El secreto de la princesa -parte tres-

Parte tres: Momento de actuar

«Cuando todo parece perfecto, algo sale mal».

 

No fue nada fácil llegar hasta aquel lugar. Los cuatro sinvergüenzas la hicieron caminar todo el tiempo. Y ella, la princesa, estaba exhausta, completamente cansada. En todo el camino no dejó de derramar lágrimas, pero en ningún momento dijo nada, solo gimoteaba y padecía las burlas de los sinvergüenzas que se reían de ella por la posición en que estaba, haciendo comentarios desagradables y a la vez halagadores.

―Quien la viera, tan bonita y tan tontita ―comentó burlesco Frank.

―Sí, por andar queriendo ver a un pobre idiota ahora está secuestrada, pobrecita ―se mofó el Guiller.

―Pues yo sí me caso con ella, está hermosísima ―dijo seductor Jame con su voz grave.

―A mí se me…

―¡Ya cállense todos! ―interrumpió a Isaac la voz grave de la Bestia―, estamos a punto de llegar.

Todos guardaron silencio y siguieron avanzando por el camino. Solo se escuchaba el sonido del pasto al ser pisado, mientras tres hombres seguían a la princesa y la Bestia los guiaba adelante. Iban por una zona boscosa, llena de árboles y ramas que crecían en todas direcciones. Se podía oír el canto de las aves y sonidos extraño de diversos animales.

En pocos minutos llegaron a la casucha abandonada. La Bestia ordenó a los tres que iban con él llevar a la joven al interior de la choza. Ellos obedecieron.

La sentaron y la ataron de pies y manos. Sus ojos permanecieron cubiertos, no tenían ni la más mínima intención de revelarle el lugar donde estaban.

Gisselle tenía las manos atadas por la espalda y solo se veían lágrimas rodar por su rostro, pasando por las comisuras de sus labios, aterrizando en sus ropas blancas, empolvadas por el trayecto. Ahí la dejaron y salieron todos de la cabaña.

En el exterior la Bestia los esperaba, quería felicitarlos.

―Ha sido un poco arriesgado, pero ha concluido satisfactoriamente. Ahora tenemos a la princesa. Debemos hacer la nota que le enviaremos al rey para pedir el rescate por la chica. Necesito que sean muy específicos y le dejen muy en claro al rey que si se entera la policía de este secuestro ya no volverá a ver a su hija nunca más, ¿entendido?

Todos esperaban, como de costumbre, a que Rick dijera algo, pero no estaba, él no había participado en el secuestro. Entonces quien habló fue Jame, que era quien tenía la voz más grave después de La Bestia, aunque claro, la de él si era auténtica.

―Entendido, señor. Nosotros haremos la nota y se la haremos llegar al rey.

―Que sea lo antes posible. Por ahora debo marcharme, volveré más tarde ―comentó complacido la Bestia.

―Señor ―se apresuró a decir el Guiller. La Bestia parecía mirarlo a través de la tela negra que cubría su cara―, ¿dónde está Rick? ¿Por qué no fue con nosotros?

―Lo envié a que cobrara el rescate pendiente  con la señora Grettel, más tarde regresa ―respuso la Bestia―. ¿Alguna otra pregunta?

Todos negaron con la cabeza. Ya sabían lo que tenían que hacer.

―Estupendo ―continuó el de voz ronca―. Entonces les encargo a esa princesita. Recuerden que es nuestra garantía para obtener una gran suma de dinero. Además, también es la garantía de sus vidas, porque si algo le llega a pasar en mi ausencia ustedes serán los únicos responsables.

―Descuide señor, la cuidaremos muy bien, cuando usted vuelva la encontrará como la dejó.

―Eso espero, mi querido Isaac, sería lamentable que las cosas no sucedieran como a mí me gusta.

Luego de estas palabras, se marchó.

 

Justo cuando La Bestia se había perdido de vista en el monte, llegó Erick.

 

―Hasta que apareces ―comentó Frank con sorna.

―Si tienes algún problema, dímelo ―respondió Erick en tono alterado.

―Solo era un comentario, no te esponjes, hombre.

―Pues evítate tus comentarios. ¿Dónde está el jefe?

―Se acaba de ir ―contestó Jame.

―¿A dónde? ―preguntó imperioso Erick.

―No sabemos, nunca nos lo dice, ya lo sabes ―intervino Isaac.

―¿Dejó dicho algo?

―Sí, que cuidemos de la princesa hasta que él regrese. Por cierto, ¿por qué no fuiste cono nosotros al secuestro? ―preguntó Jame.

―Tuve otras cosa que hacer. Yo hablaré con el señor al respecto.

―Está bien. Bueno, pues hay que hacer algo divertido, todo está muy aburrido. Saquen las cartas o el dominó. Juguemos póker o al hoyito amarillo, para distraernos mientras esperamos a que lleguen de nuevo el señor y Rick ―dijo Jame.

―¿Dónde está Rick? ¿El por qué no asistió? ―preguntó Erick.

―Fue a cobrarle a la señora Grettel lo del asuntito de los perritos y de la viejita que mataron ―comentó Isaac.

―Ah.

 

Pronto se pusieron a buscar qué hacer ya que no tenían barajas ni dominó y ningún otro tipo de juegos. Decidieron hablar un poco sobre lo que habían hecho en los dos años que estuvieron ausentes. Estaban debajo de un árbol contándose las anécdotas vividas.




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