🌘 Epílogo: Susurros del Rubí
Aziza
En los rincones más oscuros de una cueva en el bosque, Esmeralda yace encerrada en un círculo de contención, debilitada por Yumna, quien está trabajando para eliminarle la memoria. Todo salió a la perfección, mejor de lo que alguna vez pensé. Escuché cómo comenzaron a entrar los 13 lobos que mi esposo secuestró para mí. Tenemos que realizar el sacrificio para lograr que ella pierda su alma por completo.
—Mi bella esposa, aquí te traje lo que me pediste —dijo Abdel sonriéndome. Me acerqué a él y le di un casto beso en los labios.
—Gracias, mi amor.
Observé cómo Yumna seguía recitando aquella oración para debilitar la mente de Esmeralda. Estaba comenzando a irritarme el hecho de que tardaba demasiado, y tenemos el tiempo contado. Conociendo a Amina, no tardará en dar con este lugar al ver que ninguno de nosotros se encuentra en la manada.
—Estás tardando mucho, Yumna, y sabes que tiempo no tenemos.
—Lo sé, pero me está costando. La chica tiene una mente fuerte, no me está dejando entrar —murmura ella sin verme a la cara.
—¿Qué podemos hacer? —cuestiono. Ella se queda callada por varios segundos—.
Comiencen a matar a los lobos, estoy a punto de entrar a su mente.
Sonreí satisfecha. Tomé mi daga y les corté el cuello a todos. Cada uno fue cayendo como moscas. Abdel ni se inmutó, sabe que esto es necesario. En ese momento vi cómo mis dos preciosas hijas venían hacia mí.
Karime está dentro del cuerpo de su tonta amiga Cassie y Laila solo tiene aquella mirada de mosquita muerta. ¡Qué decepción de hija!
—Ya he borrado su memoria, Aziza —dice Yumna feliz—. Está todo listo para enviarla a Rumania.
—Sabes que no quería que solo perdiera su memoria. ¡Quiero que pierda su alma! —digo enojada. Yumna me ve seria.
—Mamá, deja las cosas así. Esmeralda ya no recuerda nada. Solo vamos a desaparecerla —dijo Laila, haciéndome enojar.
—¡Cállate, Laila! ¡Nuestra madre sabe lo que hace! —grita mi hermosa Karime, dándole una bofetada a Laila.
—Papá, deténla. Pagaremos muy caro lo que ella está pidiendo —grita Laila, enojándome más.
—Calla. Tu hermana tiene razón. Tu madre sabe lo que hace —responde Abdel, mi bello esposo, siempre tan obediente.
—Hazlo, Yumna. Elimina el alma de Esmeralda —ordeno.
—Sabes que el jefe pedirá el alma querida, un alma a cambio de otra alma —avisa Yumna, pero no me importa. Puse un bloqueo en mí para que no sepa quién es mi alma querida.
—¡Hazlo!
Yumna no dijo nada. Se quitó un collar que lleva siempre con ella, se acercó a Esmeralda y comenzó a hablar en un idioma demasiado antiguo. No podía entender lo que decía. De pronto, las velas que iluminaban el lugar se apagaron y comenzó a hacer mucho frío.
Demasiado frío.
Algo no está bien.
—Él está aquí —avisa Yumna, feliz.
De pronto, escucho los gritos de mi esposo y de mis hijas. Sus gritos son desgarradores, tanto que me están volviendo loca de desesperación.
—¡Mamá! —gritaron Karime y Laila a la vez, pero no eran sus voces de ahora. Eran sus voces de cuando tenían tres años.
—¡Aziza! —gritó Abdel.
¡No, mi familia!
—Tranquila, Aziza. Solo él está jugando con tu mente —murmuré conmigo misma.
De pronto, las velas se encienden nuevamente, revelándome la aterradora imagen de todos los lobos que asesiné, mirándome directamente a los ojos. Y de pronto, cada uno comenzó a levitar y, sin cerrar los ojos ni dejar de mirarme, comenzaron a cantar una canción que perfectamente conocía.
¡No, no, no, no!
—Mami, ayúdame —gritó la pequeña Karime. Corrí hacia ella, pero cuando pensé que la había tomado en mis brazos, esta se esfumó.
—¡Detén todo, Yumna! —ordené.
—Ya es muy tarde, Aziza. Él se enojó porque no confiaste en él. Hiciste un bloqueo de alma para que no supiera quién es tu alma querida, y a él no le gusta que lo tomen por tonto —dice Yumna.
—¡Deténlo ahora! —grité, corriendo hacia ella para asesinarla. Yumna me lanzó un hechizo, pero lo esquivé, y llegando a ella, le arranqué su corazón con mis propias manos. Sonreí porque todo se había detenido. Pero las velas volvieron a apagarse y sentí cómo mi corazón se detuvo.
—Adiós, Aziza —dijo Yumna detrás de mí.
No es posible.
Las velas volvieron a encenderse. Esmeralda no se encontraba en la cueva y tampoco había rastros de Yumna. Solo vi cómo Laila y Abdel observaban un punto fijo, los dos en estado de shock, y cuando pude ver y entender lo que ambos veían, me rompí por completo. El corazón que sostenía en mis manos era el corazón de mi hija Karime, quien yacía muerta en el suelo.
—¡Karime! —grité, rompiendo en llanto, viendo a mi hermosa niña muerta.
—Te lo dije, mamá, que cometerías un error —dijo Laila con la mirada llena de odio.
—¡Oh, luna, te has llevado a mi pequeña! —gritó Abdel, sosteniendo el cadáver de Karime—. ¿Por qué lo hice? ¿Por qué lo hice? ¡Mi familia tenía razón!
En ese momento, entró toda la guardia real: Kamal, Kele, Amina y la amiga vampira de Esmeralda. Voy a morir, lo podía sentir en mis entrañas. Podía escuchar el canto de las 13 brujas afuera. No podía salir. Yumna me ha traicionado.
—¿Dónde está Esmeralda, Aziza? —gritó Kele. Maldito niño, por su culpa mi niña está muerta.
—Jamás la volverás a ver —avisé, sonriente. De pronto, sentí cómo Amina me daba un puñetazo en la cara y Kamal me arrancó una pierna con su boca de lobo.
—¡Habla ahora o te asesino! —ordenó Kamal.
Reí con tanta fuerza que sentía cómo mi garganta se había roto de tanta presión y comencé a saborear el sabor metálico en mi boca.
—¡Qué graciosos! ¿De verdad piensan que me importa morir? Lo perdí todo. Lo menos que me importa es la muer... —murmuré, sintiendo un vacío en mi pecho. Estaba confundida, hasta que vi la cara de satisfacción de la amiga vampira y todo se volvió negro.
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Editado: 13.04.2025