El Secreto De La Esmeralda

Capítulo 13: Canto De Brujas

Esmeralda

Observo el cielo estrellado desde el techo de la casa donde me estoy quedando, admirando las hermosas estrellas que adornan la noche. Escucho pasos acercándose y, segundos después, alguien se acuesta a mi lado. Sonrío internamente al percibir ese aroma tan adictivo, más peligroso que la peor droga. Me envuelve por completo, haciéndome desearlo aún más. Quisiera saciarme de él, pero no puedo... aunque espero que pronto tenga la dicha de hacerlo mío.

— ¿No puedes dormir? —pregunta Kele. Niego en respuesta.

Veo que ha traído una canasta con él. Miro el objeto con curiosidad y suelto una pequeña risa cuando lo veo sonreír divertido.

— ¿Tienes hambre, pequeña? —inquiere con suavidad.

Asiento y él abre la canasta, sacando varios bocadillos: fresas con chocolate, sándwiches y una botella de agua.

Tomo el agua para calmar mi sed. En ese instante, Kele se acerca más a mí, su respiración roza mi cuello y mi piel se eriza. Hace frío, pero el calor de su cercanía me provoca un escalofrío que me deja inmóvil. Estoy nerviosa... y también excitada.

— Yo también te deseo, Esme —murmura, elevando aún más mi ansiedad.

Después de eso, ninguno de los dos dice nada más. Comemos en silencio y luego charlamos sobre cosas triviales: libros que hemos leído, música y tareas de la escuela. Todo parece tranquilo hasta que noto a Alex escabullirse entre los arbustos, con Sam siguiéndola de cerca. Kele y yo nos quedamos en shock.

— Eso no va a terminar bien —dice Kele con seriedad.

— ¿Por qué siempre asumes lo peor? —le cuestiono, molesta.

— ¿Asumir? No estoy asumiendo nada, solo soy realista —responde con un deje de fastidio.

— ¿Realista? No puedes saber lo que sienten los demás.

— Dime, ¿qué hará tu amiga cuando Sam la deje porque encontró a su alma gemela? La va a destrozar —dice con frialdad.

— ¿Así como tú destrozaste a Cassie? —su pregunta me enciende, así que contraataco sin pensarlo. Kele me mira sorprendido—. ¿Crees que soy tonta? Veo cómo ella te busca desesperada y tú la miras con lástima, siempre consolándola.

— Esme, no es lo que piensas... —intenta justificarse.

— ¿Entonces cómo son las cosas? Sabes qué, mejor hablamos mañana —digo, poniéndome de pie. Con rabia, entro por la pequeña ventana que da a mi habitación. Lo último que veo es a Kele lanzando un suspiro antes de marcharse.

Maldición. Ni siquiera sé por qué estoy tan molesta.

Saco la pequeña bolsa donde guardo mis óleos y pinceles, tomo uno de los lienzos que Kele me compró y comienzo a dibujar. Sin embargo, antes de poder procesarlo, todo a mi alrededor se vuelve negro.

~*~

Alexandra

Corro nerviosa sientiendome feliz, necesito hablar con Esme, trato de no hacer ruido. Cuando entro en la habitación, el horror me paraliza: Esmeralda está pintando frenéticamente símbolos de sacrificio en todas las paredes. Parece... poseída.

—Esmeralda... —murmuro con precaución, aterrada.

Ella no responde. Me apresuro a ponerme mi pijama, que estaba en el suelo, sin apartar la vista de ella. Esme sigue en lo suyo, completamente absorta.

— ¡Papá, Conrad! —grito desesperada.

Conrad entra corriendo y su rostro se desencaja al ver la escena. Detrás de él vienen los guardias, incluyendo a Sam. Al principio, Sam me mira preocupado, pero cuando sus ojos se posan en Esmeralda, la expresión de horror en su rostro lo dice todo.

Los ojos de Esme están completamente blancos y de ellos caen gruesas lágrimas de sangre. Su imagen es espeluznante.

— Hermano, debes venir. Es una emergencia —escucho decir a Sam por el comunicador.

— Señor, debe salir de aquí, ella podría intentar hacerle daño —advierte uno de los guardias.

— ¿Estás loco? ¡No me iré de aquí! Es mi hija de quien estás hablando —gruñe mi padre, furioso.

— Esme, cariño, debes despertar —murmura papá, acercándose con cautela.

— Sí... debo despertar. Pero antes, necesito algo —responde Esmeralda con una voz que no es suya. Una voz oscura, desconocida.

Se voltea lentamente y, cuando creo que nada puede ser peor, ocurre lo impensable.

Esmeralda comienza a cantar un canto extraño y perturbador. Sus manos se alzan y, de repente, los objetos afilados de la habitación se elevan en el aire. Todo sucede en un parpadeo.

Una cuchilla atraviesa la garganta de Conrad, su cabeza rueda hasta quedar clavada en la pared.

Sam recibe una daga directo en el pecho.

Yo... no puedo moverme.

Lágrimas calientes corren por mis mejillas porque sé que esto no es Esmeralda. No es ella. Pero cuando despierte... va a sufrir.

— Ahora necesito la sangre de una vampira... y mira qué casualidad, tengo una aquí —susurra Esmeralda con una sonrisa macabra, antes de clavarme un pincel en la tráquea.

~*~

Kele

Corro desesperado hacia la casa donde se están quedando Esme y su familia. Apenas llego, escucho el alboroto y me horrorizo al ver los pasillos bañados en sangre. Un nudo de angustia se forma en mi pecho cuando percibo un sonido ahogado... alguien se está asfixiando.

Subo las escaleras de dos en dos y, al llegar, siento que el aire me abandona. Sam jadea en el suelo, con una daga clavada en el pecho. Me apresuro a sacársela, pero apenas me giro hacia la entrada de la habitación, un mareo me golpea con brutalidad.

Los dibujos... están por todas partes.

El cuerpo inerte del señor Conrad yace en un charco de sangre.

Y Esmeralda...

Ella está apuñalando a Alex en la garganta.

—¡Esmeralda! —grito, tratando de acercarme, pero mi madre me detiene con fuerza.

—¡Sal de aquí! ¡Ella no está aquí! Nosotras nos encargaremos —ordena Amina con firmeza.

En ese instante, mi madre lanza lo que parece ser sal, y desde afuera de la casa resuena el canto de las trece brujas. Esmeralda suelta un grito desgarrador, se agarra la cabeza con ambas manos y se retuerce de dolor.




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