El secreto de la princesa -parte uno-

Parte cuatro: Paisaje

Las tardes eran de agua y fuego y las nubes semejaban algodones de azúcar, pues el sol se ocultaba en el horizonte. Pero en tanto el sol iba cayendo, el color rosado de las nubes iba cambiando, tornándose más oscuras y siniestras.

Su color era rosa obscuro y eso indicaba que muy pronto, antes de que cayera un rayo, comenzaría a llover. El aire corría violentamente, parecía estar enfurecido y cada vez arreciaba más y más. Soplaba con una furia mucho más fuerte que otros días. Trasladaba las inmensas nubes cargadas de agua de un lado a otro, pero de pronto, por lo pesadas que estaban, ya no pudieron moverse.

El sol se fue a dormir por el horizonte y se hizo noche. De pronto cayó un cegador rayo que iluminó el cielo y un estruendoso trueno hizo temblar la tierra. Una lluvia torrencial cayó sobre las montañas y los bosques. Los animales se ocultaron en sus cuevas. El riachuelo comenzó a crecer y se unió a otros riachuelos.

El agua también caía sobre el reino más precioso que se hubiera conocido: Valle Real. La lluivia bañaba sus callejuelas empedradas, el Palacio Real, su Plaza Central y todos los edificios y viviendas de los alrededores.

Durante la noche estuvo lloviendo ferozmente. Todos se habían protegido en sus casas. Todos se habían dormido con la lluvia cayendo sobre los tejados, arrullando sus sueños. Por eso nadie se dio cuenta a qué hora dejó de llover.

El amanecer fue luminoso, el canto de los pájaros se oyó nuevamente en los bosques y la luz del sol hizo volver a todos a la vida después de aquella intensa noche de lluvia. Todo regresó a la normalidad en los alrededores del reino. Algunos animales andaban en las copas de los árboles buscando algo para comer, mientras que otros chapoteaban en el riachuelo crecido y hacía un recorrido serpenteante por los cauces naturales de las montañas bajas que rodeaban a Valle Real.

El riachuelo desembocaba en un precipicio muy alto que daba origen a la cascada más grandiosa nunca jamás vista. El agua descendía desde lo alto y formaba un charco hondo, el cual estaba rodeado por una gran laja y una gran variedad de piedras donde el agua se veía cristalina. Se estancaba en todas las piedras y después se desbordaba de su estanque y se escapaba para seguir su cauce natural.

El charco al pie de la cascada se encontraba rodeado por árboles muy grandes y tupidos, que en conjunto ofrecían una sombra fresca y confortable. También había árboles pequeños y vegetación abundante. A este escenario se le sumaban los cantos de los pájaros y los sonidos armoniosos de otras criaturas que se encontraban enamoradas de aquel hermoso paraíso.

En los inmensos árboles vivía una gran variedad de pequeños animales, como pájaros, insectos y hasta ardillas. La naturaleza se encontraba en perfecto equilibrio y aquella cascada no muy lejos de Valle Real era el escondite secreto donde Gisselle Madrid, la princesa del reino, se veía con Guepp, el hermoso campesino del que ella se había enamorado.




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