Eduardo sonrió complacido al verlo tan feliz.

- Me alegro. – Respondió.

- Entonces, nos vemos otro día. Te mando mensaje al rato. – Leonardo se sintió nervioso, hizo ademán de irse.

- Leo. – Lo llamó Eduardo. - Creo que se te olvidó algo. – Dijo aquél sonriente. Leonardo miró sus bolsas.

- ¿Qué?

- Acá, ven. – El muchacho señaló el maletero. Leonardo se acercó. - Mira hasta el fondo. - Leon agachó la cabeza tratando de ver adentro del auto.

- No veo. ¿Dónde? - En eso Eduardo se colocó, a su lado.

- Mira aquí. – Leon volteó a ver a Ed, este lo tomó de la barbilla y le dio un beso en los labios. Leonardo de la sorpresa se alzó rápidamente, se golpeó la cabeza con la puerta de la cajuela y salió corriendo hacia su casa. Eduardo lo miró divertido. Cuando este volvió al auto dijo a su chofer:

- Rubén, recuerda bien este camino. No dudo que debamos usarlo nuevamente. – Dijo complacido.

 

***

 

Leonardo entró corriendo a su casa, el montón de bolsas se le atoraron en la puerta, en cuanto pudo meterlas las lanzó a la sala.

- ¡Emma! – Subió gritando por las escaleras. Marya se asomó por la cocina y gritó:

- ¡Espera, Leon! – Su hijo no alcanzó a oírla. Leonardo al llegar al segundo piso fue directamente a la habitación de su prima.

- ¡Todo es tu culpa! – Gritó Leon, mientras abría la puerta, un golpe seco resonó en la habitación. Roberto, adolorido se asomó por detrás de la puerta. Emma se cubrió los ojos ante la colisión.

- ¡Leon! – Gritó su padre.

- Lo siento, papá. – Se disculpó nervioso.

 

Unos minutos después, Leonardo y Emma estaban sentados en la cama de la chica, mientras Roberto los miraba de frente, espaldas a la puerta.

- Como iba diciendo. Después de volver de mi viaje. Marya me informó sobre sus acciones. Y querría decirles que me encuentro sorprendido de tener pésimas noticias sobre ustedes tan pronto, pero ya sabía que podría suceder. – Los muchachos se miraron a los ojos. – Y aunque mi esposa ya les haya impuesto un castigo, en vista de mi ausencia, y que la falta fue muy grave. Se quedarán sin celular por un mes. – Los muchachos se quejaron al unísono. - El único momento donde podrán usarlo es durante la escuela. Además, cómo les encanta estar juntos, requiero de su presencia diaria a las 430 de la tarde en casa, excepto los días de entrenamiento donde ustedes deberán estar arribando aquí máximo 730. Su castigo de labores domésticas se extenderá a partir de ahora hasta cumplir un mes. Y está cancelados para ustedes los permisos para salir por la misma cantidad de tiempo.

- No, no, papá, pronto será mi cumpleaños.

- Lo siento, Leon. Tu conoces las reglas mejor que nadie. Entiende que lo que hicieron fue excesivo. – Leonardo no protestó más.

- En fin. – Roberto se estiró. – Lo mejor es que tomen un baño y se alisten para cenar algo. – El hombre se levantó de su asiento. Leonardo al verlo irse, corrió a abrazarlo.

- Me alegra que hayas vuelto. – Dijo Leonardo amoroso. Roberto le devolvió el abrazo.

- A mí también Leon.

- Te vimos por internet. – Comentó Emma emocionada. Roberto no muy animado por el comentario, trató de aminorar su vergüenza.

- Que bueno chicos.

– Lamentamos que no ganaran. – Respondió Leon.

- Fue un encuentro difícil. – Aceptó su padre.

- ¿Y el señor Álvaro? – Roberto desprendió una leve risa, antes de contestar.

- Él volverá en unos días, lo amonestaron por mal comportamiento. – Pero la risa le ganó al recordar. Leonardo le hizo segunda.

- Como siempre. – Comentó Leonardo saliendo con su padre de la habitación.

 

***

 

Esa misma noche, Gerardo terminaba su turno en la cafetería, cuando vio a Leobardo sentado en la parada del autobús.

- Leo, ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Por qué no entraste? Hace frío.

- Iba a entrar, pero te vi platicando con tu jefa. Decidí esperarte. – Gerardo sabía que algo no andaba bien, conociendo a su hermano, hubiera entrado sin importarle con quien estuviera. – El bus arribó, las personas que esperaban, subieron a él. Los muchachos lo vieron marcharse.

- ¿Problemas con Carmen? – Leobardo lo miró, su rostro se veía algo contraído. Después de unos minutos, se liberó con un suspiró.




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