Evelina
Corro desesperada por el bosque, sintiendo cómo mis pulmones arden y los músculos de mis piernas queman con cada zancada. Escucho sus pasos acercarse; cada vez los siento más cerca. Quieren quitarme a mi bebé, arrancarla de mis brazos para matarla. Me escondo detrás de unas rocas y, a los pocos minutos, oigo cómo pasan por el camino donde estuve hace apenas un instante.
Uno, dos, tres... —cuento mentalmente antes de volver a correr en dirección contraria—. Necesito llegar lo más pronto posible a la avenida. Siento la respiración de la pequeña sobre mi espalda.
«Eso es, pequeña, sigue durmiendo. Por favor, no despiertes», ruego en mis adentros.
Es hora de correr
Corro con todas mis fuerzas, atravesando el bosque mientras los árboles se desdibujan a mis lados. El silbido del viento es interrumpido por el veloz paso de las flechas rozándome.
Maldita sea, me han visto.
Diviso mi objetivo y, sin pensarlo, saco la última piedra explosiva de mi bolso. La lanzo hacia ellos y, en cuanto impacta, el estruendo resuena en el aire.
¡Perfecto, lo logré!
Aprovecho la oportunidad para correr hasta la carretera y tomar un respiro. Los cazadores no pueden entrar en territorio humano. Esa es la regla. Miro hacia atrás y veo a William. Me observa con furia, como si quisiera arrancarme el corazón con sus propias manos.
—Tienes que entregarnos al heredero junto con la Esmeralda, Evelina. ¡Está escrito! —ordena con voz firme.
Le sostengo la mirada y sonrío con ironía. Él sabe que esto está mal. Las reglas han cambiado. Hay una verdad oculta que ellos no quieren aceptar.
—Tú sabes bien que esto no es lo correcto —susurro.
Levanto mis manos hacia el cielo e invoco a las estrellas y a la luna. Ellas descienden lentamente sobre nosotros hasta envolvernos en su luz. Y así, desaparecemos.
Un nuevo destino
Cuando vuelvo a abrir los ojos, estamos en una hermosa casa dentro de una pequeña ciudad llamada New Kai. Tomo a mi pequeña en brazos y la envuelvo en sábanas de algodón egipcio, observando cómo se acurruca en ellas. Lloro, porque esta será la última vez que la veré.
—Estrellas y lunas, tan hermosas y puras, sean su guía, cuiden de ella, conviértanse en todo lo que necesite —murmuro, observando el rostro de mi bebé.
De repente, su forma cambia y frente a mí aparece una hermosa niña de ojos verdes.
Suspiro.
Debo encontrar a alguien digno de criarla. Alguien de buen corazón.
Mis ojos se posan en un joven de tez morena, quien pinta constelaciones en medio de la calle. Nadie parece prestarle atención, pero a él no parece importarle. Está tan absorto en su arte que es ajeno a todo lo que sucede a su alrededor.
Interesante.
Me acerco y en seguida percibo su aura. Es un alma noble y pura. No hay avaricia en su corazón. Es tranquilo, pero hay tristeza en él. Se siente solo.
Lo observo durante horas hasta que recoge sus cosas y se marcha. Lo sigo hasta una pequeña casa de madera, a las afueras de la ciudad. Aunque un poco desordenada por sus pinturas, se siente acogedora.
Es perfecta.
Espero a que entre y dejo a la princesa en una canasta frente a su puerta. Luego, me oculto en un árbol cercano para observar.
La pequeña comienza a llorar con tal fuerza que una tormenta estalla sobre el lugar. El joven sale apresurado para resguardar sus pinturas de la lluvia. Entonces la ve.
Se queda petrificado al notar la canasta y a la bebé en su interior. Toma a la niña con torpeza, asustado, pero cuando sus ojos verdes lo miran fijamente, su expresión cambia. Sonríe.
Sin dudarlo, entra a la casa. Desde la distancia, lo veo envolverla en sábanas secas y arrullarla hasta que se duerme nuevamente.
Este es el lugar perfecto.
Un sacrificio por amor
Camino hasta el corazón del bosque y saco una navaja forjada con la luz de la luna. Sin dudarlo, corto mis venas y dejo que mi sangre blanca se derrame sobre la tierra.
Por mi luna.
Por las estrellas.
Por mi Reina.
#571 en Fantasía
#384 en Personajes sobrenaturales
vampiros, lobos vampiros brujas manadas venganza, vampiros brujas magos
Editado: 13.04.2025