El Secreto De La Reina...

Capítulo quince

Veo a mi maestro y al chico salir y me concentro  en lo que deja al frente, el hombre se encuentra  suspendido frente a mi, sus pies no tocan el viejo suelo y sus manos permanecen juntas atadas hacia arriba de uno de los maderos del techo de la vieja casa.

Examino mis instrumentos de tortura y no sabría por cual empezar, aunque si se que lo empleare todos.

Tomo el bate para empezar  y comienzo con una series de golpes en lugares estratégicos, recuerdo las palabras de todos a los que apele luego de mi desgracia.

no eres más mi hija, no merezco pasar por eso, no de nuevo.

El primer golpe se asesta en su bajo vientre y un aullido de dolor resuena por las paredes, otro más esta vez en el hombro izquierdo.

Como podría tocarte en la noche  de boda, sabiendo que otro ya te ha poseído.

El recuerdo de quien creía era el amor de mi vida hace acto presencia.

Los golpes continúan, uno en las pantorrillas, tres en las espaldas uno en el hombro derecho.

- es eso todo lo que tienes- dice escupiendo la sangre que se ha agolpado en su boca.

- esto es solo el inicio - la furia crece en demasía y las ganas de acabar con el no cesan pero mis planes son más inmensos, matarlo ahora sería demasiado fácil.

Tomo el cuchillo filoso y lo paso por esta vez desde el inicio de la espalda hasta la cinturilla del pantalón que todavía conserva, el líquido rojo comienza rápidamente a gotear.

- que hermosos color no te parece -digo dirijiendo está vez el filo del cuchillo a su cuello.- en la antigüedad existía un método muy eficaz, que es de provecho para algunas situaciones está incluida y consistía en realizar 100 cortes en el cuerpo de tu enemigo tratando de no cortar ningún órgano u nervio vital. Tu acabas de recibir el primero

El segundo corte se lo hago en el pómulo derecho, la tercera en el hombro y aún siguen una serie de cortadas más hasta que su piel se empieza a teñir de rojo.

Su rostro es todo un poema, sus ojos se aprietan intentando soportar el dolor, la pérdida de sangre está haciendo mella en el, sus ojos apenas me enfocan y mi sonrisa le hace saber que aún no he terminado.

-por favor....- dice soprendiendome - por favor para.

- eso sulplicame por tu vida mal nacido, súplica mientras te quede aliento por que de aquí no sales vivo.- lo miro con seguridad.

Tomo la cuchara y la vizualizo un segundo, esta tan impecable que puedo ver mi rostro en ella.

- Maestro, por favor traigan una antorcha.-pido , su rostro sangrante y desvaído se sorprende aun mas si es posible.

- por favor ... por favor - súplica nuevamente.

- acaso - digo acercándome a el y levantado su rostro - te detuviste a pensar en el daño que harías cuando me lastimaste, destruiste mi vida en tan solo unos momentos, por que habría yo de tener piedad.

El maestro entra con un antorcha recién encendida y me la coloca en las manos, en su mirada puedo ver que no lo disfruta pero yo si.

Me coloco frente a él y comienzo a pasar la cuchara por el fuego, realizó la acción varias veces hasta que esta se sobrecalienta y sin que pueda esperarlo se la coloco en el centro del pecho.

El estruendoso grito resuena por todos lados, su rostro se encuentra compungido por el dolor su mirada se encuentra aun mas débil, llega el momento de cerrar con tiro de gracia tomo la botella de licor y le doy un sorbo, deslizo el líquido caliente por mi garganta y contemplo la botella unos segundos para luego arrojar el líquido sobre su cuerpo.

- ahhhhhh- el líquido se abre paso en las heridas recién hechas - eres una maldita- escupe con un hilo de voz.

- si claro que lo soy- respondo y vuelvo a rociar un poco mas del licor.

Veo su mirada perderse y su cabeza caer, veo su cuerpo suspendido magullado y herido y sin conciencia alguna y entiendo que ha sido suficiente por hoy.

Salgo de la habitación y le digo al celador que entre y lo cure, mientras mi maestro me observaba inquisitivo.

- será mejor que vallamos a palacio nuestra ausencia puede resultar extraña para algunos. - dijo el mientras yo asentía.

-estoy de acuerdo -acote- solo esperare unos minutos.

Y así sucedió los minutos pasaron hasta que vi al chico salir de la habitación mientras aseguraba que hizo lo mejor que pudo y que se encontraba muy débil, su mirada me hizo saber que estaba un poco en desacuerdo con la tortura, pero no tenía que dar explicaciones y menos a él.

Entre y lo vizualize ahora en la silla como su recién recuperará el conocimiento, observe en mis manos el pote con la miel de abeja.

-me alegra que estés despierto -dije - ya me voy solo vine a despedirme - dije sarcástica.

Abrí el bote de miel de abeja y lanze un poco por sus alrededores y luego rocíe un poco sobre el.

- que las hormigas te acompañen -dije y entonces el comprendió lo que había hecho y solo atinó a abrir los ojos desmesuradamente.

Salí de ahí en compañía de Arturo, pero el corazón se me estrujaba ante los recuerdos y una nesesidad imperiosa de llorar en soledad me embargo.....

El Cobrar venganza también  abre paso al sufrimiento ya que nos hace recordar las heridas que más nos marcaron, las heridas que más destruyeron...

La reina Indiana de Manzara.
 


 




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