El tercer día en Amberleigh amaneció con una llovizna ligera, el tipo de lluvia que parecía lavar los colores del paisaje, dejando un gris etéreo en el cielo. Lady Eleanor, desde la ventana de su habitación, contemplaba cómo las gotas de agua se deslizaban por los cristales. Algo en el aire le daba la sensación de que el día traería cambios, aunque no sabía exactamente cómo o por qué.
**Un Encuentro en la Biblioteca**
Decidió que el mejor lugar para pasar una mañana lluviosa era la biblioteca. Al entrar, sintió el familiar aroma de los libros antiguos, el cuero envejecido de las encuadernaciones, y la madera cálida de las estanterías talladas a mano. Había algo reconfortante en aquel espacio, como si fuera un refugio contra el mundo.
Mientras exploraba los estantes, sus dedos rozaron un volumen encuadernado en verde oscuro. Cuando lo retiró, se dio cuenta de que alguien más estaba en la habitación: **Lord Nicholas Ravenscroft** estaba sentado junto a la chimenea, con un libro abierto en sus manos y una mirada absorta.
—Parece que compartimos el gusto por los días tranquilos, Lady Eleanor —dijo, levantando la vista cuando notó su presencia.
Eleanor sonrió tímidamente, acomodándose el chal sobre los hombros.
—La lluvia siempre me ha parecido una buena excusa para leer. Aunque me temo que las historias en los libros suelen ser más emocionantes que la vida real.
Nicholas dejó escapar una risa baja, una risa que parecía poco común en él, como si la hubiera olvidado con los años.
—Tal vez sea cierto, pero algunas historias verdaderas son más impactantes que cualquier ficción. Si los muros de Amberleigh pudieran hablar, estoy seguro de que tendrían muchas cosas que contar.
Eleanor tomó asiento en una butaca frente a la chimenea, intrigada por sus palabras.
—¿Por qué lo dice, milord? ¿Hay historias que debería saber?
Nicholas cerró su libro con un movimiento lento, como si estuviera considerando qué decir.
—Amberleigh ha visto mucha vida... y mucha pérdida. Mi familia siempre ha llevado consigo una sombra que, a veces, parece casi imposible de disipar. Pero temo que no sea una historia que pueda contarse en una sola tarde.
Eleanor, aunque deseaba preguntar más, respetó su reticencia. Sin embargo, sintió que en ese momento se había creado un lazo sutil entre ellos, un entendimiento que no necesitaba palabras.
**Un Mapa Olvidado**
Mientras Nicholas volvió a su lectura, Eleanor se levantó para explorar los estantes más altos. Fue entonces cuando vio un rollo de pergamino olvidado detrás de unos libros. Al desenrollarlo, descubrió que era un mapa antiguo, con los terrenos de Amberleigh cuidadosamente trazados.
Pero lo que llamó su atención fue una marca en un rincón del mapa, un lugar etiquetado como "El Pabellón del Ruiseñor". Eleanor frunció el ceño. No recordaba haber visto ninguna estructura así en los jardines.
—¿Puedo preguntarle algo, milord? —dijo, sosteniendo el mapa.
Nicholas se levantó, cruzando la habitación para verla.
—¿Dónde está esto? —preguntó ella, señalando la marca.
Nicholas miró el mapa y su expresión cambió, endureciéndose ligeramente.
—El Pabellón del Ruiseñor... Hace años que no oigo hablar de él. Era un lugar especial para mis padres, aunque no puedo decir que haya estado allí recientemente. Está en un rincón del jardín que rara vez visitamos.
Eleanor notó su incomodidad, pero antes de que pudiera preguntar más, Nicholas guardó el mapa con cuidado en un estante alto.
—Tal vez algún día lo descubra por sí misma, Lady Eleanor. Pero por ahora, creo que el misterio es parte de su encanto —dijo, con una leve sonrisa antes de salir de la habitación.
Eleanor se quedó de pie, con la sensación de que Nicholas sabía más de lo que estaba dispuesto a compartir. Y mientras miraba por la ventana cómo la lluvia comenzaba a ceder, decidió que algún día encontraría aquel pabellón y los secretos que guardaba.