El Secreto De La Esmeralda

Capítulo 15: ¿A dónde se fue tu amor?

Esmeralda

Hace unos días fue la graduación de la escuela y faltan exactamente tres días para mi cumpleaños número dieciocho. Me siento tan perdida y fuera de mí. Jamás imaginé que el ser humano pudiera soportar este tipo de dolor, el que cargo en mi alma. ¿Cuánto aguanta un corazón antes de romperse? No encuentro la salida, y tampoco sé cuál es la solución para seguir adelante.

Aún veo su rostro impactado, sus ojos abiertos, llenos de terror y tristeza. Soy la culpable de su muerte, y eso ni nada ni nadie podrá cambiarlo.

Las noches se han vuelto interminables, plagadas de pesadillas en las que revivo una y otra vez ese instante fatal. Me despierto con la sensación de mis manos aferrándose a su rostro, aferrándose a la vida. No importa cuánto intente convencerme de que no tuve otra opción, de que no fue mi culpa... porque en el fondo sé la verdad. Yo estaba ahí. Estas manos fueron las que le quitaron la vida. Le quité la vida a quien me salvó la mía.

Cada vez que Alex o Kele se acercan con esa mirada llena de cautela, de pena y compasión, como si fuera una figura de cristal a punto de romperse, solo siento más furia. Me dan ganas de quemarlo todo. Si tan solo hubiera ardido esa noche...

Kele y Alex intentan distraerme, mantenerme en el presente, pero sus esfuerzos son inútiles. No quiero hablar, no quiero salir, no quiero fingir que todo está bien cuando no lo está. Porque jamás volverá a estarlo.

En tres días cumpliré dieciocho años, y en vez de sentir emoción, solo hay un peso en mi pecho. ¿Cómo puedo celebrar el día en que nací cuando su vida fue arrebatada? ¿Cómo puedo permitirme seguir adelante cuando todo dentro de mí está atrapado en el pasado?

Me levanto de la cama con un suspiro, arrastrando los pies hasta la ventana. Llena de odio y rencor, observo cómo el mundo sigue girando como si nada hubiera pasado, como si la vida no se hubiera detenido para mí.

Pero, papá... ¿a dónde te fuiste? ¿Por qué no vuelves y me dices que esto no pasó, que solo fue otra de mis pesadillas?

Presiono la frente contra el vidrio frío y susurro en la oscuridad:

—Si me escuchas... dime, ¿cómo sigo sin ti?

La puerta se abre lentamente, y un escalofrío recorre mi espalda. Me siento incómoda al ver que es Kele quien entra con otra bandeja de comida. Una que, claramente, no comeré.

—Amor, tienes que comer. No puedes seguir matándote de esta forma —dice con voz preocupada.

Levanto la mirada, sintiendo el ardor en mi garganta, sintiendo las lágrimas quemándome los ojos.

—Pero, ¿y si eso es lo que quiero? —murmuro con la voz quebrada. Mi pecho se sacude con la fuerza de mis sollozos—. Si quiero morirme, ¿me ayudarías? —pregunto, sintiendo cómo las lágrimas caen sin control por mi rostro—. Dime, Kele... ¿me ayudarías a acabar con este remordimiento? Por favor, dime, porque ya no aguanto más esto.

Grito con todo el dolor que llevo dentro, mi llanto se desborda, mis gritos son tan fuertes que siento cómo mi garganta arde.

Kele se estremece y, con los ojos vidriosos, me toma de los brazos.

—No vuelvas a decir eso, por favor. No fue tu culpa, amor, no fue tu culpa, y él lo sabe. —Su voz suena ahogada.

Pero yo solo sacudo la cabeza, con la desesperación clavada en cada fibra de mi ser.

—Sí fue mi culpa... sí lo fue...

~*~

Kele

Después de tres meses, Esmeralda finalmente ha estallado. Se ha abierto conmigo. Ha dejado salir todo ese dolor que ha cargado sola.

Aún recuerdo lo perdida que estaba el día del funeral. No era ella. Solo era un espejismo.

No se movió de la tumba de su padre por tres días. Mi padre tuvo que ir por ella, cargándola en brazos, porque se había desmayado por la falta de alimento y sueño.

Y aún ahora, la conversación que tuve con él sigue martillándome la cabeza.

—Hijo, ¿estás seguro de que quieres seguir con esto?

Lo miré, confundido.

—Papá, ¿a qué te refieres?

Su expresión era sombría.

—Por un demonio, Kele... esta chica tiene problemas más allá de nuestro entendimiento. Tiene poderes que ni ella misma comprende. Y nosotros tampoco sabemos cómo ayudarla. ¡Mira lo que le hizo a su padre!

Su mandíbula se tensó, pero yo no dudé al responder.

—Eso no fue culpa de ella. Alguien más lo hizo.

—Lo sé, pero dime... ¿qué harás cuando tenga otro episodio como este?

Esa pregunta me atormentó. Me sigue atormentando.

—Papá, ella es mi luna. Ella fue asignada para mí. Y, aunque no lo fuera, igual lucharía por ella y por su bienestar.

Él suspiró, pasándose una mano por el rostro.

—¿Aunque te arrastre con ella? ¿Aunque acabe contigo?

Mis puños se apretaron.

—La amo, papá. Es lo único que sé.

Ahora, alejo mis pensamientos al sentir la mano de mi madre sobre mi hombro. Me hace una seña para que no haga ruido. Es un milagro que Esmeralda haya decidido descansar.

Nos alejamos del cuarto y nos dirigimos al balcón, donde podemos hablar con tranquilidad.

Mi madre suspira.

—Pobre chica... todo por lo que ha tenido que pasar —murmura con la mirada triste—. Tengo que decirte algo, hijo. Es importante.

—¿Qué sucede?

—La situación ha seguido empeorando. Han seguido atacando otras manadas... también otras especies.

Frunzo el ceño.

—¿A qué te refieres, mamá?

—Están atacando a todo el mundo sobrenatural. Y, si seguimos así, vamos a extinguirnos todos.

—¿Qué vamos a hacer?

Ella respira hondo antes de hablar.

—Nos comunicamos con los ancianos. Ellos hablaron con los jefes de otras especies... y se tomó una decisión.

Su pausa hace que mi estómago se hunda.

—¿Qué decisión?

—Los jefes de cada especie deben unirse y crear un heredero. Ese heredero será reubicado en una casa de protección para garantizar nuestra supervivencia. Las trece brujas también estuvieron de acuerdo.




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