NARRADO POR KERIM
La puerta se cierra tras ellos, y el murmullo constante de la estación de prensa vuelve a llenar el aire, pero yo apenas lo noto. Mi atención está fija en una figura que ya ha desaparecido de mi vista, pero no de mi mente. Valeria. El sonido de su nombre se queda conmigo, resonando como una melodía tenue, una presencia que no logro ignorar.
Camino hacia mi oficina con pasos firmes, mis zapatos van resonando contra el suelo de mármol a medida que me desplazo. Mi exterior proyecta la determinación habitual, pero por dentro estoy dividido. Hay algo en ella, en esa mezcla intrigante de seguridad y vulnerabilidad que vi en sus ojos. En su porte, en la forma en que se paró frente a mí, tratando de mantener una firmeza que apenas ocultaba su asombro ante este lugar y todo lo que representa.
—Llama a Faisal—le digo a Hassan, mi asistente personal, al llegar al pasillo privado que lleva a mi despacho. Mi voz es calmada, pero la orden de mi parte tiene caracter de que debe realizarse ahora—. Quiero un informe completo sobre la periodista Valeria. Su historia, su carrera, todo.
Hassan asiente de inmediato. Es un hombre discreto y eficiente, el tipo de persona que sabe cómo manejar los asuntos más delicados sin cuestionar ni interferir.
Una vez dentro de mi oficina, cierro la puerta tras de mí y respiro hondo. El sol de la tarde entra a raudales por las ventanas altas, iluminando la habitación con un brillo dorado que acentúa los intrincados mosaicos y las telas que adornan las paredes. Mi escritorio, de madera oscura y pulida, está cubierto de documentos que requieren mi atención inmediata, pero mi mente está en otro lugar.
Valeria. Su atuendo resuena en mi imaginación, considerando lo atractivo de nuestras diferencias culturales y lo osado de su persona. Jeans sueltos aunque bien apretados en sus caderas, botas de cuero, una chaqueta oscura. Todo en ella contrastaba con los vestidos fluidos y las túnicas que me rodean a diario. Pero no era su ropa lo que capturó mi interés únicamente. Era su presencia, esa intensidad en su mirada, como si estuviera tratando de desentrañar un misterio, una mujer que atrapa porque da a entender con su mirada que no se anda con temores sino que va por todo, que sabe cómo jugar y cómo pisar el suelo en que anda.
Sacudo la cabeza con fuerza. No puedo permitirme distracciones, no hoy, estando atravesando un desafío tan importante como el que tenemos ahora.
El sonido de mis pasos se mezcla con el murmullo de voces al entrar en la sala de reuniones. Mi gabinete ya está reunido, discutiendo los últimos preparativos para la celebración de esta noche. El aniversario de nuestra independencia es un evento cargado de significado, una ocasión para mostrar al mundo nuestra fortaleza y unidad.
—Ministro—dice Khalid, uno de mis asesores principales, poniéndose de pie al verme. Su túnica dorada refleja la luz, haciéndolo parecer una figura casi regia—. Los preparativos están casi listos, pero necesitamos su aprobación final para el discurso y la lista de invitados que sufrió algunas modificaciones en las últimas horas.
—Excelente. Lo revisaremos en un momento—respondo mientras tomo asiento. Mi mente aún está ligeramente distraída, pero me obligo a concentrarme. Esta noche no se trata solo de un evento simbólico; es un recordatorio al mundo de que seguimos aquí, firmes, defendiendo lo que es nuestro.
Conocer El Secreto y ponerlo en marcha con sus efectos implica el renacer de toda una nación y es exactamente el carácter de nuestro encuentro de hoy.
Las discusiones avanzan con intensidad, cada voz en la sala va contribuyendo a un análisis minucioso de los detalles. Khalid propone ajustes en el protocolo, mientras otros asesores debaten sobre la seguridad y la logística. Pero incluso mientras aporto comentarios estratégicos, mi mente se desliza brevemente hacia Valeria. Estará presente esta noche, seguramente.
Puedo imaginarla moviéndose entre la multitud, sus ojos atentos capturando cada detalle, no solo con su cámara, sino con una percepción que parece ir más allá. Su mirada extranjera podría ser una herramienta invaluable para dar a conocer nuestra historia, pero también representa un desafío. Sé que buscará más allá de lo que mostramos en la superficie. No es solo curiosidad; es ese instinto agudo de alguien que se ha entrenado para encontrar lo oculto.
La tensión crece a mi alrededor cuando Khalid levanta la voz, insistiendo en la necesidad de reforzar ciertos puntos de control.
Horas después, mientras revisamos los protocolos de seguridad, Rashad, el primer ministro a cargo en la actualidad, se inclina hacia mí. Es un hombre mayor, con una barba bien cuidada y una mirada que ha visto demasiado. Ronda casi los setenta años, y aún así la experiencia se condice con su sabiduría.
—He visto la nota sobre tu encuentro con la prensa esta mañana—comenta en voz baja, su tono cargado de una curiosidad burlona—. La periodista, Valeria. Tiene... una presencia interesante, ¿no crees?
Una sonrisa leve se dibuja en mis labios. Rashad siempre ha tenido un ojo afilado para las personas. Conmigo sobre todo y por ello es que me puso en el cargo que ocupo ahora.
—Interesante es quedarse corto—respondo con un tono casual, aunque cada palabra está cuidadosamente medida.
Rashad arquea una ceja, divertido.
—Cuidado, Kerim. Las extranjeras tienen una forma peculiar de complicar las cosas. Ya sabes…se comportan distinto a lo que acostumbramos.
—Las complicaciones no me asustan—replico, sosteniendo su mirada—. Esa mujer será mía.
Rashad se ríe, un sonido bajo y profundo que llena el espacio.
—Lo dices con tanta seguridad. Bueno, si alguien puede lograrlo, ese eres tú. Pareces una persona que conoce el secreto para manifestar todos los deseos.
Suelto una risita socarrona.
Nuestra conversación se desvanece cuando otro asesor interviene con preguntas logísticas, pero siento los ojos de Rashad sobre mí. No puedo culparlo; mi determinación a menudo desconcierta incluso a los más cercanos.