El secreto de la princesa -parte dos-

Capítulo 16: INCREÍBLE

Parte uno: Hellen

La libertad es lo más hermoso después de la vida y Hellen lo entendió tarde. Siempre lo tuvo todo, pues en la mansión las cosas se le habían dado todo sin problema, pero cuando fue cómplice de Úrsula, lo echó todo a perder. Ahora estaba arrepentida.

Sin embargo, Hellen actuó por miedo aquella mujer perversa que la amenazó. Y después de haber desaparecido por un tiempo, hizo mal en regresar, pues Úrsula la encerró por cinco años. No vivió incómoda, pero sí con el temor de que Úrsula la matara en cualquier momento.

Después de la muerte de Christie, pasaron dieciséis años, y Hellen en todo ese tiempo, jamás volvió a ser igual, pues en ella el pasado pesaba mucho. Había sido cómplice de la muerte de su niña Christie, la niña de sus ojos, al igual que Úrsula, sin embargo quería más Christie.

Por eso para Hellen era más doloroso aquel pasado, porque había sido cómplice en el malvado crimen que Úrsula cometió.

Por esto Hellen lloraba y muchas lágrimas corrían por sus mejillas. Isaías escuchó todas aquellas declaraciones.

―No puedo creer todo lo que me dices ―dijo disgustado el hombre―. La perversidad de Úrsula es inmensa. ¡Está loca! ―dijo desesperado.

Hellen aun lloraba.

―Desde hace mucho me reprocho esto, Isaías. Todo fue mi culpa. Ella es perversa y yo no podía hacer nada contra ella. Me tenía encerrada ―continuaba sollozando―. Por suerte pude escapar y lo bueno es que la iglesia sigue donde mismo que hace dieciséis años y que tú sigues aquí. Úrsula debe estarme buscando como loca y como es inteligente, estoy segura que llegará hasta aquí por mí.

―¡Esa mujer es el demonio! ―Isaías llevó su mano a la boca y dirigió su mirada al techo―. Perdón Señor, pero es la verdad ―y se dirigió a Hellen―. Las cosas no pueden seguir así, debes informar al comandante Márquez.

―Primero me gustaría ver a Albert, él debe saberlo antes que nadie, él debe enterarse de toda la verdad ―sugirió la mujer.

Hellen había estado vagando por el reino, buscando la iglesia. La encontró ya tarde y se quedó a dormir en las afueras, en una banca. En la mañana Isaías la encontró.

Ahora se encontraba en la casa de Isaías, ubicada atrás de la iglesia, en el costado izquierdo. Tomaba chocolate caliente.

―Tienes razón, hermana ―dijo el hombre―, Albert debe saber que estás aquí. Tú tienes que explicarle las razones por las que fuiste cómplice de Úrsula. Sé que no estará nada contento, porque hace mucho tiempo que quiere castigar a las culpables de la muerte de Christie y para él, tú eres una de ellas.

―Lo sé Isa ―dijo calmada Hellen―, pero estoy segura que si le explico lo que pasó y las razones por las que callé y huí, él entenderá y tal vez me perdone ―dijo animada―. Te juro que a nadie le dolió la muerte de mi niña Christie tanto como yo ―dijo con tristeza―. Ella era la mujer más encantadora de todas. Pero por envidia Úrsula la asesinó.

―Algo tenemos que hacer, hermana. Nada de esto quedará impune, te lo aseguro ―se acercó a Hellen y le dio un abrazo, le tomó las manos y la miró a los ojos―. Lo bueno de todo es que estás bien y que estás arrepentida. Pensé que nunca volverías, o que tal vez algo te había pasado. Yo también pensé que eras culpable, pero ahora estoy seguro de tu inocencia ―su rostro se notó preocupado―. Sin embargo, como te dije, ante los ojos de Albert eres culpable, pero debemos limpiar tu nombre. Extrañaba tu compañía ―dijo Isaías esbozando una sonrisa.

Hellen también estaba contenta, pues Isaías era el único pariente que tenía y sabía que le ayudaría a limpiar su nombre frente a Albert.

―Gracias Isaí por creer en mí ―dijo la mujer―. No has cambiado nada a pesar de que eres más viejo que yo ―dijo Hellen tratando de hacer reír a su hermano.

―Eres mi única hermana Hellen y por eso estaba triste de que no estuvieras conmigo. También por todo lo que Albert me platicó sobre ti. Me habló del odio que sentía por Úrsula y de alguna manera, también por ti. Pero supongo que evitó decírmelo para que no me sintiera mal. Sin embargo pude notarlo en su rostro al pronunciar tu nombre.

―Albert siempre fue un buen hombre, Isa. Él no merecía nada de lo que Úrsula le hizo. Por eso debo verlo lo antes posible y confesarle toda la verdad. ¿Dónde lo puedo encontrar?

Isaías no dijo nada y se levantó de su asiento.

―¿Qué pasa? ―pregunto extrañada Hellen.

El hombre la miró nuevamente y retiró los anteojos que le cubrían los ojos.

―Es que… ―comentó enigmático―… hay algo que no sabes sobre Albert.

―¿A qué te refieres? ―preguntó confundida.

―Es un secreto que Albert ha decidido no revelar, pues imagina que si Úrsula llega a saberlo, podría atentar contra su vida o contra la vida de la princesa.

―Pero, ¿qué secreto es? ―preguntó Hellen intrigada.

―Hellen, Albert hoy en día es el rey de Valle Real ―le dijo Isaías sin rodeos.

La mujer estuvo sorprendida por aquellas palabras y no supo qué decir.

Por varios segundos solo se escuchó el ruido en la calle y lejanamente algunos perros ladrando.

―Albert Madrid, el rey de Valle Real. ¡Qué sorpresa! Pero, ¿cómo? ¿Cuándo?




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