_“A veces, la vergüenza y el destino bailan juntos, llevando nuestras vidas hacia caminos que nunca imaginamos.”_
Sé que Sam sigue hablando. Su voz es un murmullo constante en mis oídos, enumerando sus sueños, planes, fechas, todo lo que supone debería emocionarme tanto como a él. Durante las últimas dos semanas, su entusiasmo por “nuestro futuro” ha sido inquebrantable. Pero yo… no puedo concentrarme. No puedo. Mi mente está atrapada en un torbellino de estrategias y pasos calculados para mi primer día en ‘W&K’ mañana. Si logro causar la impresión correcta, las palabras se soltarán; la verdad, oculta entre los pasillos y las conversaciones, empezará a salir a la luz.
Entonces, el chasquido de sus dedos frente a mi rostro me arranca bruscamente de mis pensamientos. Parpadeo, enfocándome en su mirada. La decepción en sus ojos es casi tangible, y su ceño fruncido me dice que no ha pasado desapercibido mi desinterés.
—Lo sabía —dice, su tono mezcla de frustración y resignación—. Kassy, no me estás escuchando.
—No es cierto, claro que lo hago —respondo rápidamente, aunque incluso yo puedo escuchar lo vacío que suena.
Sam arquea una ceja. Su incredulidad es un golpe directo.
—Ah, ¿sí? Entonces dime, ¿qué fue lo último que te dije?
Trago con fuerza. Revuelvo mi mente, buscando desesperadamente alguna pista, cualquier cosa, pero es inútil. Mis pensamientos siguen atrapados en ese edificio, en esos nombres y secretos. Suspiro, alzando las manos en un gesto de rendición.
—¿Ves? —continúa, su voz subiendo apenas un tono—. Te lo dije. Kassydi, entiendo que perdiste a alguien importante, pero ya pasó un mes. Su entierro fue hace semanas. Tienes que superarlo, avanzar. No digo que olvides a Lindsy, pero me gustaría ver a la Kassy de la que me enamoré.
Su comentario me corta. Una mezcla de dolor y rabia bulle dentro de mí. Cruzo los brazos, tratando de contener el temblor en mis manos.
—Sabes que me estás pidiendo algo imposible, Sam. No puedo simplemente “superarlo”. No voy a dejar que el mundo crea que Lindsy se quitó la vida. No porque no es verdad. Fue asesinada. Y voy a descubrir quién lo hizo.
Su mirada cambia, endureciéndose. Por un segundo, parece debatir si responder o no. Finalmente, suelta una carcajada amarga.
—Eso es exactamente a lo que me refiero. Tu obsesión con ese caso y esa empresa se ha salido de control. A veces te escucho hablar de tu “gran plan” y me pregunto… ¿Qué necesitas para mostrar un poco de interés por mí? ¿Tendría que morirme yo para llamar tu atención?
Sus palabras me golpean como un mazazo en el pecho. Mi respiración se acelera.
—¿Qué clase de estupidez es esa? —estallo, mi voz saliendo más alta de lo que pretendía. Algunas cabezas se giran hacia nuestra mesa, y yo bajo la voz de inmediato, avergonzada—. ¿Te has vuelto loco?
—Puede ser. Pero no tanto como tú lo estás últimamente —replica, su tono frío, cortante—. Estuve ahí para ti, Kassydi. Cuando llorabas, cuando apenas podías sostenerte, estuve a tu lado. Incluso fui contigo al reconocimiento del cuerpo. Créeme, también me dolió. Pero aprendí a seguir adelante. Tú deberías hacer lo mismo.
—Es fácil para ti decirlo, pero tú no eras su hermana —espeto, apretando los dientes. Mi garganta se cierra, pero no retrocedo—. Y nunca dije que no me hayas apoyado. Sólo… no puedo hablar de “nuestros planes a futuro” ahora. No estoy lista.
—¿No estás lista? —repite, incrédulo—. Hace dos meses lo estabas. Planeábamos un “siempre juntos”. ¿Qué pasó?
—Lindsy pasó. Su muerte pasó. Y con ello, todo cambió.
Por un momento, ambos nos quedamos en silencio. Entonces él sacude la cabeza, como si estuviera cansado de luchar contra una pared invisible.
—No vas a estar lista hasta que dejes a los muertos en paz, Kassydi. Ella se fue. Punto.
—¡Yo sé que se fue! —las palabras se me escapan antes de poder controlarlas. Todo el café parece detenerse por un segundo, las miradas clavándose en mí. Me aclaro la garganta, apretando los labios antes de continuar—. Sé que ella se fue… pero no sé por qué ni quién lo hizo.
Sam suspira, derrotado.
—Ahí vas de nuevo. Crees que hay una conspiración, pero no tienes pruebas. Solo es tu palabra contra las evidencias. En eso, Kassydi, sales perdiendo.
—¿No me crees, verdad? —mi voz apenas es un susurro, cargado de decepción—. Eso es. Por eso ignoras todo lo que digo al respecto.
—No es eso. Creo que esto te está afectando al punto de obsesionarte con fantasmas que no existen.
No podía creer lo que estaba escuchando. Sam, mi Sam, el chico con el que crecí compartiendo juegos en las calles del barrio, el hombre al que entregué mi confianza y mi amor, me estaba traicionando. No con otra mujer, no físicamente, sino con algo mucho más profundo. No creía en mí. No creía en lo que decía, en lo que sabía en lo más hondo de mis entrañas. Su falta de apoyo era una puñalada directa al corazón, y el dolor se sentía como si hubiera perdido no solo a mi hermana, sino también al que creía mi compañero de vida.
—Retira lo que has dicho —exigí, mi voz temblando entre la furia y la incredulidad.
—No lo haré, porque es la verdad —respondió él, con esa firmeza que ahora me parecía cruel.
Lo miré, intentando procesar sus palabras. Intentando entender cómo la persona que había estado a mi lado en los momentos más oscuros podía ahora darme la espalda. El calor subió a mis mejillas, pero no era vergüenza. Era rabia. Dolor transformado en fuego.
—Wow. ¿Sabes qué, Sam? Es irónico lo que estás diciendo. Porque cuando tu padre murió en servicio, y tú creías saber quién era el responsable, nadie te creyó. Nadie, excepto Lindsy y yo. Nosotras. Nosotras te creímos, te apoyamos, te ayudamos a investigar hasta que sacaste la verdad a la luz. ¿Recuerdas cómo lo hicimos juntas? Porque yo sí. Y gracias a eso, el culpable terminó en prisión. Ahora que te estoy pidiendo lo mismo, que me creas, que confíes en mí, lo único que haces es llamarme loca. ¿Así es como funciona, Sam? ¿Así es como funciona nuestra relación?
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Editado: 10.03.2025