Narrado por KERIM
El trueno de las voces estalla al cruzar el umbral de la sala de reuniones y realmente dejan mi paciencia al borde de colapsar, es una asquerosa tormenta de reproches y exigencias que esconde detrás, en realidad, una batalla de egos por querer demostrar quién tiene más poder que otro o quién pisa más fuerte, confunden liderazgo con fanfarronería y eso sí que es lamentable considerando que asumen la responsabilidad, la jerarquía de sus investiduras como atributos especiales que no lo son absoluto.
Siento el cruce de palabras en la boca del estómago, una presión familiar, la de saber que el destino de una nación descansa, en gran medida, sobre mis hombros. El General Hakim, con el rostro congestionado y la vena del cuello palpitante, señala con furia el mapa digital proyectado en la pared. Un mapa que, a mis ojos, es un electrocardiograma de la fragilidad en la que vivimos.
—¿De verdad vamos a malgastar nuestros recursos en el helado páramo del norte, mientras el dragón nos respira en la nuca desde el este? —brama Hakim, con su voz resonando en la sala como el estampido de un cañón. La luz azulada del mapa dibuja sombras grotescas en su rostro, revelando la tensión acumulada durante meses de amenazas y conspiraciones.
Anya Petrova, la Ministra de Relaciones Exteriores, mantiene su compostura glacial y su voz es esafilada como un estilete.
—El este puede esperar. Los halcones del norte ya nos sobrevuelan. La diplomacia tiene un límite, General, y estamos a punto de alcanzarlo.
Me abro paso entre el laberinto de figuras políticas y militares, sintiendo las miradas clavadas en mi espalda. Miradas que buscan respuestas, certezas, una guía en medio de la tormenta que los atraviesa lo cual no es más que un caos de sus propios egos inflados.
Me dejo caer en mi asiento, al frente de la mesa ovalada, el peso del poder hundiéndome en la tapicería. Observo el intercambio de golpes verbales y siento pena por ellos, al mismo tiempo que soy consciente de que quienes realmente tienen peso en sus opiniones no están aquí hoy. Y tras las cortinas, siempre, la sombra de ellos. Darius Johnson y Jesed Gamma. Los dos mega multimillonarios cuyas fortunas incalculables les permiten tejer hilos invisibles que mueven los hilos del poder. Sus nombres nunca se mencionan abiertamente, pero su influencia es omnipresente, una fuerza oscura que corrompe y manipula, que decide el curso de nuestra nación desde las sombras de sus opulentas oficinas.
—Basta —intervengo, alzando una mano. El silencio se precipita sobre la sala, un silencio cargado de expectativa y desconfianza. Todos los ojos se dirigen a mí. Kerim Quismet, Ministro de Defensa, el hombre que debe encontrar el equilibrio entre la seguridad nacional y las agendas ocultas. —No dispersaremos nuestras fuerzas. Necesitamos una evaluación precisa y objetiva de las amenazas reales, no de las paranoias que alimentan el miedo y benefician a intereses particulares.
Hakim da un paso al frente, su rostro parece enrojecido por la impaciencia.
—Ministro Quismet, con el debido respeto, la perfección es enemiga del progreso. Mientras usted se pierde en análisis interminables, el enemigo afina sus garras. La guerra no pide permiso. Nosotros preferimos pedir perdón y no permiso.
—Y si actuamos precipitadamente, si nos dejamos llevar por el pánico, proyectaremos una imagen de debilidad y paranoia —respondo con calma, pero con la determinación del acero. Cada palabra es un dardo lanzado a la diana de la razón, un intento desesperado por mantener el control en un mundo que se desmorona. Los Johnson y los Gamma apuestan por la desestabilización. Les beneficia el caos.
La discusión se reanuda con renovado vigor, las voces se elevan y se entremezclan en una cacofonía de acusaciones y justificaciones donde lo que subyace son las vidas que se tendrán que lamentar, vidas de inocentes por culpa de personas que tienen un interior tan fogoneado que no son capaces de tolerarse ellos mismos siquiera. Argumento con precisión, desmantelando los miedos infundados, enfatizando la importancia de la estrategia y la diplomacia. Pero mientras mi boca articula las palabras correctas, mi mente se desvía, irremediablemente, hacia ella.
Valeria.
Su imagen surge en mi mente como una bocanada de aire fresco, un oasis en el desierto de estas discusiones que parecen haber perdido cualquier resquicio de humanidad.
Su curiosidad insaciable, su inteligencia brillante, su belleza que me golpea como un rayo. La quiero, la deseo. Quiero besarla hasta saciarme, quiero hacerle el amor hasta el amanecer. Quiero protegerla del mundo, del peligro que la acecha. ¿Comprendió la magnitud de lo que le mostré? El libro... no es un simple artefacto. Es una clave. Una clave para desatar un poder inimaginable. Y si cae en las manos equivocadas... manos como las de Darius Johnson o Jesed Gamma, el resultado sería catastrófico. Un cataclismo que arrastraría a nuestra nación al abismo. Ellos son quienes generan este caos en gran parte por su manera de verlo desde una perspectiva que beneficia la destrucción mutua y no el bien común.
—Quismet, necesitamos una decisión ya —insiste Petrova, su voz fría y calculadora. Su lealtad es tan inestable como arena movediza. Sospecho que baila al son que tocan los magnates.
Respiro hondo, luchando contra la angustia que me consume.
—Refuercen la vigilancia en el norte. Desplieguen la inteligencia satelital. Quiero una imagen clara del despliegue enemigo y pruebas del buen funcionamiento del escudo de la zona segura. Pero mantengan las patrullas en el este. No quiero sorpresas. Y pongan a la flota en alerta roja. Y... —Me detengo, un escalofrío recorriéndome la espina dorsal. —Eleven informes a los servicios de inteligencia.
Estos mantienen a Jesed y a Darius con mucha incidencia, con perspectiva de control de la cual no nos podemos deshacer ahora sino quedamos fuera del rango de protección, al tiempo que nos permite actual con control bajo su perspectiva.