La puerta sellada
Gabriel
El aire en la habitación es pesado, denso, como si estuviera apretado entre las paredes de la mansión, presionando sobre nosotros. No puedo quitarme la sensación de que algo ha cambiado en este lugar. No es solo la presencia inquietante del espejo, ni las sombras que parecen moverse por sí solas, es todo. La mansión está viva de alguna forma, respirando con nosotros. Y ahora, más que nunca, siento que está observándonos.
Valeria está junto a mí, empujándome con más fuerza de lo que creí posible. Sus manos son frías, pero su toque me hace sentir algo extraño, como si hubiera algo más que solo miedo en sus ojos. Algo que no logro identificar. Algo entre nosotros. Pero no es el momento de pensar en eso. No aquí, no ahora.
—Gabriel, ¿estás bien? —me pregunta con voz temblorosa, como si intentara deshacer el hechizo que la mansión ha lanzado sobre mí.
Mis ojos no se apartan del espejo. En él, la figura se mueve. Es solo una sombra, pero la percibo con más fuerza ahora, como si quisiera atravesar el cristal, como si estuviera esperando algo de mí. Algo que no entiendo.
Lo peor de todo es que no me atrevo a apartar la mirada. Hay algo en esa figura que me atrae, algo que no puedo negar. Algo que… me llama.
—Gabriel, ¡mira! —Valeria sacude mi hombro con fuerza, y eso me hace finalmente reaccionar. Mi mente, que había quedado atrapada en el reflejo, se desconecta por un momento.
Su voz suena más urgente ahora. Eso me hace darme cuenta de lo que está pasando. La mansión no solo quiere algo de nosotros. No, la mansión quiere que permanezcamos aquí. Nos está atrapando, nos está envolviendo con su maldición, con sus sombras, y no podemos seguir ignorándolo.
—Tenemos que salir de aquí —digo finalmente, mi voz sale rasposa. La mansión ha tocado algo en mí, algo que está más allá de mi comprensión. Mi mente está abrumada, pero algo en mi interior me dice que aún no estamos listos para escapar.
El estruendo de la puerta que se cierra tras nosotros nos hace saltar. El sonido retumba en las paredes de la mansión, y el eco se alarga como un suspiro. No me atrevo a mirar hacia atrás, pero sé que algo nos está siguiendo. Algo que no está dispuesto a dejarnos ir tan fácilmente.
—¿Escuchaste eso? —pregunta Valeria, su voz ahora más agitada.
Miro hacia ella, y por un instante, todo parece detenerse. La mansión, el espejo, las sombras. La sensación de ser observado se intensifica, y es como si la mansión estuviera esperando algo de nosotros, algo que aún no entendemos.
—Sí —respondo, mi mente aún atrapada en el eco de esa puerta cerrada. —No podemos dejar que la mansión nos venza. Debemos encontrar lo que está buscando.
De repente, algo resplandece en la oscuridad de la habitación, un leve destello de luz que llama nuestra atención. El símbolo en la pared, el mismo que habíamos visto antes, parece brillar con vida propia. Es como si nos estuviera desafiando, como si estuviera invitándonos a descubrir su secreto.
—Esto... —murmura Valeria, acercándose al símbolo. Sus palabras quedan atrapadas en el aire mientras sus ojos recorren las líneas entrelazadas en la pared. —Esto está relacionado con todo lo que hemos visto.
El símbolo parece latir con cada latido de nuestros corazones. Es el mismo símbolo del medallón, el que ha aparecido en nuestros sueños, en los relatos del diario de Isadora Salvatierra. La conexión es clara ahora, y aunque el miedo nos envuelve, no podemos detenernos.
—Gabriel… —susurra Valeria, mientras sus dedos tocan suavemente el símbolo. —Esto es lo que nos ha estado esperando.
Asiento, aunque el miedo que siento crece. Sabemos que no podemos irnos ahora, no sin entender qué es lo que nos ha traído hasta aquí. La mansión tiene sus reglas, y nosotros somos parte de su juego.
En ese momento, el resplandor del símbolo se intensifica. La luz comienza a vibrar, y un sonido bajo se escucha a través de las paredes, como un rugido distante. El suelo tiembla bajo nuestros pies, y un escalofrío recorre mi espalda. No sabemos lo que está sucediendo, pero el ambiente se ha vuelto aún más opresivo. Es como si la mansión estuviera a punto de revelarnos algo crucial, pero a un precio que aún no comprendemos.
—Gabriel, ¿qué hacemos ahora? —La voz de Valeria es un susurro lleno de tensión. Y aunque el miedo se ha apoderado de ella, no hay duda en sus ojos. Está lista para enfrentarse a lo que sea.
—No tenemos elección. —Mi voz sale más firme de lo que me siento. —Debemos seguir adelante, aunque no sepamos lo que nos espera.
En ese momento, el símbolo de la pared parece responder, como si nuestra decisión hubiera activado algo dentro de la mansión. Un temblor recorre el suelo, y una puerta oculta en la pared comienza a abrirse lentamente, como si hubiera estado esperando a que llegáramos.
—Esto es lo que estábamos buscando —digo en voz baja, con la sensación de que algo grande está por suceder. Aunque no estoy seguro de que estemos listos para enfrentarlo, una parte de mí sabe que no hay marcha atrás.
Valeria da un paso atrás, con la mirada fija en la puerta que se abre ante nosotros. La mansión parece respirar con nosotros, como si esperara que diéramos el siguiente paso.
—Vamos —dice, con una determinación que me sorprende. La puerta está abierta, y lo que sea que nos espera detrás de ella, no tenemos otra opción que enfrentarlo.
La mansión ha comenzado a revelar sus secretos. Y aunque el miedo sigue acechando, también hay una sensación extraña, una urgencia de descubrir la verdad que nos mantiene en pie.