El Secreto De La Reina...

Capítulo veintitres

Con prontitud habia pasado una semana en la cual fueron incontables fueron las veces que nuestros cuerpos se fundieron formando una sola carne, las veces que, mientras , la habitacion se encontraba en penumbras no mostramos amor.

Muchas fueron las noches que como asaltante Carlos entro a mi habitación para convertirse en uno solo conmigo, para plasmar su aroma en mi piel y entregarse a mi de la manera mas pura y desinhibida posible.

De a poco mis heridas estaban cerrando y mi pasado se encontraba dónde debía, debajo de mis pies sin poder atormentarme. Mire el jardín y sonreí sin querer pensando en cómo se había dado todo y en cómo habían pasado las cosas.

- ¿que te pasa Indiana? - pregunto Arturo.

- nada solo pensaba en lo rápido que pasa el tiempo- respondi.

- el tiempo no hace que tararees canciones, no hace que andes risueña todo el día y que embellezcas de la nada... el tiempo no te hace ser feliz, somos felices en la medida que superamos el pasado y comenzamos a vivir el presente sin rencores, lo único que no creo es que te sientas liberada luego de haber matado a Cesar. Vuelvo y pregunto Indiana ¿ que te pasa ?

Lo miro incrédula por el sermón que ha echado y pienso por un momento en mi respuesta.

- no pasa nada maestro, no se,que le hace pensar que pasa algo.

- en que momento se fue la complicidad y la confianza que existía entre ambos, cuando me quede por fuera de tu vida. Acaso crees que desconozco que el príncipe Carlos entra como ladrón a tu habitación todas las noches y que al amanecer se va cuando cree que no es visto por nadie.

Me declaro esto con tanta seriedad  que me quede pasmada al ver la indignación que le causaba y me sentí tonta por creer que podía ocultar eso por mucho tiempo.

-le contaste tu pasado, sabe que mataste a su padre dime explícame a mi y de paso a ti misma a donde va esa relación, donde esta el anillo de compromiso, por que no te corteja como debería eres una mujer bella, guerrera y además reina dime por que viene como fugitivo a meterse debajo de tus faldas cada que puede si no son dos jovenzuelos con un amor imposibles, son adultos dirigentes de reinos.

Las lágrimas y la vergüenza que cubría mi rostro en ese momento eran indescriptibles sus palabras me hacían sentir la más miserable de las mujeres y lo peor de todo era que no sabia como resarcir aquello.

- Maestro ..... yo...

- no digas nada -me dijo y pude ver el dolor en su mirada - entiendo que un viejo como yo no tiene derecho de reclamar y menos a su majestad la reina Indiana de Manzara; de todas formas no sería la primera vez. De ahora en adelante seré un súbdito más.

Se retiró dejándome en el jardín sintiéndome miserable no fui detrás de él por que de tantos años conociéndolo sabia que seria inútil que lo mejor era dejar que se enfríen las cosas y bueno ver a ver que pasa.

****
Las semanas pasaron y con ello la agonía de ver a Arturo cumplir su palabra era un súbdito más de el reino se reusaba a cenar en la misma mesa conmigo solo hablaba asuntos concernientes al reino y daba su opinión solo si se le pedía la desesperación me podía y no sabia como enfrentar la situación, había hablado con Carlos al respecto y dejo de ir a palacio en las noches reconoció sus errores y dijo entender a mi maestro.
 

Las visitas ocasionales se dieron y ya algunas especulaciones existía debido a las visitas del príncipe.

Mis manos masajeaban mi cien constantemente, el sueño me había abandonado y mi cabeza le daba vueltas y vueltas al asunto de mi maestro.

- Indiana no puedo mas -dijo Carlos al verme pasear de un lado a otro-no puedo verte sufriendo de tal manera, voy a hablar con el nesesito resolver esta situación de todos modos fue por mi culpa que empezó.
 

-lo mejor será que me dejes intentar una vez más, no es por ofender pero eso podría empeorar las cosas.

- ningún empeorar, quería que diera la cara y aquí estoy  solo que en la habitación equivocada.

Salió de ahí sin esperar respuesta alguna de mi parte y camino por los pasillos en busca de Arturo.

La búsqueda fue infructifera luego de ir a su habitación, a la cocina, donde los escribas y donde el contador; conmigo detrás por supuesto pidiendole que me dejara actuar a mi y que no interviniera.

- dónde está el señor Arturo consejero real de la reina- pregunto a un oficial del ejército.

-está en el establo príncipe -el oficial hizo una reverencia y dejo el espacio para que pasáramos.

Inmediatamente nos pusimos en marcha allá, él para resolver un problema y yo para evitar que este se incrementará.

Llegamos a los establos y vimos a mi maestro acariciando el caballo como era de costumbre con la vista pérdida en el horizonte y tocandole con tal suavidad como si este comprendiera la pena que lo embargaba.

Nos detuvimos unos minutos a contemplarlo parecía otro mucho más alejado de mi cada día y más sumido en sus pensamientos.
 

- Don Arturo -escuche la voz de Carlos resonar - nesesito hablar con usted.

Vimos a mi maestro levantar la cara y mirarnos como desde hacía varios días, sin vestigio de emoción alguna en el rostro.
 


 

- usted dirá -dijo con firmeza luego de hacer la reverencia correspondiente una para Carlos y otra para mi que atravezaba mi corazón como puñal afilado.

-en privado si no es mucha molestia - acotó.

- no me parece adecuado en este momento príncipe Carlos -dije con voz nerviosa.

- ya escucho a la reina, en este palacio no se mueve una hoja sin su permiso. Majestad -dijo girandose hacia mi y despidiendose en reverencia.

Se dispuso a marcharse pero otro llamado lo detuvo.

- Arturo -Carlos se dirigía hacia el mientras yo aun trataba de encajar la frialdad con la que era tratada.

- dejemos los títulos, el día de hoy solo seremos dos hombre que tienen que hablar si o si, por favor.

- de acuerdo, vamos - dijo mi maestro haciendo salir un jadeo temeroso de mis labios.
 




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