El secreto de la princesa -parte uno-

Parte tres: Los duques de Valle Real

Por una de las calles más importantes de Valle Real se podía apreciar una casona elegante con un grandioso jardín al frente y unas puertas grandes en la entrada. La muchacha de cabellos rubios tocó el timbre una y otra vez, pero nadie abrió, al parecer la familia había salido. Era la casa de la familia Duque.

Como nadie abrió, la muchacha se retiró con Peregrino en sus manos.

―¡Zuleica, espera! ―gritó Erick. Ella se volvió, sonrió y caminó de nuevo hacia la casa―. No pensabas irte sin despedirte ¿verdad, princesa? ―dijo seductor el mucahcho, era un casanova incorregible. Por todos los medios trataba de conquistar a cualquier chica que se dejara.

―Pensé que no había nadie Erick, ¿estás solo? ―preguntó la muchacha soberbia.

―Solito y sin compromisos, pasa… si quieres ―dijo Erick con una sonrisa de picardía en su rostro. Ella aceptó.

Atravesaron  la reja y llegaron a la puerta de entrada, accedieron al interior de la casa.

―Mi hermana salió, al igual que mis papás, pero más tarde regresan, mientras tú y yo podríamos… ―insinuó Erick y ella se dio media vuelta.

―Podríamos… ¿qué cosa? ―interrumpió Zuleica―. Mira Erick, pongamos las cosas claras. No soy la clase de chica que crees, así es que conmigo déjate de estupideces, no voy a caer en tu juego de seductor. Si aspiraras a algo conmigo tendría que ser algo serio. Sí entiendes, ¿verdad?―concluyó y fue hacia la ventana.

Él miró su cintura y la siguió.

―Que bien que me lo dices Zuleica, porque sabes que me encantas. Yo no soy hombre de una sola mujer, pero por ti, por ti llegaría hasta el fin del mundo si me lo pides. Si quieres me caso contigo ahora mismo, sabes que eres la mujer más hermosa que he conocido ―dijo el joven y abrazó a Zuleica por la cintura, lo cual disgustó a Peregrino y le dio un picotazo en la mano.

 ―¡Ay! Estúpido animal, mi picó ―dijo enfurecido Erick.

Zuleica se dio media vuelta.

―Deja en paz a Peregrino, él solo me defiende, no permitirá que me toques. Para tu desgracia, mi querido Erick ―decía orgullosa Zuleica―, pronto ya no seré una mujer libre. Sí, así como lo oyes, pronto me voy a casar ―concluyó ella con una sonrisa de satisfacción.

Erick se chupaba el dedo por el picotazo del ave.

―¿Qué? ¿Casar? Pero, ¿con quién? ―preguntó asombrado y desconcertado el muchacho.

―Bueno, pues aunque no lo creas, me casaré con el joven más guapo de Valle Real, con el príncipe Carlo Villaseñor ―presumió y soltó una risa de alegría.

Era idéntica a Gisselle físicamente, pero el reflejo de su alma no era el mismo.

―Jajaja ―se burló Erik, como si hubiera oído un chiste―, eso sí es para reírse Zuleica, ni siquiera lo conoces. Además no creo que quiera casarse contigo, él está enamorado de otra mujer.

―¿Enamorado de otra mujer?, eso no es verdad. Lo dices solo porque estás ardido ―respondió Zuleica en tono desafiante, pero la sonrisa se borró de su rostro.

―Claro que no. No estoy mintiendo, yo claramente escuché a Carlo cuando se lo confesaba al maestro Yamil, al parecer se llevan muy bien; le comentaba acerca de una mujer que él esperaba, pues según pronto llegaría y se verían en el mismo lugar de siempre. Me parece que la llamó algo así como Colibrí, sí, así dijo. Dijo que una tal Colibrí lo esperaba, que nombre tan tonto para una mujer, pero tal vez así le dice de cariño. Que cursi y ridículo ―dijo con una risa burlesca.

―Eso no es verdad, tú mientes, eso es algo tonto e irreal, además todos sabemos que tú y el príncipe no se llevan muy bien, por eso estás mintiendo.

―Pues piensa lo que quieras. Y sí, tienes razón, detesto a Carlo porque se cree la gran figura masculina, solo porque es guapo y es el príncipe, pero más lo detesto porque siempre me gana en los entrenamientos de esgrima, como el de la vez pasada, todos los felicitaron y yo quedé como un verdadero fracasado ―dijo con desdén.

―Pues me alegro que seas un fracasado, sin embargo, no te creeré tus mentiras.

―Mira, no sé cómo pretendes casarte con él, ni siquiera lo conoces ni te conoce. Además, que haría la pobre hija de una criada con el hijo del virrey, sería ilógico para todo el mundo, se me hace que te han lavado el cerebro Zuleica.

―No, a mí no me han lavado nada. Mi madre me dijo que lo conoceré muy pronto y obvimente se enamorará de mí. Solo es cuestión de esperar. Y sí, tienes razón, el príncipe no me conoce, pero quién te asegura que yo no lo conozco a él.




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