Evelina lo miraba a los ojos oscuros con desafío, rebeldía y valentía. Estaba cansada de esos juegos. No podía entender el comportamiento del rey: a veces ardía como el desierto africano, y otras, era tan frío como la nieve polar.
El chirrido de la puerta obligó al hombre a soltar su brazo, y Evelina suspiró aliviada. Derek entró en la habitación. Se inclinó tan profundamente que casi rozó el suelo y no se atrevía a mirar al soberano. Su voz fue apenas un susurro:
—Perdonadme, Majestad... Ha ocurrido algo. Fui al almacén a buscar el cristal, pero ya no estaba. Ha desaparecido.
La noticia dejó atónita no solo a Evelina, sino a todos los presentes. Un silencio espeso cayó sobre la sala. Ella sospechaba que Elizar tenía algo que ver: el cristal no podía haber desaparecido por sí solo y justo a tiempo. Ahora nadie sabría sobre la oscuridad en su magia. Tendría unos días para decidir qué hacer.
La voz airada de Anvar rasgó el silencio como una espada afilada:
—¿Qué significa que ha desaparecido?
—Probablemente lo robaron, Majestad —Derek alzó la vista, temblando—. El Archimago jura que el cristal estaba allí ayer. Nadie ha entrado en la cámara, pero aun así... ha desaparecido.
—Llama al mago a mi despacho de inmediato —ordenó el rey.
Derek salió apresurado. Anvar dirigió su mirada severa a la joven:
—Hoy puedes quedarte a descansar en estos aposentos. Mañana, espero que retomes tus deberes. Seguirás sirviéndome y permanecerás bajo vigilancia.
El rey abrió la puerta de golpe y abandonó la estancia.
Solo entonces Evelina reaccionó del todo y se dejó caer sobre la cama con el peso de una piedra. Miró a Elizar con reproche:
—¿Qué fue eso? Podrías haberme advertido sobre el torbellino. No me habría metido en medio.
—No fui yo. Anvar tiene muchos enemigos. No me culpes por todo lo que sucede en el palacio. Un torbellino es un juego de niños comparado con la magia verdadera. Me intriga quién podría haberlo hecho. Parece obra de amateurs que no conocen la magia de protección de Anvar... o de alguien que intenta distraernos de algo más importante. Cualquiera de los invitados al baile pudo traerlo, pero pocos sabían que el rey descansaría allí al día siguiente.
Elizar hablaba con seguridad, y sus argumentos convencieron a Evelina. Al parecer, el rey tenía un nuevo enemigo dispuesto a actuar.
La joven se quitó la molesta cofia, y su espesa melena castaña cayó hasta la cintura.
—¿Estás seguro de que mi magia absorberá el poder del rey? ¿Y si pasa como con el torbellino?
—Los torbellinos son para los débiles. Tu magia es poderosa, mucho más de lo que imaginas. Si no estuviera seguro, jamás arriesgaría tu vida.
El duque se acercó, le tomó las manos y la obligó a levantarse. La cofia almidonada cayó al suelo sin hacer ruido. Elizar la envolvió en un abrazo gélido. Evelina tembló involuntariamente al sentir el frío que emanaba de él. Sus labios húmedos rozaron su mejilla, dejando un rastro tibio tras un beso. La joven se apartó, pero no pudo liberarse de sus brazos helados.
—¿Para qué esas caricias? Anvar ya se ha ido. No hay nadie a quien engañar.
—No estoy fingiendo —le tomó los dedos y la miró con intensidad, como si quisiera llegar hasta su alma—. Evelina, no me eres indiferente. Eres con quien quiero despertar y dormir, con quien quiero descubrir cada día algo nuevo. Te amo.
Ella se quedó paralizada. Esa confesión fue completamente inesperada. Lo miró con atención, intentando encontrar el menor rastro de mentira. Sus ojos grises parecían sinceros. Sus labios, inmóviles, aguardaban respuesta. Elizar era indudablemente apuesto, pero sus secretos y manipulaciones hacían que ella no pudiera confiar.
Evelina retiró la mano de sus dedos fríos y se echó el cabello hacia atrás, como si las largas hebras le estorbaran para hablar.
—No has podido enamorarte de mí en tan pocos días.
—Eso mismo me repetía... pero ya no puedo mentirme —Elizar se inclinó hacia ella.
Evelina bajó la cabeza, impidiendo que sus labios la tocaran.
—Yo no soy Ayne, Elizar. Quizá estás enamorado de la chica cuyo lugar ocupé.
—No digas tonterías. Nunca amé a Ayne. Estos sentimientos nacieron contigo.
Editado: 20.07.2025