El Secreto De La Mansión Embrujada

Capítulo 11

Gabriel

El silencio que sigue a la revelación del diario es insoportable. No sé si es el miedo o la inevitabilidad de lo que hemos comenzado, pero algo en el aire ha cambiado. La mansión, que antes solo nos miraba desde sus rincones oscuros, ahora parece estar completamente consciente de nuestra presencia. Es como si hubiésemos cruzado una línea invisible, como si el acto de leer esas palabras sellara nuestro destino, y de alguna manera, ya no había marcha atrás.

Valeria está junto a mí, como si fuéramos una sola sombra en el vasto y oscuro hallazgo. Puedo sentir su respiración entrecortada, el temblor en sus manos, aunque ella lo disimula bien. Lo intento también, aunque sé que no lo logro. La tensión nos rodea, nos aprisiona. Lo peor de todo es que cada vez me siento más atrapado. La mansión está jugando con nosotros, y no estamos listos para lo que venga.

—¿Qué hacemos ahora? —pregunta Valeria, su voz es más baja de lo que esperaba. Parece tan perdida como yo, pero hay algo más en su mirada. Algo que no puedo describir. Algo que me hace pensar que, aunque estemos juntos en esto, sus pensamientos son tan oscuros como los míos. Puede que no lo diga, pero lo sé.

La pregunta resuena en la habitación, pero no tengo respuesta. Lo único que sé es que hemos estado caminando hacia algo más grande, más peligroso, y que nada en esta mansión es lo que parece. Cada pared, cada suelo de madera crujiente, cada sombra, todo está impregnado con una historia oculta. Lo peor de todo es que el diario, ese maldito libro, parece tener las respuestas, pero no nos las da fácilmente. Está como si nos estuviera probando, como si cada palabra, cada página, nos empujara un paso más cerca de algo que tal vez no queramos entender.

Sin embargo, lo que más me inquieta no son las palabras que leímos, ni las imágenes distorsionadas en el espejo, ni siquiera las extrañas sombras que parecen moverse con vida propia. Es la sensación de que estamos siendo observados. Como si alguien, o algo, nos estuviera siguiendo en cada paso. La mansión parece estar respirando, adaptándose a nosotros, absorbiéndonos poco a poco.

—Mira, Gabriel. —Valeria me agarra del brazo y señala hacia el pasillo a lo lejos. Está oscuro, casi completamente. No sé cómo no lo vi antes, pero ahora hay algo en la pared que me llama la atención. Un símbolo, tallado con precisión en la piedra. Es un círculo rodeado por líneas extrañas, como un mapa o un sello.

—Eso… eso no estaba allí antes —digo, la voz me sale rasposa. Mi mente ya no sabe si lo que veo es real o una manifestación de todo lo que hemos vivido hasta ahora. Pero lo que veo no puede ser un error. El símbolo está demasiado claro, demasiado deliberado. Como si estuviera esperando que lo encontráramos.

Me acerco, y Valeria me sigue de cerca. Cada paso que damos en ese pasillo oscuro parece resonar en un vacío enorme, como si estuviéramos rompiendo el silencio de siglos. La sensación de que nos observan aumenta, pero no hay tiempo para pensar en eso. Algo nos está llamando, y no podemos ignorarlo.

El símbolo está grabado en la pared con una precisión inquietante. Las líneas se entrelazan de una forma que no puedo comprender del todo, pero lo que sí puedo ver es que hay algo en el centro, algo como una ranura o una hendidura, tan pequeña que casi podría pasar desapercibida. Pero está allí, esperando ser descubierta.

—Esto… ¿qué es? —Valeria susurra, y en su voz escucho el mismo temor que siento. No hay respuestas, solo más preguntas.

—No lo sé, pero creo que estamos cerca de algo importante —respondo, aunque mis palabras no suenan tan seguras como deberían. La mansión está llena de secretos, y este símbolo parece ser una puerta hacia más. Algo que no quiero entender.

De repente, un ruido sordo interrumpe el silencio. Es un crujido lejano, como si algo pesado se moviera en la oscuridad. Nos miramos, sabiendo que no es nuestra imaginación. Algo se está moviendo en la mansión, algo que no podemos ver, pero que sentimos. La sensación de que estamos siendo observados, perseguidores de nuestra propia curiosidad, se intensifica.

Sin pensarlo, levanto la mano y empujo suavemente en el centro del símbolo. Algo responde. Hay una vibración en el aire, casi imperceptible al principio, pero pronto se convierte en un zumbido sordo que reverbera en todo el pasillo. El sonido es como un canto lejano, un susurro, pero parece provenir de todas partes a la vez.

Con un movimiento lento y cuidadoso, la pared se desplaza hacia un lado, revelando una puerta secreta. La niebla fría que emana de esa abertura me hace dar un paso atrás. No es niebla normal, la niebla parece tener algo más, algo palpable, como si fuera un recordatorio de lo que estamos a punto de enfrentar.

—¿Entramos? —Valeria me mira, y su rostro refleja una mezcla de miedo y determinación. Sé lo que está pensando. No quiere dar un paso atrás. Ninguno de los dos lo quiere.

—No hay vuelta atrás —digo, mi voz firme, aunque dentro de mí siento el mismo miedo. Sabemos que cada puerta que abrimos nos acerca más al centro de todo esto. Pero ya no hay opciones. El destino de todos parece estar entrelazado con esta mansión, y lo que sea que nos aguarde más allá de esta puerta será lo que determine lo que nos queda.

Juntos, cruzamos el umbral, dejando atrás la luz de la mansión y entrando en la oscuridad de lo desconocido.




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