El aire dentro de la estación central de prensa es pesado, cargado con la energía contenida de decenas de periodistas y técnicos que trabajan frenéticamente. Afuera, las calles del cordón seguro están envueltas en un silencio que parece demasiado perfecto, casi inquietante. Nadia regresa después de unos minutos con una expresión que la muestra decidida, como quien sabe exactamente el paso a paso de su agenda sin chistar. Nos hace un gesto para que la sigamos.
—Van a conocer a alguien importante—dice sin rodeos mientras caminamos por los pasillos reforzados del edificio. Luis y yo intercambiamos miradas de curiosidad, aunque ninguno de los dos se atreve a preguntar de inmediato.
—¿Quién?—me animo a decir finalmente.
—El Ministro de Defensa—responde Nadia con un tono que no deja lugar a dudas sobre la importancia del encuentro—. Kerim Quismet. Es el hombre que está sosteniendo este lugar en pie, al menos por ahora.
¿Así de importante? Ni primer ministro ni rey del lugar, sino el ministro de defensa. Claramente ha de ser un hombre con un peso enorme de decisiones encima.
El nombre resuena en mi mente mientras seguimos a Nadia hacia una sala privada, sus palabras despertando un interés que no puedo contener. He leído sobre Quismet en los informes, pero verlo en persona es otra cosa.
La puerta se abre y, al instante, una presencia dominante llena el espacio. Allí está él, de pie junto a una mesa de madera oscura con mapas y documentos desparramados. Kerim Quismet. Un hombre cuya apariencia parece diseñada para inspirar respeto y no precisamente del bueno, casi temor.
Es alto, de hombros anchos y postura imponente, como alguien acostumbrado a cargar el peso de decisiones monumentales tal como lo había intuido en un primer momento. Su piel tiene un tono cálido y uniforme que resalta bajo la luz suave de la sala, y su cabello oscuro, corto pero perfectamente peinado, parece tan intachable como su porte. Los pómulos marcados y la línea recta de su mandíbula le otorgan un aire de autoridad natural, mientras que su mirada, intensa y directa, parece atravesarme cuando levanta los ojos hacia nosotros. Es un azul tan intenso que juzgaría que el cielo mismo se ha posado en ellos para agraciarlo. No tengo recuerdo haber visto jamás a un hombre con un atractivo así, impacta de una manera tan viril y autoritaria, al tiempo que me hace temer utilizar el saludo inadecuado o una palabra inoportuna.
Lleva una camisa blanca de lino, ligera pero elegante, con las mangas remangadas hasta los codos, dejando al descubierto unos antebrazos musculosos que hablan de disciplina. Sobre ella, un chaleco negro ajustado con detalles de cuero que parecen diseñados tanto para la funcionalidad como para la estética. Sus pantalones oscuros están perfectamente entallados, y las botas militares pulidas completan una imagen que no puedo evitar catalogar como intimidante, pero también fascinante.
La verdad es que esperaba verle con una túnica o algo similar, sin embargo va vestido como un ciudadano más bien de mi ciudad de origen y el velo en su cabeza es más bien una muestra de autoridad.
—Ministro—dice Nadia, rompiendo el silencio mientras nos presenta—. Ellos son Valeria y Luis, periodistas internacionales que acaban de llegar para cubrir la situación en Sefirá. Están bajo órdenes de Señal Noticias, ambos subordinados a prensa oficial del gobierno.
Kerim asiente, inclinando ligeramente la cabeza, pero sus ojos permanecen fijos en mí por un segundo más del que esperaba. Su presencia me abruma, aunque trato de mantener la compostura.
—Bienvenidos a Sefirá—dice con una voz grave y firme, cada palabra perfectamente articulada, como si estuviera acostumbrado a que lo escuchen con atención—. Espero que entiendan la delicadeza de lo que ocurre aquí. Pero quisiera que sepan y que la comunidad esté al tanto de que estamos disponiendo todos los esfuerzos necesarios para proteger a los nuestros, como cada gobierno seguro haría con los suyos.
—Gracias, señor—respondo con un leve asentimiento, tratando de igualar su seriedad—. Estamos aquí para contar las historias de quienes están viviendo esta realidad. Sabemos que el contexto es complejo, pero haremos nuestro mejor esfuerzo para ser precisos con todo lo que se requiere difundir.
Él parece evaluar mis palabras por un momento antes de responder.
—Eso espero. La información puede ser un arma tan poderosa como cualquier otra. Si están aquí, deben comprender que cada palabra que publiquen tiene consecuencias, para bien o para mal y por ello es que requerimos de su servicio, así como de su competencia para nuestro contexto.
Asiento, sintiendo el peso de sus palabras. A su lado, Luis también muestra respeto, aunque parece más relajado que yo.
—Señor ministro—interviene Nadia—, quizá podría darles una perspectiva más directa de cómo está la situación en las zonas seguras y en los límites. Ellos necesitan entender el contexto antes de salir al terreno y tenemos una sesión programada para dentro de tres minutos. Esa mi sugerencia para el abordaje de estas grabaciones.
Kerim se cruza de brazos, una postura que acentúa aún más su físico imponente, pero no de forma agresiva. Luego asiente.
Nos dirigimos a la sala de grabación que parece más bien un estudio sacado de una película futurista. En mi ciudad no existe esta clase de lugares tan asombrosos con una tecnología así de elevada para montar grabaciones.
Una vez que nos ubicamos, Luis se prepara para grabar y también lo hacen con cámaras del estudio de Señal.
Una vez en posición, me hace sentir agraciada el hecho de poder estar mirando a los ojos a este hombre tan imponente.
Una vez que grabo el membrete de introducción, me vuelvo al ministro, con un ligero saludo al que corresponde de manera escueta y le pregunto al micrófono respecto de si nos puede dar un pantallazo del contexto aquí y ahora.
—La situación es más frágil de lo que parece—comienza, señalando uno de los mapas sobre la mesa—. El cordón seguro es exactamente eso: seguro, por ahora. Pero los atentados en las zonas periféricas se están acercando, y las tensiones dentro de la ciudad también están aumentando. Hay fuerzas trabajando desde las sombras, tratando de desestabilizar lo que hemos construido aquí, pero hemos demostrado que fuimos capaces de proteger a nuestra gente. Contamos con protección más allá de lo físicamente conocido por otros allá afuera.