El secreto de la princesa -parte tres-

Capítulo 18: NUEVOS PLANES

Parte uno: Los planes de la Bestia (continuación)

―¿Secuestrar? ―cuestionó inmediatamente el Guiller.

La Bestia, por su parte, lleno de orgullo y con la cabeza erguida se dio media vuelta y miró al que habló.

―Qué pasa, Guillermo ―su voz fue burlesca―. ¿Ahora te da miedo secuestrar a la princesa? ―y habló efusivo para el resto―. Vamos muchachos, es una excelente oportunidad para comenzar con nuestra labor.

―Señor  ―dijo Ricky―, nosotros pensamos que volver a nuestra labor era seguir robando, como antes, como siempre lo hemos hecho, y claro, con el liderazgo de su parte, por supuesto.

―Uno no debe estar haciendo siempre lo mismo, mi querido Rick. Cuando el enemigo conoce lo que uno hace, es más fácil detenerlo. Entonces, como el comandante Márquez ya sabe que estamos de regreso, lo último que puede esperar es que la princesa de su amado rey sea secuestrada. Además, es más fructífero un secuestro que un robo, y tratándose de la princesa, te puedo asegurar y les puedo asegurar a todos, deja muchas más ganancias.

―Tiene razón, señor, yo estoy de acuerdo en participar ―comentó el Garrocha.

―Me parece estupenda tu respuesta, mi querido Frank.

―Pues por mí no hay ningún problema, a mi díganme rana y yo salto con gusto  ―fue el comentario de Jame, el Fortachón.

―Excelente, muchacho, no podía menos esperar de tu parte ―respondió la Bestia.

―Gracias, señor, ya sabe que con usted hasta el final  ―fue la contestación de Jame.

―Pues no hay nada que decir, usted sabe que jamás lo dejaría solo  ―aseguró Rick.

―Sé lo que eso significa Rick y…  ―miró a los demás, que eran Erick, El Guiller e Isaac, quienes permanecían callados.

―Pues por mi parte no hay problema  ―habló Isaac―, no me voy a echar para atrás a estas alturas. Este, me refiero, a estas alturas del negocio, no a mi altura, ya sé que estoy chaparro…

Hubo algunas miradas y sonrisas que comprendieron el jocoso comentario.

―¡Estupendo, Isaac!  ―dijo el de la voz ronca.

―Yo tampoco tengo problemas en participar, claro, siempre y cuando tenga mi parte en el atraco, lo demás no importa. Aunque, me gustaría saber cómo le vamos a hacer para poder secuestrar a esa princesa; no podemos entrar al palacio y raptarla.

―Tienes razón, mi querido Erick  ―el vozarrón artificial de la Bestia se oía por todas partes―. Hay que trazar un buen plan para poder secuestrar a esa princesita. ¿Alguien tiene alguna idea?

―Señor  ―se escuchó la voz balbuceante del Guiller―, yo tengo alguna información que le podría interesar. Y por supuesto que estoy con usted en este nuevo propósito.

―Muy bien, Guiller, entonces tú y yo tenemos que hablar, pasa por favor al interior de la cabaña ―miró hacia el lugar y corrigió―: quiero decir, adentro de este intento de cabaña ―volvió el rostro hacia los demás―. Ustedes esperen aquí, enseguida volvemos.

La Bestia siguió al Guiller.

Los cinco ladrones, aún en la sombra del árbol, se vieron entre sí. No sabían que decir ante la nueva noticia.

Pasó buen rato hasta que los ausentes regresaron. Salieron de la casucha y la Bestia dijo unas palabras, limpiando la garganta antes para que su voz pudiera salir clara y resonante como siempre.

―Bueno chicos, ya he hablado con el Guiller y hay buenas noticias para lograr nuestro objetivo. Sinceramente la idea de secuestrar a la princesa al principio me pareció descabellada e imposible, más el destino siempre ayuda a quien lo necesita y justo ahora sé cómo poder lograr lo que nos proponemos. Espérenme aquí, en cuanto tenga el plan, hablaré con ustedes.

La Bestia caminó hacia la cabaña.

―Señor, ¿puedo hablar un momento con usted? ―era Erick.

El que vestía de negro se dio media vuelta y miró fijamente al muchacho.

―¿Qué sucede, Erick?

―Preferiría que habláramos a solas  ―contestó acercándose.

―Como quieras. Entra.

Erick avanzó hacia la puerta de madera vieja y desportillada de aquella cabaña. Pronto estuvieron adentro.

La Bestia se quedó de pie cuando cerró la puerta, Erick aún le daba la espalda porque contemplaba el arruinado cuchitril, pero pronto se volvió.

―Te escucho  ―dijo la Bestia en tono desinteresado.

―Le quiero preguntar quién le pidió secuestrar a la princesa y por qué razón.

La Bestia soltó una carcajada estridente. Luego dejó de reír y el ambiente se tornó serio y desagradable.

―¡Vaya, vaya! Te has vuelto realmente muy curioso, mi querido Erick, incluso más de lo que deberías y eso no me gusta nada, absolutamente nada ―fue severo en sus últimas palabras―. Te pido por favor que te dejes de preguntas tontas y desagradables y si no tienes nada más que decirme, sal por favor, necesito pensar en un plan.

Erick se molestó, pero no lo contradijo.

―Está bien, señor, no le preguntaré nada más. Pero, una cosa, por favor  ―de pronto el orgulloso Erick se desplomó al suelo y se agarró de la rodilla de la Bestia y miró su rostro cubierto en lo alto. Los ojos del joven antipático se habían llenado de agua sin llegar a derramarla―. ¡Por favor! ¡Por lo que más quiera… devuélvame el caballo!




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