Caminamos a paso lento uno al lado del otro, miraba el cielo que empezaba a oscurecer y anuciaba un poco de lluvia.
- ¿como te sientes?- me pregunto Arturo.
- me siento .... como decirlo, destruida - admiti- creí que todo estaba superado y que lo único que me embargaba era el deseo de venganza, sin embargo al tenerlo frente a mi descubrí que todavía me duele, que me duele lo que me hizo, que me duele haber perdido todo.
Los pasos se Arturo se detuvieron cuando estábamos a punto de pasar por la verde pradera que encaminaba al palacio, sus brazos me acunaron mientras intentaba que las lágrimas no bulleran. Por primera vez en años tenia ganas de llorar por lo que pase, por lo que sufrí, ganas de enterrar todo aquello y de sacar la amargura.
- me quedare un rato aquí si no te molesta- susurre con la voz en un hilo -nesesito estar sola.
Simplemente se despidió con un asentimiento de cabeza y se dispuso a tomar el camino al palacio, lo mire hasta que su sombra se disperso.
Avance por los verdes pastos deteniendome a quitarme los zapatos, en que momento del proceso perdí mi identidad, deje de ser yo para convertirme en lo que me hicieron y si en su momento me hubiera desahogado, quizás el día de hoy otra hubiera sido mi situación.
Visualize el cielo que empezaba a dejar caer su llovizna que consistía en finas gotas que se mezclaban con las lágrimas que escapaban de mis ojos.
Los recuerdos se hicieron presente , fueron muchas las cosas que perdí: mi familia, mis amistades.... mi novio.Tantos son los recuerdos que no pude evitar lanzar un grito que casi me desgarra la garganta.
-Madre por favor, no fue mi culpa.- sollozo sin poder creer lo que escucho.
- claro que lo fue -escupió con rencor - te quedaste paseando en un lugar solitario, cuando tu deber era estar en casa.
- madre por favor, no sabes cuanto lamento no haber venido a casa -dije con las lágrimas fluyendo- pero no puedo cambiarlo, por favor , por favor madre ayúdame a salir de este dolor, me siento tan sucia - mis palabras entrecortadas buscaban salir desesperadamente; tenia que explicarle.
- haces bien en sentirte así -me dijo enterrandome más hondo el puñal- lo estas, así que vete con quien te trajo a lo mejor también te acostaste con el. Desde hoy no tengo una hija, Indiana.
Ese día limpie mis lágrimas y lejos de echarme a llorar corrí a buscar a otra persona que seguro me apoyaría, pensé que mi madre recapaitaria y volvería a buscarme, pero no fue así mas bien tal cual como dijo se olvidó de mi....
-Matias por favor - dije al verlo tan serio -nesesito hablar contigo, no sabes lo que paso ....mi amor ....yo.
-no tienes que explicarme nada Indiana se perfectamente lo que paso - acotó.
-no sabes todo lo que he pasado, mi madre no quiere verme -dije corriendo a sus brazos -y yo .... no se que hacer.
-ella hace muy bien al echarte - dijo apartándome de el -todo el mundo habla de tu situación Indiana.
-pero amor .... yo .... no fue mi culpa-dije.
- ya no puedo ser tu amor -escupio sereno- no podría casarme contigo después de esto .... como te tocaría la noche de bodas sabiendo que otro ya te ha poseído.
Se dispuso a marcharse después de declarar aquello no sin antes lanzarme una mirada que me hacía sentir menos que una persona.
La lluvia comenzó a caer a cántaros mientras mi vestido se mojaba junto con mi cabello, caí de rodillas el agua comenzaba a salpicarme de lodo.
El tiempo para mi se detuvo y fue como si el cielo también nesesitara desahogarse por que sus gotas caían con la misma fuerza que mis lágrimas, estruje mi cara con el agua que la bañaba y libere mi cabello de las horquillas que lo sujetaban dejándolo caer ahí simplente espere que el tiempo pase.
-¿estas loca?- exclamó una voz conocida a lado mio que me levanto y me arrastró hasta debajo de un árbol que con sus grandes ramas nos medio protegía de la fuerte lluvia.
Me mantenía como en un estado de sopor todavía, habían visto a la reina de Mangotawa en el peor de los escenarios.
El sujeto se quitó la capa impermeable y la coloco sobre mis hombros, mi cabello riso debido a toda el agua que le había caído goteaba incesantemente.
-la reina -dijo y lo mire a los ojos - la reina -repitió como si fuese la palabra más extraña que existiese.
Mostré actitud digna me seque el agua que caía de mi cara con las manos y lo enfrente mirándolo a los ojos.
- si soy la reina ¿cual es el problema príncipe carlos?.
- ninguno majestad solo que no me la imaginaba en una situación tan singular- dijo.
- no veo que de singular tiene mi situación - dije con petulancia.
- claro todos los días uno se encuentra a la monarca de un reino en medio del bosque, bajo la incesante lluvia, llorando y maldiciendo a quien sabe quien en la soledad de la naturaleza sin ni un solo guardia que la custodie- refuto con el mismo aire.
- no todos los días llega un príncipe misogino en socorro de una indefensa mujer en apuros.-dije con sarcarmo.
- quizás tenemos algo en común - dijo está vez sosteniendo mi mirada - quizás nos gusta la soledad por que es el único lugar donde podemos mostrar nuestras debilidades -continuo con un atisbo de tristeza en su mirada - ¿que es lo que causa las lágrimas de la reina?- pregunto desviando el tema.
- nada que te interese- dije con fingido enojo.
- algún amor no correspondido, alguna pérdida personal o solo el agobio del gobierno- hablo por unos segundos - yo no creo que sea nada de eso, aunque me intriga saber el secreto de la reina- declarò.
Así como el amor forma parejas para la felicidad, el dolor forma hermanos para el sufrimiento
La reina Indiana de Manzara.