El secreto de la princesa -parte tres-

Parte cuatro: Difícil decisión

Zuleica no podía concebir que Gisselle hubiera hecho todo lo que decía aquel muchacho. Trató de disimular que recordaba todo lo que Marco aseguraba.

―Cálmate, no digas nada ―dijo ella en voz baja―. No tienes por qué alterarte. Mira ―la plebeya hablaba con voz tranquilizadora, fingiendo ser realmente Gisselle―… lo del compromiso con el príncipe fue porque mi padre me obligó. Ya sabes, los matrimonios arreglados entre los padres sin que los hijos estén de acuerdo. Necesito arreglar algunas cosas. Pero no puedo romper mi compromiso con el príncipe así nada más, mi padre…

―Tranquila ―dijo el joven y la tomó de la mano y la acarició suavemente―, yo hablaré con tu padre. Le explicaré todo. Sólo necesito que le digas que me has elegido como tu nuevo esposo, no te preocupes por él. Tu papá sabe bien que yo soy el hijo mayor del rey de Jordan ―cuando dijo aquello a Zuleica le brillaron los ojos―. Tú sabes bien que gracias a ello soy coronel, aunque tengo corta edad. Entonces dime, ¿te irías conmigo a Jordan? Si me dices que sí, hoy mismo partimos ―y acercó las manos de ella a sus labios―. Perdóname por haberme puesto impulsivo, no puedo soportar la idea de perderte, Gisselle ―entonces acercó sus labios a los de ella y susurró. Zuelica no se apartó, había algo en aquel joven que le agradaba mucho―, tú sabes que siempre te he amado, desde la primera vez que acudiste a Jordan supe que eras el amor de mi vida.

―Lo sé, Marco, lo sé ―ella trataba de mostrarse segura―, y disculpa que haya fingido un poco frente a mi padre, tú sabes que él no sabe nada de lo nuestro, si no jamás me hubiera obligado a comprometerme con el príncipe Carlo ―algo había en la mirada de él que la atraía tanto―. Está bien, me iré contigo… ¿qué hago? Mi padre no me dejará salir.

―¿Sabes cuál el verdadero motivo de mi venida a Valle Real? Tú, sólo tú. No me importa proteger el reino, nada me importa más que tú. Ahora que estoy aquí no me iré sin ti. Te amo tanto, Gisselle ―entonces la tomó por la cintura y la besó en los labios.

Ella se dejó besar y con sus brazos lo tomó por el cuello.

Zuleica ahora entendía que la vida de Gisselle siempre había sido una mentira. Había tenido un amante en Jordan al cual le había prometido  regresar con él y como no acudió, él había venido por ella.

Después de tremendo beso, él le dijo:

―Arregla tu equipaje, enviaré por ti más tarde. Yo me encargaré de hablar con tu padre, le diré que irás a visitar a mi hermana Liz, que te extraña mucho. Que tuvo un problema de salud. Una vez que nos hayamos ido, le diré a mi padre que hable con el rey sobre nuestro matrimonio. No habrá ningún problema.

―Está bien, estaré esperando el carruaje para irme contigo ―respondió la muchacha.

Se despidieron con otro beso y ella fue al cuarto a hacer las maletas.

El coronel pidió hablar con el rey entraron a la sala privada. Estuvieron bastante rato ahí. Después Marco se despidió y se marchó. Cuando Albert se quedó solo, Zuleica entró a la sala privada. Venía muy bien peinada y usaba un abrigo de piel. Se había vestido elegantemente.

―Hola papá ―dijo al entrar.

―Hola mi amor. ¡Pero que bella! Pareciera que vas de viaje ―comentó el rey con alegría.

―No, cómo crees ―dijo ella sonriendo―. Solo quise verme linda para la cena. Oye papá…

―Dime ―comentó Albert.

―¿Cómo se llama el papá del coronel Marco? ―preguntó del modo más sutil que se le ocurrió, para no comprometerse mucho.

―¿Maximiliano? Su nombre completo es Maximiliano Imperial Mondragón, aunque todos lo conocen como Max. Su esposa es muy reservada y no tengo el gusto de conocerla. Se llama Elizabeth Radién. ¿Por qué la pregunta?

―No, simple curiosidad ―dijo la muchacha.

Zuleica no deseaba perder la oportunidad. Había tomado la decisión de irse con el coronel, pues estaba convencida de que en Jordan tendría muchas más riquezas que quedándose en Valle Real como la princesa. Además, Marco le había gustado mucho.

Zuleica le preguntó a Albert qué había conversado con el coronel.

―Hija, el coronel me dijo lo que sucede entre ustedes. Sé que hiciste las maletas y que piensas irte con él.

―¿Qué te dijo exactamente, papá? ―preguntó ella intrigada.

―Que tú le prometiste amor eterno la última vez que estuvimos en Jordan, pero que jamás hicieron nada indebido. Sin embargo, ahora está dispuesto a casarse contigo ―comentó el rey.

Zuelica supo entonces que el coronel había preferido hablar con la verdad ante el rey antes que mentirle sobre una falsa visita a su hermana Liz. Albert continuó:

―¿Por qué nunca me dijiste lo que había entre ustedes? Ahora entiendo por qué estuviste tan renuente a conocer al príncipe. Me hubieras dicho lo que estaba pasando, yo hubiera comprendido. Mi amor, siempre he querido que seas libre. Antes temía por la llegada de Úrsula y por eso quería que te casaras pronto. Ahora lo  único que deseo es verte feliz. Si el coronel es tu verdadero amor y no el príncipe Carlo, yo lo acepto. Leopoldo comprenderá.

―¿De verdad, papá? ―preguntó la muchacha entusiasmada.

―Claro que sí hija mía, anda, ve y se feliz.




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