Parte uno: Enfrentado a la bruja
Albert se quedó pasmado, con los ojos muy abiertos y un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Fue como si un rayo le hubiera caído en ese instante. A toda prisa subió las escaleras y miró frente a frente a su temida enemiga. Sí era Úrsula, pero más madura y con más perversidad en sus ojos.
―¿Qué haces aquí? ―le espetó el rey en tono helado y con cierta agresividad disimulada debido a la presencia de su hija―. Ven, tenemos que hablar.
Y sin previo aviso, Albert tomó de la muñeca a Úrsula y la jaló escaleras abajo, pero la mujer se rehusó.
―Tranquilo, querido John ―y liberó su mano―. ¿A dónde me llevas? Creo que la preciosa Gisselle querrá muchas explicaciones. Ella también puede ir con nosotros.
Pero Albert se encontraba muy molesto, así que de nuevo tomó a la mujer de la muñeca y le dijo:
―Hablaremos en privado solo nosotros dos. Date prisa ―esta vez el rey habló con los dientes apretados.
La mujer de rojo no objetó más, le dedicó una sonrisa a su sobrina y acompañó al rey. Bajaron las escaleras y avanzaron por el corredor ancho rumbo a la sala privada.
Gloriett subió las escaleras hasta donde estaba Gisselle.
―Mi amor, qué bueno que llegó tu padre. Al fin puedo hablar contigo a solas.
―Yo no tengo nada que hablar contigo, fuiste muy grosera con la tía Úrsula, nana ―respondió la princesa en tono molesto.
―Pero es que, hija, tú no sabes quién es realmente esa mujer. Ella, ella es un monstruo.
―Mira, nana, si te vas a expresar mal de ella, mejor me voy ―advirtió la muchacha, indignada porque su nana hablaba mal de su recién llegada tía.
―Espera ―pidió Gloriett al ver que la princesa se alejaba―. Sé que no soy la persona indicada para decirte esto, pero no puedo más. Vamos a tu recámara, aquí pueden escucharnos.
―¿De qué hablas? ―preguntó Gisselle mirando a quien le hablaba―. Si vas a decirme algo que sea aquí. No veo necesario ir a la alcoba.
―Es algo delicado, hija. Es sobre esa mujer y la razón por la cual tu padre le habló de esa manera. ¿Te diste cuenta que tu padre no estuvo feliz con su presencia en el palacio?
Ante estas palabras Gisselle se mostró más interesada. De algún modo Gloriett había tocado un punto muy importante. Albert no había tratado con mucho cariño a su tía y eso era muy misterioso. El rey siempre había mostrado ser una persona amable, respetuosa, cordial, pero de pronto, ver a su tía, despertó en él un Albert rabioso, furioso que no se había visto antes.
―A ver, te escucho ―comentó la doncella.
Gloriett habló en voz baja, pero con claridad.
―Gisselle, hija, es muy difícil para mí decirte esto, pues no sé cuántas mentiras te habrá dicho esa mujer durante el tiempo que estuvieron juntas.
―Dime lo que me quieres decir, si me dijo mentiras o no, yo lo decidiré. Habla ―comentó la chica en tono serio.
―La razón por la cual tu padre reaccionó de esa forma al ver a esa mujer es porque ella es una… una asesina...
―¿Una qué…? ¿Cómo puedes decir eso de ella? Lo estás inventando…
―Lo siento hija, pero es la verdad ―comentó Gloriett―. Esa mujer no puede estar aquí porque ella… ella asesinó a tu madre.
Al escuchar aquellas palabras, el rostro de la princesa sufrió una leve transformación, como si le hubieran dado un golpe en alguna parte del cuerpo. También su rostro adquirió un tono rígido, como si le hubiera molestado aquella declaración.
―¿Qué es lo que dices? ¿Estás loca de remate, acaso? Mi tía jamás habría hecho algo así. Ella amaba a mi madre. Ella la atendió en el parto y hubiera querido salvarla, pero mi madre no resistió. Tú eres una calumniadora de lo peor, nana.
―No, hija, no ―dijo llorando Gloriett―. Ella te mintió. Debes creerme. Tu padre no hubiera querido que lo supieras, pero es la verdad.
―Estás mintiendo ―aseguró Gisselle―, mi tía es buena, ella es muy bondadosa.
―Te ha mentido, Gisselle. Créeme, por favor ―suplicó la nana tomando las manos de la mucha, pero ella la esquivó.
―Claro que no. Quién miente eres tú. No te creo nada. Eres una mala mujer ―gritó la muchacha, echó a correr hacia su recámara y cerró la puerta con fuerza. Puso seguro y se sentó sobre la cama.
No quería creer lo que acababa de oír, pero las palabras de Gloriett habían tocado en lo más profundo y la duda ya estaba sembrada. ¿Y si realmente fuera verdad lo que dijo Gloriett? ¿Si su tía Úrsula hubiera asesinado a su madre? La idea parecía aberrante, descabellada, horrenda, pero… ¿por qué Gloriett sería capaz de inventar algo así? ¿Acaso era verdad? Cómo saberlo.
Después de meditarlo un rato, se levantó, quitó el seguro y abrió la puerta. Bajó las escaleras y llamó a Gloriett en voz alta, ella salió de la cocina.
―¿Qué pasa, hija? ―preguntó la nana con extrañeza.
―Nana, si lo que me dijiste es verdad, dame pruebas.
Gloriett aspiró profundamente…
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Editado: 30.08.2020