Emma llamó a sus escoltas y pidió que la recogieran. Mientras esperaba en la camioneta, envió un mensaje a su madre explicando que tenía una fuerte migraña. Inmediatamente Vanessa se disculpó con los Jiménez de parte de ambas y se retiró.
Cuando se sintió más calmado Ricardo volvió a la mesa con sus padres.
- No creí encontrarte aquí. Las Canul se fueron hace rato. – Comentó Álvaro. – El examen terminó, el martes harán una ceremonia en la academia para dar los diplomas a los que pasaron. Así que puedes irte si quieres. – El semblante de Ricardo se veía ojeroso.
- Creo que será lo mejor. La resaca te hace lucir enfermo. No quiero que la gente piense mal de tu hermano. – Le dijo su madre. Ricardo los miró molesto.
- Me alegra haberlos ayudado. – Dijo con rencor. Recordando el gran sacrificio que había hecho por ellos.
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Al entrar a la camioneta Vanessa notó que el maquillaje de Emma era un desastre. La chica temblaba luchando por contener el llanto. La mujer la observó disimuladamente por un rato, hasta que los nervios se le crisparon y necesitó de un cigarro.
- Si tanto lo necesitas hazlo en silencio. – Emma al escucharla comenzó a llorar disimuladamente durante todo el camino. Cuando llegaron a la casa, Vanessa pidió a sus escoltas y a su chofer dejarlas solas un momento. Uno de ellos antes de bajar le dio disimuladamente un pañuelo.
- Señorita. – La llamó para llamar su atención. Emma asintió ligeramente y tomó el obsequio. En cuanto estuvieron solas. Vanessa comenzó.
- No sé que es lo que haya ocurrido. Y realmente no sé si preguntarlo. Conociéndote debes estar lloriqueando por tu suerte con esta familia. – Emma iba a reprocharle, pero ella la detuvo en seco. – Déjame hablar. Escucha. Cualquiera que sea el problema que tengas, debes entender que ante el mundo Emma representas a una familia, un apellido. En tus hombros llevas la imagen de tu abuelo y la mía. Debes entender que ya no eres una niña que pueda llorar por los rincones como un animal asustado. Eres una Canul lo que significa que somos líderes por naturaleza, por lo tanto, no puedes estar agachando la cabeza ante nada. ¿Cómo impondrás respeto con tu debilidad? Alza la cabeza Emma, afronta la vida. La vida es cruel y no está para complacernos. Lo más inteligente es tomar los frutos que más te convengan de ella y aprovecharlos. Y no voltear la mirada a cosas sin sentido, ni situaciones que te hagan bajar la mirada. Y si sientes que no puedes, compórtate y guarda todo eso para cuando estés sola, mientras mantén la mente fría y clara, por favor. – Finalizó Vanessa antes de salir. Emma comprendió los consejos de su madre, a pesar de no sentirse lista para ir a la escuela se guardó su dolor y realizó sus actividades como solía hacerlo.
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A partir de ese día Ricardo no fue visto, ni en su casa, ni en la escuela, incluso en el corral. Aunque David tuvo que presentarse en la academia el martes, donde para su sorpresa recibió su diploma y una medalla que destacaba su sobresaliente desempeño durante el examen. Sin embargo, faltó a la escuela tres días para mejorarse, al igual que Leo. Para fortuna de Emma Leon sólo asistió el día lunes y parecía que ignoraba todo lo ocurrido en el cotillón. Este al notar a su prima muy ojerosa, consideró que tal vez había dormido poco por la fiesta del día anterior, sin embargo, la mayor parte del tiempo que pasó con ella se vio pensativa y triste, por lo que intuyó que ocultaba algo.
Preocupado por que fuera algo que tuviera que ver con Rick, le mandó un mensaje. Este no contestó. Esa misma noche Leonardo avisó a Eduardo, este le comentó que no habían sabido nada sobre Ricardo en el Corral y Henrick lo buscaba desde el sábado. Por lo que el muchacho le envió mensaje a José. Este a pesar de la hora contestó inmediatamente y le envió una dirección. Al día siguiente, Leon aprovechó la ausencia de David y Leobardo para escaparse de la escuela e ir en su búsqueda. El lugar era en la parte baja del sur de la ciudad, ahí José esperaba a su jefe afuera de un barsucho de mala muerte.
- José. – Lo llamó Leon al verlo. – ¿Y Rick?
- No sé, joven Leon. El jefe entró ahí desde el domingo y no ha salido, le he mandado mensajes, pero no contesta.
- ¿Y no has entrado a preguntar? – Cuestionó preocupado Leonardo.
- No joven. El patrón me tiene prohibido despegarme del auto por cualquier emergencia. Aunque él haga trabajos que le toman días; yo siempre me quedo aquí. Pero ya no sé, si está trabajando o está ahogado allí adentro; como últimamente lo hace. Pero si usted entra a ver me quitaría la preocupación.
- Está bien José, gracias. – Leonardo con mucho miedo entró al lugar. El sitio olía horrible era una combinación de olores: manteca rancia, vomito y orín. Había varios hombres desgarbados balbuceando, cantando y gritando cosas inentendibles. Leon miraba por todos lados, temeroso de no hallar a su amigo. Cuando cruzó todo el lugar, llegó junto a la barra, asustado, con los ojos llorosos, preguntó al cantinero por Ricardo. Este al ver la foto de Rick, señaló un rincón a lado de la barra. Y efectivamente lo halló tirado en la esquina que señalaba aquel hombre, completamente sucio, vestido con un esmoquin azul agua marina.