La princesa estaba desmayada sobre un lecho maltrecho. No tardó en despertar. Miró hacia un lado y hacia otro buscando reconocer el lugar. A su derecha estaba un hombre sentado en una silla. La estaba mirando. Era Ricardo Ponce.
―¿Qué sucede? ¿Nuevamente intentarán asesinarme? ―preguntó ella quejumbrosa, pues sentía un intenso dolor en el estómago.
―Es el plan de Zuleica ―informó Rick con su voz apagada, como cansado―. Si tú mueres, ella será la única princesa del reino. Planea que encuentren tu cadáver en la plaza central, destrozado por perros. Según ella todos creerán que la muerta es Zuelica. Ese es su plan.
―¿Y cuál el plan de usted? ―preguntó Gisselle. Su voz era recia, pero cargada de ternura.
―No lo sé. Ella se atrevería a asesinarte, pero yo no podría hacerlo ―confesó el muchacho.
―Libéreme. No es necesario que me tenga atada. Sé que usted solo sigue órdenes, usted no es malo ―dijo Gisselle, como si pudiera leer algo en los ojos del hombre que la veía con mucha atención.
―Sabe algo, princesa ―comentó Rick―. Siempre he estado enamorado de Zuleica. Ella lo sabe, pero nunca le ha importado. Únicamente ha sido ambiciosa y obsesiva.
Rick sustrajo un cuchillo de su cintura y se acercó a Gisselle. El objeto reverberó la luz de una vela y espejeó en los ojos de la princesa. Enseguida un corte en la soga liberó las manos liadas de la joven. Ella resolló libremente, dejando escapar un suspiro.
―Haz lo que quieras, princesa. Eres libre ―dijo Rick, se veía cansado.
―Ya es noche ―dijo ella, sentándose en la cama―. Debemos ir con el comandante Márquez y denunciar a Zuleica. Decirle que ella está usurpando mi lugar en el palacio. Que debemos detenerla.
―Haré lo que tú digas, princesa ―contestó Rick.
―¿Por qué de pronto decides traicionar a Zuleica? ―preguntó la muchacha con su dulce voz.
―Ella solo ve por sí misma. No le importo, no le importamos ninguno de sus seguidores. Que se quede sola y que haga lo que quiera.
La princesa no dijo nada por unos segundos.
―Venga ―le dijo al fin y ambos salieron del cuarto.
Afuera estaba Erick, en la pieza continua. Se puso en posición de defensa al ver a la princesa con ambas manos libres. Ella miró al suelo y ahí estaban cuatro soldados del palacio, estaban amordazados y en calzoncillos. Sus ropas las estaban usando los intrusos que estaban de guardias en la entrada del palacio.
Gisselle no sabía qué lugar era aquel, pero se trataba de la casucha de Leopoldo, la casucha donde se veía con Úrsula y donde había estado encerrada Hellen.
―Hola ―dijo la muchacha―. Usted es el mismo hombre que me confundió con Zuleica y quiso matarme. ¿Aún sigue pensando que somos la misma persona?
―Em… ―dijo Erick―, no, no son la misma persona ―respondió Erick y miró a Rick―, ¿por qué la soltaste?
―Esto ya está perdido, Erick ―respondió Rick.
―Así es ―dijo Gisselle―. Libere a los soldados, por favor.
Erick obedeció sin saber por qué lo hacía. Algo había en aquella chica que lo hizo obedecer sin objeción. Les dio algo de ropa a los hombres y ellos se vistieron.
―Muchas gracias ―dijo la princesa―. Iremos con el comandante Márquez para denunciar a Zuleica, ¿se une a nosotros? ―le preguntó a Erick.
Erick pensó unos momentos la pregunta.
―Regresaré a mi casa ―dijo al fin―. Nunca debí meterme en esto. No me interesa tener por enemiga a Zuleica. Cualquier cosa la negaré y les echaré la culpa a ustedes si ella intenta algo contra mí.
―Adelante, Erick ―intervino Rick―, eres libre de hacer lo que gustes. No diremos nada contra ti ―le aseguró.
Erick salió sin más demora y se fue a su casa.
A los soldados que estaban de pie Gisselle les dijo:
―Pueden irse. Una disculpa por lo ocurrido. Sé que su única misión era protegerme, pero yo me protegeré sola de ahora en adelante. Váyanse por favor.
Los hombres también se marcharon. Quedaron únicamente Gisselle y Ricardo en el cuartucho.
―Debes saber algo ―comentó Rick―. Zuleica es la Bestia.
Gisselle se sorprendió, pero no lo expresó vivamente.
―No me sorprende que me lo diga. Ahora sé que puedo esperar lo peor de esa mujer que es mi hermana gemela.
Ambos guardaron silencio por un momento.
―¿Qué piensas hacer ahora? ―preguntó Rick y su voz se escuchó por todo el recinto.
―Ir con el comandante, ¿me acompañaría? ―preguntó Gisselle y más que una pregunta, parecía una petición.
―Me gustaría, pero también soy un delincuente ―dijo Rick y una mueca, intento de una sonrisa, se dibujó en su cara―. Ahora que todo esto se ha estropeado, me gustaría volver a tener una vida como antes. Ya no quiero ser el mismo que he sido todo este tiempo. Es absurdo.
―¿Qué le ha hecho cambiar? ¿Por qué ayer peleó contra mí y ahora me ayuda a ser libre? ―la princesa estaba realmente intrigada.
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Editado: 30.08.2020