El Secreto De La Reina...

Capitulo veintiocho

Desdoble la hoja contemplando las palabras que allí se encontraban escritas.

Plasmar un sentimiento a travez de palabras rebuscadas en el fondo de mi corazón tal vez hubiera sido más fácil, escribir desde el arrepentimiento y la culpa se torna tan difícil como un camino empedrado con baches entorpeciendo el avance de un coche cuyas gomas no soportan un sendero angosto, que estas líneas me sirvan como medio de desahogo de aquellas palabras que ya no tendré la oportunidad de expresarte en persona.

Indiana son tantas las cosas que tengo que decirte que desconozco por donde debo empezar, acepto que todos mis errores fueron los que nos llevaron a este punto; admito que mi cobardia fue la que me llevó a actuar de esa manera tan espantosa. El día de hoy se sella mi futuro y con dolor en cada músculo de mi cuerpo voy a tomar tu consejo; me casaré e intentaré hacer  feliz a Maratella no puedo decir que yo lo seré por que mi felicidad lleva tu nombre.

Se bien que tu deseo es borrar todo recuerdo junto a mi de tu memoria y aunque me duela debo admitir que lo entiendo, no puedo procesar aun como Cesar fue de capaz de un acto tan ruin, me avergüenzo de tener su sangre y más aún no creo poder mirar tu bello rostro igual que antes, no cuando se yo soy el recuerdo vivo de ese desgraciado.

Se que te marchas de Mangotawa y solo puedo desear lo mejor en el camino, ojala encuentres la paz que tu alma nesesita y la calma para tu vida.

Me duele que lo nuestro no halla podido ser y me duele saber que no voy a volver a verte más, aún mi corazón egoísta como es no descarta la idea de en algún momento volver a verte.

Querida Indiana mi amor, mi reina, la dueña eterna de mi corazón tengo la esperanza de poder encontrarte y se que eso pasará.

Nos volveremos a amar como no pudimos hacerlo ahora; algún día si la vida lo decide, si el destino lo aprueba y nuestros corazones lo desean.

Siempre tuyo el Rey Carlos.
 


 

Tome la hoja y me acerqué a una
antorcha que se encontraba cerca acerqué una de sus orillas al fuego y deje que sea el quien destruyera aquel papel que insconsientemente le deba pedacitos de esperanza a mi corazón.

Deje que el fuego consumiera aquello y lo lanze al piso mientras las palabras se volvían cenizas y volaban con el frágil viento se cernía.

Derrame unas últimas lágrimas antes de dirigirme a la habitación de mi maestro.

-no rey Carlos usted nunca fue mio y no lo será, ya no mas ilusiones vagas sin ningun fundamento.

Me encamine a su habitación y toque la puerta dos veces antes de escuchar su respuesta.

-¿ ya estas lista?- me pregunto.
 

- ¿por que maestro?- lo cuestione - por que entregarme esto.
 

- Indiana si vamos a irnos que no sea para huir si no para sanar, de nada sirve irte si tu corazón se queda aquí, si hay cosas que faltan por decir y si hay conversaciones que quedaron inconclusas.
 

-quiero distancia, quiero tierra de por medio entre Mangotawa y yo, no lo quiero, lo nesesito.
 

Y así con esa declaración y con las maletas a rastras me dispuse a marcharme con lo único importante que he tenido siempre, mi maestro.
 

Hicimos paradas en varios sitios que no nos parecieron adecuados para quedarnos y a cada pueblo que recorría mis me sentía un tanto más anestesiada y las cosas dejaban de doler menos.
 

Tras varios días de viaje llegamos a un poblado llamado Mercia quedaba bastante alejado y era un buen lugar para empezar de nuevo.
 

- ¿que te parece Indiana? -me pregunto Arturo.
 

- es justo lo que nesesito.- respondí con la certeza de que sería un nuevo comienzo.
 

Nos registramos en una posada de larga duración y nos dedicamos a reconstruir una nueva vida con nuevas metas y una mejor forma de ver la vida.
 

Paseamos por el poblado mirando sus actividades comerciales sopesando varias de las opciones que podríamos tomar.
 

Mercia es hermoso con verdes árboles que cobijan las sombra del camino, con aceras empedradas y gente de amabilidad exquisita.
 

Con el paso de los días dejamos de ser forasteros para empezar a ser un padre que junto a su hija había cambiado de aires, no había un pasado para nosotros más que las luchas que pasamos para llegar al poblado y nuestro futuro eramos nosotros quienes lo escribiriamos.
 

Hicimos los arreglos para tomar un puesto del mercado comercial y poner lo que sería nuestro negocio. Arturo cosechaba miel y  la vendiamos mientras yo decoraba y remodelaba vestidos que ya no tenían uso.
 

Un día cualquiera que las ventas estaban un poco bajas llego una señora a la tienda.
 

-buenas tardes -saludo amablemente -¿este es el puesto de miel?
 

-si buenas en que puedo servirle -acote.

-nesesito dos frascos de miel.

-claro por supuesto.

Le brinde un recorrido por la pequeña tienda antes de venderle la miel; le mostré algunos trabajos que había hecho con vestidos propios de los míos y le hable con el fin de hacerle propaganda a mis diseños.

La mujer se mostró encantada y dijo me recomendaría con las muchachas de su trabajo a lo que asenti complacida.

-Indiana aquí están los demás frascos de miel - en ese momento se acercó mi maestro sin ser consciente de que había alguien allí.

-gracias padre -respondí - ahora los almaceno.

Hize presentaciones pertinentes entre ambos dónde un nerviosismo reinaba en el ambiente y por un momento pensé que aquel encuentro era el segundo de aquellas personas.

Me desaparecí intencionalmente dejándolo solos. Para cuando salí la mujer ya se había marchado y mi maestro se encontraba contemplando su caminar.

-que fue eso - pregunte sacándolo de la ensoñación.

- nada -acotó con nerviosismo- que habría de ser.

                      ****
Poco tiempo había pasado para que estuviésemos celebrando la boda entre la mujer que aquella vez visito la tienda y que tenía por nombre Estela y Arturo que para todos era mi padre.




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