Cuando Abel salió, se encontró con la falsa Gisselle en el pasillo. Ella lo ignoró y entró a la sala.
―¿Qué ocurre, padre? ―preguntó la chica acercándose al rey.
Albert la miró a los ojos.
―Debo decirte algo, hija. Algo que yo no sabía, pero que al parecer es verdad y me tiene muy desconcertado. Por favor, siéntate ―la chica se sentó en el mismo lugar donde estaba Jan minutos antes y Albert continuó―. En el reino existe una joven llamada Zuleica y es tu hermana gemela. Pienso ir con Úrsula, ella tendrá que explicarme…
Enseguida la joven lo tomó de la mano, estaba alarmada.
―Padre, sería mejor que hablaras con la señora Hellen. Ella me habló sobre el tema. La tía Úrsula podría echarte mentiras y falsear algunas cosas, en cambio la señora Hellen, estoy segura, te dirá solo la verdad.
El rey pareció meditar.
―Tienes razón ―convino Albert―. Será mejor hablar con Hellen.
―Si lo deseas puedo ir por ella para que venga a hablar contigo ―se ofreció la muchacha.
―Me parece bien, hija. Dile que aquí la espero.
Zuleica salió de la sala y en pocos minutos estuvo de regreso. Junto a ella venía Hellen. La plebeya disfrazada de princesa los dejó solos.
―John ―dijo la vieja Hellen―, lamento todo lo que ocurrió, yo… ―la mujer se soltó a llorar.
Albert permaneció en silencio. Cuando ella se calmó le dijo:
―Hellen, te he juzgado mal. Espero que comprendas mi proceder. Ahora te pido que me digas qué sabes de la segunda niña, la que se robó Úrsula.
Hellen fue sincera.
―Se llama Zuleica Montenegro y está en el reino. Úrsula la crio a su manera y sé que es una joven sumamente rebelde y altanera. Pero eso no es lo más grave, tiene pretensiones de grandeza y es capaz de todo con tal de salirse con la suya. Úrsula al parecer la contagió de su misma maldad.
Aquella descripción encajaba perfectamente con el perfil de un cómplice de la Bestia, por esa razón y con mayor urgencia, Albert deseaba que Zuleica fuera capturada y traída a su presencia.
―Pobre hija mía, le ha hecho tanta falta mi cariño. Úrsula fue demasiado lejos…
La conversación entre Albert y Hellen se prolongó bastante rato. Cuando ya tenían casi una hora en la sala privada, Abel regresó al palacio acompañado del comandante Adell.
Patty les abrió la puerta y pidieron audiencia con el rey. La muchacha condujo al comandante a la sala privada.
Llamaron a la puerta y Albert abrió. Le pidió a Adell que entrara a la sala privada. Él lo hizo y saludó cortésmente a Hellen.
Albert los presentó y el comandante quedó sorprendido.
―Perdone, ¿no es ella la cómplice de la señora Úrsula, que usted tanto quería que atrapáramos? ―preguntó el oficial.
―Sí, es ella ―respondió el rey―. Pero ya no es necesario que la capture, se trató de un mal entendido. Hellen en realidad fue víctima de Úrsula. Ahora, qué me reporta de Zuleica Montenegro.
―Lamento informarle, majestad, que no tengo las mejores noticias. Esa joven de la que usted me habla ha desaparecido. En todo el reino no se habla de otra cosa que no sea la desaparición de Zuleica Montenegro. Hay varias versiones, pero la realidad es que ya no se ha visto por ningún lado, lo cual confirma que se ha marchado, está desaparecida o ha…
―Eso no es posible, comandante. Debe encontrarla ―contestó Albert en tono preocupado.
―No hay dónde buscar, majestad. No hay rastro de ella, ninguno. Pero es importante que sepa que ella estuvo aquí el día de ayer cuando la princesa fue secuestrada. Cuando yo vine y conversé con ella.
―¿Qué? ―dijo Albert―, jamás sentí que alguien diferente a Gisselle estuviera aquí en el palacio. ¿Eso es posible?
―Son idénticas, señor. Es casi imposible distinguirlas, a menos que ella se presente con su verdadera identidad.
―Comprendo ―dijo consternado el rey ―. Entonces lo que haremos ahora es buscar a esa muchacha, bueno, a esa otra hija mía. Por aquí tengo una foto. Encárguese de redactar una carta que lleve el sello del reino y en ella diga que se busca a esta joven, que es idéntica a la princesa, bella, muy bella; que habrá una fuerte recompensa por ella. Ponga una cantidad atractiva. Necesitamos encontrarla de manera urgente. Ella nos conducirá a la Bestia.
―Sí, señor. Se hará como usted ordene ―dijo el comandante en tono servicial.
―No pierda tiempo, Adell. Váyase ya ―ordenó imperioso el rey.
―A la orden, majestad. Con su venia ―el oficial hizo una reverencia ante el rey y también le dirigió una mirada breve a Hellen y luego salió del recinto.
Hellen y Albert siguieron platicando. Ella respondió todas las preguntas que hizo el rey, sin quitarle ni ponerle.
Karla y César estaban platicando. Ya era de noche y él todavía no se marchaba a su casa. La joven le dio un largo beso en la boca.
―A qué se referiría Zuleica con que estaría bien ―se preguntaba César―. Cuando nos dijo que íbamos a escuchar hablar de ella, es claro que se refería a su desaparición. Dónde estará y qué estará haciendo.
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Editado: 30.08.2020