El secreto de la princesa -parte tres-

Parte dos: En la oficina del comandante Márquez

Ya estaba oscuro cuando llegaron con el comandante Márquez. Rick ya le había dicho a Gisselle todo el plan de Zuleica. Que había hecho correr una mentira para que las personas pensaran que Zuelica estaba desaparecida, por lo cual era conveniente mantener ese idea y evitar que la vieran.

Se bajaron de los caballos, subieron la escalinata y llegaron a la oficina de Adell. Ahí un soldado les hizo el alto y pidió que se identificaran.

―Soy la princesa Gisselle Madrid, él es mi guardia ―dijo ella, señalando a Rick― y quiero ver al comandante.

El oficial entró por la puerta de la oficina y después de unos segundos regresó.

―Pasen ―dijo el hombre y les hizo un gesto para que lo siguieran.

Gisselle y Rick caminaron detrás del soldado. Este se paró frente a Adell y anunció con voz solemne:

―Aquí está la princesa Gisselle.

Adell estaba en su escritorio y se puso de pie, mirando a la doncella. También se percató de Rick, quien miraba el suelo, con las manos en la espalda.

―Está bien, retírese por favor, capitán ―ordenó el comandante.

El oficial salió y cerró la puerta con cuidado.

Gisselle se retiró la capucha y sus ojos se cruzaron con los del comandante.

―¿Es realmente usted princesa o eres Zuleica haciéndote pasar por la princesa? ―preguntó el hombre con suspicacia.

―Comandante ―dijo Gisselle con voz firme―, comprendo su desconfianza. Pero soy la princesa, la verdadera princesa.

Adell pareció convencido.

―¿Quién la acompaña? ―preguntó.

―Soy Ricardo Ponce, uno de los secuaces de la Bestia ―declaró Rick.

El comandante abrió los ojos y la boca más de lo normal.

―No tiene por qué alarmarse, comandante ―dijo Gisselle―. Hemos venido a denunciar a Zuleica Montenegro. Ricardo es mi testigo. Y actualmente Zuleica está en el palacio haciéndose pasar por mí.

―¿Qué? ¿Cómo es eso posible? ―preguntó Adell sin dar crédito a lo que oía.

―No sé si usted ha hablado hoy conmigo. Pero le aseguro que no era yo. Hoy fui raptada por este hombre ―señaló a Ricardo― y otros más. Luego me llevaron a una cabaña y ahí estuve toda la tarde. Con engaños, la señora Úrsula, quien decía ser mi tía, en complicidad con Zuleica, me hicieron salir del palacio para atraparme con mayor éxito. Y lo lograron. Luego ella, Zuleica, se hizo pasar por mí. Eso fue lo que pasó.

El comandante no dijo nada ante aquellas palabras. Adquirió un gesto pensativo y tras ver a Gisselle y a Rick, dijo las siguientes palabras:

―Confieso ―musitó Adell― que sus declaraciones me toman por sorpresa. Puedo notar que está diciendo la verdad. Sé que a pesar del parecido que tiene con Zuleica, usted no es ella.

―Comandante ―intervino Rick―, esta es la princesa. Yo soy cómplice de Zuleica, pero ella ha ido demasiado lejos. Quería asesinar a la princesa.

―La acusación es muy grave ―respondió el comandante.

―Así es ―dijo Gisselle―. Quería informarlo para que estuviera al tanto. Y sobre todo decirle que Zuleica es la Bestia.

Aquello dejó boquiabierto a Adell, no esperaba confirmar sus sospechas. Se agarró del escritorio y resolló con calma.

―Está bien. Les agradezco su información, princesa ―dijo el oficial, asimilando la nueva información.

―Por nada, comandante. Una cosa más. El señor Ponce está arrepentido de las cosas que han ocurrido. Todos los delitos cometidos los hizo porque estaba enamorado de Zuleica, pero ha comprendido que fue un grave error y que ella abusó de ese amor para manejarlo a su antojo. Él solo quisiera regresar con su padre, el maestro Yamil. Él puede explicarle mejor.

―Lo escucho ―dijo Adell con perplejidad.

―Yo soy la evidencia de lo que ha hecho Zuleica ―comentó Rick.

―¿Quién es usted realmente? ―preguntó Adell intrigado.

―Ricardo Ponce, la mano derecha de la Bestia.

Adell se impresionó aún más por esa declaración. Sabía muy bien el nombre de aquel joven, que se presentaba como Rick Ponce, el temerario forajido, cómplice de la Bestia, secuaz, delincuente, al que tenía bastante tiempo queriendo capturar. Ahora estaba ahí, en charola de plata, declarando en contra de la Bestia.

―Muy bien. ¿Y qué tiene qué decir al respecto? ―siguió Adell.

―Como lo dice la princesa Gisselle, Zuleica Montenegro es en realidad la Bestia. Debe capturarla de inmediato o Valle Real será un caos. Anteriormente yo trabajé bajo las órdenes de Zuleica. Siempre se ha creído que la Bestia asesinó a Leonard Palacios, pero eso no es cierto, fui yo quien disparó cuando el cobarde de Leonard estuvo a punto de disparar contra Zuleica, una vez que ella le mostró su verdadero rostro. Disparé contra el coronel para defender a Zuleica porque yo estaba… aún creo que estoy, enamorado de ella. Pero sé que no tengo ninguna esperanza y no tiene caso seguir con esta vida así, delinquiendo y haciendo lo que ella ordena. Es tiempo de que esto acabe. Y yo soy el primero en entregarme.




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