El Secreto de la Vida

Capítulo 49

Narrado por VALERIA

El metal bajo mis palmas desnudas no solo está frío, vibra. Es una vibración profunda, sorda, que parece emanar de las mismas entrañas de este edificio monstruoso, un latido mecánico y constante que se transmite a través de mis huesos, haciendo que mis dientes castañeteen involuntariamente. El conducto de ventilación es una prisión horizontal, una herida oscura en el cuerpo de El Infinito. Es estrecho, tan estrecho que mis hombros rozan constantemente los bordes metálicos, afilados en algunos puntos, dejando finas líneas rojas en mi piel. El frío es penetrante, un frío húmedo que se pega a mi piel ahora casi desnuda, cubierta solo por los restos andrajosos de la ropa interior y una fina capa de polvo gris y pegajoso que lo cubre todo. Huele a metal oxidado, a aire estancado durante décadas, y a ese olor peculiar de los sistemas de ventilación antiguos, una mezcla de moho y maquinaria vieja. Y luego está ese retumbo, ese sonido incómodo y profundo que no es solo la vibración, es algo más, como el latido irregular de un corazón gigante o el funcionamiento distante de una maquinaria desconocida y ominosa. Cada respiración que tomo es un esfuerzo consciente, el aire viciado raspa mi garganta, y el sonido de mi propia inhalación y exhalación parece amplificarse en este espacio confinado, sonando como un grito desesperado atrapado en la garganta metálica de esta torre infernal.

Avanzo arrastrándome, centímetro a doloroso centímetro. Es un movimiento torpe, humillante. Mis rodillas y codos están en carne viva, golpeando contra la superficie dura y desigual. Siento cada músculo de mi cuerpo protestar, tensos hasta el límite, no solo por el esfuerzo físico, sino por el peso aplastante de la decisión que tomé allí abajo, en esa cámara iluminada por el destello de los disparos y el humo acre.

Mi mente sigue con él…

Luis.

Su nombre es una herida abierta en mi corazión, una imagen que se repite una y otra vez: su rostro tenso, su grito ahogado, su figura desapareciendo en el caos mientras yo huía hacia la oscuridad. Me aferro desesperadamente a la justificación, a la lógica fría del plan B: él debía quedarse, Valeria. Era su papel. Crear la distracción final. Cubrir la retirada. Pero la verdad, la verdad cruda que me carcome por dentro, es que el miedo me paralizó y el instinto de supervivencia gritó más fuerte que la lealtad o la estrategia. Salté. Huí. Lo dejé atrás.Era parte del plan, si uno quedaba atrás, el otro debía seguir adelante y aún no puedo con mi propia conciencia por haberlo hecho, aunque esto ya se había conversado antes entre los dos, al diseñar el plan con Hassan y Kerim.

El vacío que esa elección ha dejado en mí es un abismo. Un agujero negro que amenaza con tragarme entera. El miedo por él es una presencia física, una bola de hielo en mi estómago que me provoca náuseas. ¿Qué le estarán haciendo ahora? ¿Lo capturaron? ¿Está herido? La imagen de él en manos de esos soldados sin rostro, siendo interrogado, torturado… es una tortura en sí misma. Cierro los ojos con fuerza, intentando bloquear las imágenes, pero son persistentes, crueles. ¿Y si ya está muerto? ¿Si su valentía, su sacrificio para darme esta mínima posibilidad de escape, ha sido en vano? ¿Si todo esto – este arrastrarme por conductos polvorientos, este perseguir una verdad que quizás nunca existió, este aferrarme a una esperanza cada vez más tenue – no es más que un sacrificio absurdo, una tragedia inútil escrita de antemano?

La duda es un veneno que se extiende lentamente por mis venas. ¿Hice lo correcto al seguir las órdenes implícitas del plan B, o simplemente me salvé a mí misma a costa de su vida? La voz del monje, tan tranquila y sabia en la quietud de la sinagoga, parece ahora una burla lejana. ¿Prefieres morir con la duda o vivir por el intento? Estoy viviendo, sí, estoy intentándolo. Pero ¿a qué precio? ¿El precio de la vida de Luis cuando finalmente creí que podríamos seguir adelante con vida los dos? La culpa es una losa pesada sobre mi espalda, haciendo que cada movimiento sea aún más agónico.

Pero no puedo detenerme. No hay opción. Volver atrás es imposible. Rendirme aquí significaría que su posible sacrificio, que todo lo que hemos sufrido hasta ahora, no habría servido para nada. Sería escupir sobre su memoria, sobre la confianza de Kerim, sobre la fe silenciosa de Hassan. Sería pisotear la visión de esa casa blanca, de esa paz anhelada, que ahora lucha por sobrevivir en mi mente como una vela parpadeante en medio de un huracán. Así que sigo. Me obligo a mover un brazo, luego el otro. Una rodilla, luego la otra. Me concentro en el mapa mental que Hassan nos grabó a fuego: seguir este conducto principal, buscar la derivación que lleva sobre el ala oeste, el área del despacho presidencial. El corazón me late con fuerza en las sienes, un tamborileo frenético que acompaña al retumbo constante del edificio. Trato de visualizar el plano, de hacer corresponder las vueltas y bifurcaciones del conducto con las líneas que vi en la pantalla. Es difícil concentrarse con el miedo y la culpa gritando en mi cabeza.

El conducto gira bruscamente a la derecha. Luego desciende ligeramente. El aire aquí cambia sutilmente. Se vuelve un poco más cálido, menos viciado. Y el olor… percibo un aroma diferente bajo el polvo y el óxido. ¿Café? ¿Madera pulida? Me detengo, conteniendo la respiración, aguzando el oído. Oigo voces. Apagadas, distantes, pero definitivamente voces humanas. Estoy cerca. Muy cerca.

Me deslizo unos metros más, extremando las precauciones, moviéndome con la lentitud de un caracol herido. Y entonces la veo. Una rejilla de ventilación más grande, a nivel del suelo del conducto, justo delante de mí. La luz que se filtra a través de ella es más brillante, más cálida. Me pego al metal frío, haciendo mi cuerpo lo más plano posible, y miro hacia abajo con el corazón en un puño.

La oficina. El objetivo. La guarida del lobo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.