El Secreto de la Vida

Capítulo 28

Narrado por VALERIA

Cada segundo que pasa parece una tortura.

Estoy aquí, sentada en esta maldita silla de cuero que parece clavarse en mi columna vertebral, prisionera en este despacho que no tiene barrotes, pero que me retiene con una fuerza invisible mucho más poderosa que cualquier cerradura, bueno, no tan invisibles, sí tiene llave la puerta y hay gente de seguridad fuera.

No sé qué demonios está tramando Kerim con esos documentos ahora mismo o cuál es la verdadera incidencia que tienen. La imagen de su rostro, sereno y confiado mientras salía de este mismo despacho hace apenas unas horas, se repite una y otra vez en mi mente, como un bucle infernal. Su sonrisa, que antes me parecía un gesto de camaradería, ahora se revela como una máscara, un velo tras el cual se esconde una verdad oscura y peligrosa. Siento la traición como un veneno que se extiende lentamente por mis venas, adormeciendo mi confianza, paralizando mi juicio.

Lo que sí sé, lo que me quema en el estómago como un ácido corrosivo, es que estoy en problemas. Unos problemas tan profundos y enrevesados que me siento como si estuviera cayendo por un pozo sin fondo, sin luz, sin esperanza. Mi vida, la vida que creía conocer, la vida que había construido con esfuerzo y dedicación, se está desmoronando a mi alrededor, ladrillo a ladrillo, revelando una estructura podrida y frágil.

El silencio en el despacho es ensordecedor. Un silencio preñado de amenazas, de secretos, de mentiras, de problemas que siento que se han desatado por mi culpa única y exclusivamente y ahora no sé en absoluto cómo sobrellevar. El tic-tac del reloj de pared, que antes me resultaba casi imperceptible, ahora resuena en mis oídos como un latigazo, marcando el implacable paso del tiempo, un tiempo que se agota, que me arrastra inexorablemente hacia un destino desconocido y aterrador.

Mi móvil, posado sobre la brillante superficie de la mesa de caoba, vibra de repente, rompiendo la tensión como una pedrada en un lago en calma. El pequeño aparato parece palpitar con una vida propia, una vida que me asusta, que me advierte del peligro que se avecina. El nombre de Margarita parpadea en la pantalla, proyectando una sombra inquietante sobre el rostro de madera noble.

Un escalofrío, frío y punzante como una aguja de hielo, me recorre la espalda, desde la nuca hasta el coxis, erizando cada vello de mi piel. Siento la carne de gallina extendiéndose por mis brazos, una reacción física incontrolable ante el terror que me invade.

Me obligo a respirar hondo, intentando mantener la calma, intentando dominar el temblor que recorre mis manos. No puedo dejar que el miedo me paralice. No puedo dejar que Margarita me vea débil, vulnerable. Necesito pensar, necesito actuar, necesito encontrar una salida a este laberinto de engaños y traiciones.

Con un movimiento lento y deliberado, como si estuviera desconectada de mi propio cuerpo, deslizo el dedo para atender la llamada. La pantalla se ilumina, revelando el rostro de Margarita, su rostro duro e implacable que me observa desde la distancia, juzgándome, controlándome.

—¿Lo tienes? —pregunta sin rodeos, sin preámbulos, sin siquiera un saludo cortés. Su voz, fría y distante, llega a mis oídos como una puñalada. No hay rastro de la cordialidad que solía mostrarme, de la amistad que creía que nos unía. Ahora solo hay una máscara de profesionalismo gélido, una máscara que me revela la verdadera naturaleza de nuestra relación.

En fin, típico de ella.

—Sí —respondo de inmediato, intentando mantener la voz estable a la vez que busco ocultar el pánico que me ahoga de un modo ciertamente agresivo.

Es cierto, técnicamente lo tuve al sobre que me encargó. Durante unas preciosas horas, esos documentos confidenciales estuvieron en mi poder y ojalá hubieran permanecido de ese modo. Lo que no le digo, es que ya no está en mis manos.

Que Kerim se lo ha llevado.

—Bien. Escucha con atención —su tono es seco, profesional, implacable. No hay espacio para la negociación, para la súplica. Solo hay órdenes, instrucciones que debo obedecer ciegamente. Como un robot programado para cumplir una misión específica—. Necesito que hagas la entrega en la dirección que te envié esta mañana. Nada de retrasos, Valeria. Esto es importante.

Siento cómo se me acelera el pulso, cómo el corazón late con fuerza desbocada en mi pecho, amenazando con romper mis costillas. El sudor frío me empapa la frente, humedeciéndome el cabello. La dirección que me envió… sí, la debo tener en el chat. Un almacén abandonado en las afueras de la ciudad, un lugar oscuro y solitario donde nadie escucharía mis gritos si algo salía mal.

Fuera de la zona segura.

Necesito tiempo para pensar. Necesito una estrategia. Necesito una salida, una vía de escape de esta trampa mortal en la que me he visto envuelta. No puedo seguir obedeciendo ciegamente las órdenes de Margarita, pero todo de mí depende de esta misión, de este viaje y siento que no estoy cumpliendo.

—Margarita, ¿puedes decirme qué hay exactamente en esos documentos? —pregunto, intentando mantenerme serena, intentando sonar como la periodista incisiva y valiente que siempre he sido. Necesito saber la verdad. Necesito entender en qué me estoy metiendo. Necesito justificar mis acciones, defender mi integridad.

—No es asunto tuyo—corta de inmediato, con una frialdad que me hiela la sangre. No hay ni una pizca de compasión en su voz, ni un atisbo de duda en su mirada. Soy un peón desechable en su juego de poder, una pieza que puede sacrificar sin remordimientos. Solo le importan los resultados, no las consecuencias. Solo le importa su propio beneficio, no el bienestar de los demás.

—Solo haz la entrega y evita preguntas innecesarias —continúa, con un tono que no admite réplica. Su voz es como un látigo, castigándome por mi osadía, por mi rebeldía.

—Pero si es información de seguridad nacional, podría estar metiéndome en algo grave —insisto, sintiendo la urgencia de obtener respuestas. El miedo se mezcla con la indignación, creando un cóctel explosivo que amenaza con hacerme perder el control—. Necesito saber en qué me estás involucrando. ¿Por qué me pediste esto a mí y no a alguien más?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.