El Secreto de la Vida

Capítulo 22

Narrado por VALERIA

—¿Y tú, Valeria? ¿Buscas El Secreto?

Retrocedo un poco mientras lo miro fijamente, aún con el corazón latiendo fuerte en mi pecho y con mil interrogantes dando vueltas en mi cabeza mientras mantengo la mirada fija en él. En su cuello. En el tatuaje que lleva ahí y el cual siempre vi con un sentido estético y ahora soy capaz de leerlo… Maktub, una palabra que antes encontré en un libro que leí por placer y luego lo dejé en el cajón de lecturas olvidadas de mis recuerdos. Voy más allá de eso, intento concentrarme en Kerim, pero el horror me lleva a esquivarle a tientas.

¿Estoy lista para saber qué clase de respuesta puedo tener de su parte si le digo que sí? ¿Tomaría represalias al respecto? Esta vez no me la dejará pasar, esta vez tendrá que expulsarme por insolente. Por ser atrevida una vez más.

—Valeria—insiste Kerim y se adelanta hasta acortar la distancia entre nosotros dos. Considero si no sería demasiado exagero el darme la vuelta e intentar salir huyendo, pero es probable que me maten si confieso eso—, qué mal que no te haya contentado el trato que hicimos antes.

—Estoy bien, no buscaba eso, lo siento—digo con un tembleque en la garganta que no sirve de nada considerando que estoy mintiendo, que él ya me ha descubierto y cuanto más intente sostener esa mentira, peor será mi esfuerzo.

Acto seguido él extiende su mano y le miro a los ojos.

—Vamos—me propone—, te enseñaré.

Algo en mí no sabe si resurgir con miedo o con audacia o con una risotada nerviosa porque no sé hasta qué punto podría tratarse de una mentira o de un engaño.

—Kerim, en serio, prefiero regresar a la ceremonia—le digo, intentando parecer más segura de mí misma de lo que en verdad me siento.

—Ninguna ceremonia, caray. Vamos, te enseñaré lo que esos dos idiotas intentaban buscar por aquí.

—Yo…—se me quiebra la voz y le miro con lágrimas en los ojos—. Kerim, en verdad, prefiero…

—Vamos, Valeria. Esto ya no es una pregunta.

Trago grueso y termino por acceder tomando su mano y permitiendo que me lleve medio arrastrando hasta el interior de la casa.

Él se encarga de desbloquear los ingresos con un lector de Iris y seguimos adelante por una estructura de pasillos conectados entre sí que nos hacen adentrarnos más, más, más. Dios, qué locura es esta.

—Kerim, por favor—le digo en una súplica mientras le permito que me lleve y atravesamos los controles de seguridad láser—. Por favor, déjame ir, te lo suplico, no diré nada a nadie, lo digo en serio.

—Valeria, cálmate.

—No me maten, por favor.

—¿En serio crees que vaya a matarte?—me pregunta mientras seguimos y desbloquea un nuevo juego de lásers.

—Espero que sea rápido, yo…

—Te prometí que te traería para que te encuentres con el libro y es donde mismo estamos ahora.

—¿Qué…?

Nos detenemos y miro al frente.

No… No puede ser…

—Valeria—añade Kerim—, te he permitido que te acerques por una razón, del mismo modo que llegaste hasta acá por un motivo. ¿Sabes de dónde acontecen los milagros? ¿Te has preguntado por qué algunas personas necesitan tocar fondo para conocer su poder auténtico?

Mis ojos se llenan de lágrimas mientras lo miro, incrédula. ¿Será la energía que desprende? ¿O quizá la carga de las expectativas que otros le han depositado? Sea lo que sea, lo siento.

Kerim me lleva a avanzar más.

—Es cuando descubren el poder que tiene conocer El Secreto—añade Kerim—, el que te hace conectar con tu propia fuerza, con ese puntapié profundo que luego te empuja a la superficie y te trae al otro extremo del mundo para que estés en el lugar exacto donde debes estar. ¿Te has preguntado en el pasado cómo fue que todo ha conseguido cambiar tanto? Piénsalo. ¿No deberías haber venido hasta acá antes?

—¿Eh?

—Mira en tus recuerdos—me propone y se me acelera la respiración al notar que eleva la cubierta de vidrio blindado que lo recubre—, ¿no deberías haber llegado al Sefirá antes?

—No lo sé… Tuve opción de hacer formación como corresponsal de guerra, pero…

—Te desviaste. No importa el motivo.

Rodrigo. Rodrigo fue el motivo. Teníamos planes juntos y no seguí con mi objetivo.

—Sefirá era una opción—añado—, por la ubicación geográfica y en el mapa de milicias armadas. Pero en aquel entonces lo consideré una opción muy remota casi imposible a mi ver.

—Era una opción. Sí. Y no la seguiste. Forzaste las cosas… Como el péndulo.

La noche que pasamos juntos me habló sobre el funcionamiento del péndulo.

—Recuerda—añade—, se tendrán que modificar tantas situaciones, personas y condiciones como sean necesarias con tal de que tu llegues a tu objetivo siempre que este permanezca en tu norte. Cuanto más certeza tengas, más se reacomodan las piezas del ajedrez para que llegues a tu destino.

—¿Este es mi…destino?

Kerim toma unos guantes y eleva el libro tan antiguo como el sentido mismo de la raza huma.

—Extiende tus manos—me orden.

—No tengo guantes.

—No debes tener guantes tu, Valeria.

¿Por qué…? Caramba, caramba, caramba, esto no puede estar sucediendo.

Me tiembla el cuerpo entero cuando finalmente pone el libro en mi poder. Vibra en mis manos, como si tuviera vida propia. Y aquí estoy yo, sintiéndome inmerecedora de abrirlo, de atreverme a leer lo que sus páginas contienen.

¿O tal vez sí?

¿Será este mi destino? ¿Todo este vacío, este dolor, habrá sido un preludio necesario para algo tan trascendental? Quien tiene todo no busca, quien no siente hambre no se aventura a cazar, quien no llega al dolor inmenso de perder el amor propio no emprende la búsqueda de sí mismo.

Ahora lo tengo.

¿Lo tengo?

Lo tengo. Está conmigo. Este libro, esta respuesta. Es como si el universo, Dios o el destino me lo hubiera entregado, como si todo lo que he vivido me hubiera llevado hasta este preciso instante. Mi corazón late con fuerza en mis sienes mientras me acerco más.




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