Después de pasar cuatro días en el Corral. Emma decidió hablar con su madre y comentarle que estaba en México. Aunque al principio estaban muy enojados con ella, su madre y su abuelo, quedaron muy confundidos al saber que había vuelto sin ellos. Emma esperaba algún tipo de castigo, pero lo único que le comentaron es que debía presentarse ante los Jiménez y los Méndez y volver a sus actividades normales. Sobre su período de incomunicación debía decir que había perdido el celular cuando pasaron las vacaciones en unas cabañas en las aguas termales de Travertine, California. Aunque se sentía fuerte, la complexión de Emma aún se veía demasiado delgada y su semblante tenía un aire triste, a pesar de que sonriera. Ricardo le aconsejó quedarse un poco más, pero ella no deseaba dejar pasar más tiempo de clases, ya que los descuidos de un mes, no se borrarían en unos cuantos días. Conociendo su carácter Ricardo accedió y dejó a Leonardo al cuidado de su prima. Él aún permanecería en el Corral hasta que Henrick volviera, por lo que se reincorporaría a clases en cuanto eso ocurriera.
Al llegar a la casa Méndez, en la familia reinó una calma extraña. Estaban felices de ver a su sobrina, pero era tan notable el cambio físico de Emma, a pesar de los esfuerzos de ella por sobreponerse. Leobardo avisó a David de su regreso. Este inmediatamente, dejó sus cursos para ir a verla, y su aspecto le dio la misma impresión. Emma no habló mucho. Nunca contó a qué se debía su cambio. Se aferró a su mentira, sabía que no era creíble al ver la expresión de su prometido y sus familiares, así que trató de eludir la conversación preguntando por lo que había pasado en su ausencia. David contestó con tanta calma como pudo, tratando de guardarse sus lágrimas. Cuando Leonardo entró a su habitación con su cena y medicamentos. Todos comprendieron que algo terrible había pasado.
Cuando Leonardo salió David y Leobardo esperaban a Leonardo afuera de la habitación.
- ¿Podemos hablar? – Los tres entraron al cuarto de los hermanos. – Leon, ¿Qué fue lo que sucedió? – Preguntó David en voz baja. Leonardo guardó silencio.
- Habla Leon, discernimos que tu sabes algo. – Insistió su gemelo.
- No sé de qué hablan. – Comentó Leon nervioso.
- ¡¿Cómo no vas a saber de qué hablamos Leon?! ¡¿Por qué se ve así?! – Dijo David enojado en un tono elevado. En eso entró Gerardo a la habitación, regresaba del trabajo; al ver el ambiente tenso entre los tres preguntó.
- ¿Qué sucede?
- Emma volvió está en su habitación. – Respondió Leobardo.
- ¿En serio? – Dijo emocionado.
- Pero se ve muy mal. Se ve muy demacrada. – Comentó David.
- Creemos que Leon sabe qué le sucedió. Pero no quiere decir nada.
- Yo no sé nada. – Repuso Leon.
- No mientas. Tu siempre mientes. – Reprochó su gemelo.
- ¿Y papá? – Preguntó Gerardo.
– En el estudio. Está tratando de comunicarse con los padres de Emma desde hace rato. Parece que ya lo logró. – Respondió David. En eso entró Roberto con ellos. El semblante del hombre se notaba confundido.
- ¿Qué sucedió? ¿Pudiste hablar con alguien?
- De su tío aún no sabemos nada. Hablé con Vanessa, dice que su regreso se retrasó un poco. Ella y su padre regresarán en unos días. Pero que enviaron a Emma porque no querían que le perjudicara en la escuela. Pero no mencionó nada sobre su aspecto. Sigue diciendo que estaban de vacaciones en una cabaña en unas aguas termales, algo por el estilo. – Explicó Roberto.
- ¿Acaso esa agua hace qué te enfermes o qué? Por supuesto que es mentira. – Dijo Leobardo tajantemente. Todos le lanzaron una mirada incómoda. Aunque sabían que era verdad. Leonardo trataba de no ponerse nervioso, pero se sentía rodeado por su padre, David y sus hermanos. – A ver papá. ¿A ti no te parece extraño que Leon desapareciera dos días, el lunes llegara a la escuela cómo si nada y dos días después llega con mi prima a la casa? Díganme, ¿no les parece extraño? – Comentó Leobardo. Roberto guardó silencio y miró a todos. Él tenía la misma duda al respecto. Leonardo se sintió acorralado.
- Yo sé lo mismo que ustedes. Ella sólo me envió un mensaje hoy en la mañana, me dijo que había llegado sola. Que si podía verla en la central de autobuses para traerla a casa. Además, donde vaya es cosa mía. Papá ya me castigó por ello. Así que no tienes por qué meterte. – Reprochó Leonardo.
- ¡Mientes! – Gritó Leobardo.
- ¡Ya basta! – Se escuchó a Emma gritar desde la puerta. – Por favor. Dejen a mi primo en paz. Leon está diciendo las cosas tal cual pasaron. Perdí mi celular y fue el primer número que recordé. – La chica estaba muy disgustada. - Y sí ya sé que me veo horrible. Si tanto les molesta debían decírmelo en la cara. Me enfermé del estómago durante las vacaciones y me dio anemia. – Emma se sonrojó al decirlo. - Le pedí a mamá que me apoyara mintiendo, porque me daba vergüenza. ¿Están contentos? Volví en cuanto me sentí mejor. – Gruñó. - ¿Por qué tienen que ser tan insensibles? ¿Acaso no pueden respetar mi intimidad? – Volvió a gruñir, antes de irse. - Hombres. – Después de ese regaño nadie más quiso tocar el tema por temor a hacerla enfadar nuevamente. Lo que fue un alivio para Leonardo. Aunque Emma tuvo que cuadrar la mentira con sus padres y su abuelo, quienes también tenían amplio interés en que nadie supiera al respecto.