El rostro escondido de la Bestia bajo la capucha se sorprendió por las palabras de Ricardo. Entonces lo soltó y él cayó de nuevo al suelo, emitiendo un quejido de moribundo y provocando un ligero chasquido al momento de tocar la tierra del suelo.
La Bestia se quitó la capucha y descubrió su rostro sólo ante los ojos de Rick.
―No, no, no, no, ¡NO! ―repitió con verdadero enfado, tomando la silla en la que había estado sentada la joven, luego la estrelló contra la pared―. ¡No pudo haber escapado, ya todo estaba listo! ―bramaba colérica la Bestia.
―Cálmate por fav…
―¡¿Qué?! ¿Qué me calme? Cómo me pides eso, Rick. ¡Se escapó! Sí lo entiendes, verdad, se-se ―tocaba la cabeza del chico en el suelo con los dedos enguantados, pero mirándolo a los ojos― se ¡escapó! ―gritó―. Levántate y explícame cómo sucedió todo. No, no. Espera, primero deja despierto a toda esta bola de idiotas.
La Bestia no quería que nadie conociera su rostro todavía, por eso lo volvió a ocultar. Si se había quitado la máscara de tela era porque estaba enfadado completamente y quiso mostrarle su cara a Ricardo.
Pronto los demás fueron despertados por chorros de agua en el rostro. Unos reaccionaron al instante, pero a otros, como el Guiller e Isaac, tuvieron que zambullirlos en la palangana para que la falta de oxígeno bajo el agua los hiciera reaccionar, así que pronto daban agitados resoplidos que los salvaban de la muerte.
En ese momento a la Bestia no le hubiera importado que se ahogaran, porque a fin de cuentas no habían cumplido con su encargo, siendo que les había encargado estrictamente la vigilancia y el cuidado tenaz de la joven, y habían fracasado.
Total, que una vez que todos pudieron ponerse de pie, la Bestia los colocó en frente, en línea recta para poder dirigirse a todos directamente. El orden era el siguiente: Rick, Jame, Frank, Guillermo, Erick e Isaac. La Bestia se acercó primero a Isaac, quien miraba en diferentes direcciones evitando el rostro cubierto de su jefe, sentía nervios y no sabía qué decir por lo ocurrió, mas La Bestia no preguntó nada, sólo pasó su mano derecha hacía el hombro izquierdo y asestó el dorso contra la mejilla derecha del pequeño Isaac.
―¡Papanatas! ―espetó con furia.
Avanzó hacia la izquierda y quedó en frente de Erick, quien al ver lo que le hizo a Isaac, temió que le hiciera lo mismo, y no erró. Aunque la mano que la Bestia se llevó al hombro fue la izquierda, colocándola en el hombro derecho y asestando la mejilla izquierda de Erick, contrario a lo ocurrido con Isaac. Cuando lo golpeó dijo «debilucho». No hubo resistencia. Erick solo se quedó tallando la mejilla cuando la Bestia avanzó hacia el Guiller, quien temblaba por lo que imaginaba sucedería. Cerró los ojos cuando miró a la Bestia en frente de él. Tomó al Guiller de los hombros con las dos manos y lo inclinó para alcanzar su estómago con la rodilla.
―¡Idiota! ―gritó furioso.
El Guiller dejó escapar un chillido.
Frank era mucho más alto que la Bestia, así que sólo le estampó dos golpes fuertes en el estómago y el hombre alto solo pujó.
―¡Tan grandote y tan inservible! ―insultó.
Al llegar a Jame sólo le dio unos pisotones en los pies y no lo insultó.
―Ahora todos lárguense. No quiero a nadie en este lugar, fuera. Quiero que vayan a buscarla, donde esté, la quiero de regreso. Les advierto que si no la traen con ustedes no regresen, porque entonces los que no volverán a la vida serán ustedes cuando atraviese la hoja de mi espada contras sus inútiles cuerpos. Vamos, que esperan. Esta espada atravesará a alguien, ya sea a ella o a ustedes. Elijan.
―Es que ―comentaba Isaac―, no se nos hace justo que no le pegue a Rick, él tampoco pudo contra la princesa.
Ricardo mantenía la mirada en el suelo. La Bestia se sorprendió de que juzgaran sus decisiones, no pensaba responder, pero lo hizo.
―Mi querido Isaac Blanco, hazme el favor de cerrar tu estúpida boca y limítate a escuchar y obedecer. Ya me encargaré de Ricardo yo. Ahora váyanse. ¡Largo a todos! Sólo quédate tú, Ricardo.
―Sí, señor ―contestó el nombrado.
Los demás salieron cabizbajos, sin decir nada.
Pronto la puerta se cerró tras ellos. Ricardo rompió el molesto silencio.
―¿Qué piensas hacer? ―preguntó tímido.
La Bestia se quitó nuevamente la capucha, mostrando su rostro ante aquel que se lo conocía perfectamente.
―¡Esto no puede ser! ―le dijo con disgusto―. No entiendo cómo pudo escaparse. Se veía tan débil, tan frágil. Como una joya que sólo sirve de adorno. Como una pintura que no sirve para nada más que para ser observada. Explícame Rick, explícame qué rayos sucedió.
―Tal vez era lo mejor. Tú no eres un criminal. Tal vez no debías asesinarla como pretendías.
―Eso no me importa ahora. Porque una vez que la encuentren lo haré, me desharé de ella. Porque más les vale a esos zopencos encontrarla, Ricardo. Y quiero que vayas con ellos, porque por lo visto no saben hacer nada bien.
―En realidad no fue culpa de ellos.
La Bestia frunció la frente como indicio de sorpresa.
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Editado: 30.08.2020