Me quería morir. Me quería matar. Literalmente. No estaba lista para seguir viviendo.
Toda una vida intentando hacer las cosas bien, buscando ese destino que prometía sentido, trascendencia. Intentando ser buena hija, buena trabajadora, buena estudiante, buena persona. Y, sin embargo, aquí estaba: mi nevera vacía, las deudas ahogándome, mi trabajo en redes sociales arrastrándose sin cumplir las expectativas de un mundo que parece avanzar a la velocidad de la luz, mi familia guardando un silencio atronador ante mis fracasos, y mi pareja mirándome como un lastre, un peso que llevar a cuestas.
Cuando tocas fondo, sientes que solo hay dos caminos: hundirte más o empujar contra la oscuridad hasta encontrar la superficie. Pero nadie te advierte cuán peligroso es nadar hacia arriba, cuán doloroso puede ser el trayecto. Nadie te habla de los demonios que emergen en el proceso, los mismos que te hicieron caer en primer lugar.
Ahora todo ha tomado un curso tan extraño, tan escabroso, que me cuesta creerlo. El libro está en mis manos.
Mis ojos se llenan de lágrimas mientras lo miro, incrédula. ¿Será la energía que desprende? ¿O quizá la carga de las expectativas que otros le han depositado? Sea lo que sea, lo siento. Vibra en mis manos, como si tuviera vida propia. Y aquí estoy yo, sintiéndome inmerecedora de abrirlo, de atreverme a leer lo que sus páginas contienen.
¿O tal vez sí?
¿Será este mi destino? ¿Todo este vacío, este dolor, habrá sido un preludio necesario para algo tan trascendental? Quien tiene todo no busca, quien no siente hambre no se aventura a cazar, quien no carece de amor propio no emprende la búsqueda de sí mismo.
Ahora lo tengo.
¿Lo tengo?
Lo tengo. Está conmigo. Este libro, esta respuesta. Es como si el universo me lo hubiera entregado, como si todo lo que he vivido me hubiera llevado hasta este preciso instante. Mi corazón late con fuerza en mis sienes mientras me acerco más.
El Secreto de la Vida está aquí.
Conmigo.
A punto de ser revelado.
No puedo parar de llorar mientras me acerco, mientras mi mente divaga en todo lo que he tenido que atravesar. En algún momento de esta extraña odisea, la palabra "Maktub" se cruzó en mi camino. Maktub: estaba escrito. Como si todo en la vida tuviera un curso, un flujo natural al que debes rendirte. Como si resistirte fuera lo que te causa dolor, mientras que aceptar, liberarte y confiar en el camino correcto fuera lo que te lleva a tu responsabilidad creativa.
Kerim fue quien me habló de esto. Una madrugada, enredada en sus sábanas, con la penumbra como testigo, me explicó el principio del ritmo.
“Valeria, no sé cuál es el verdadero secreto de la vida,” dijo, su voz profunda resonando en mi alma, “pero sí sé que la vida es como un reloj a péndulo. Todo sigue un ritmo. No debes manipularlo porque, si lo haces, el reloj se desajustará. Imagina que intentas sostener el péndulo en un extremo: al principio parece fácil, pero eventualmente te agotará, te dolerá. Y cuando lo sueltes, el péndulo irá con toda su fuerza en la dirección opuesta. ¿Y sabes qué ocurre después? El péndulo regresa. Contra ti.”
Lo recuerdo con una claridad devastadora.
Quizá eso es Maktub. No sostener el péndulo. No resistir el flujo natural de las cosas. No forzar el ritmo. Porque la resistencia no es más que una declaración de guerra contra la propia vida, y la vida siempre gana.
Aquel día decidí soltar el péndulo. Decidí seguir mi ritmo, escuchar mi intuición, fluir con el universo o con aquello que muchos llaman destino. Fue entonces cuando todo cambió. Fue entonces cuando el camino hacia el Sefira comenzó a revelarse ante mí. Fue entonces cuando este momento, este libro, se hizo posible.
Y ahora que estoy aquí, frente a él, siento que todo en mi vida ha sido un preludio. Todo lo que he perdido, todo el dolor, toda la desesperación, todo me condujo hasta este punto exacto en el tiempo.
Extiendo mi mano hacia el libro. Siento cómo late mi corazón, cómo cada fibra de mi ser se estremece con una intensidad que nunca había conocido. Mis dedos rozan la tapa, y una energía indescriptible me recorre. Es como si el universo entero hubiera estado esperando este momento tanto como yo, como si todo el tiempo y el espacio confluyeran en este acto. Siento que cada átomo de mi cuerpo está vibrando al unísono con un poder que apenas puedo comprender.
El Secreto de la Vida está aquí. Conmigo.
A punto de ser revelado.
Mis lágrimas ya no son solo de dolor o desesperación. Son de transformación, de liberación. Porque entiendo, en lo más profundo de mi ser, que este libro no solo cambiará mi vida; la reescribirá desde sus cimientos. Nada volverá a ser igual. Cada pequeño fragmento de mi existencia ha sido un ladrillo en el camino hacia este instante, y ahora, al fin, estoy aquí.
He cruzado un umbral del que no hay retorno y sé que este no es el final; es el principio de algo mucho más grande de lo que jamás pude imaginar.