Capítulo XIII
Anochecer
Se sentía rebosante de alegría, colmada de buenas energías y paz, en un principio, cuando se descongeló, Elsa había temido lo peor, todo era tan diferente a lo que recordaba que su imaginación la habia llevado por caminos oscuros y lúgubres, pero al final había salido mejor de lo previsto, su hermana seguia viva y poseedora de un prospero reino, con una hermosa familia y buenos amigos; el bosque encantando, a pesar de la niebla, no habia sucumbido ante el pánico, al igual que la última vez, la tribu del sol habia sabido emerger entre la incertidumbre; los espíritus elementales seguía existiendo, ninguno había desaparecido en la ausencia de la guardiana; y Elsa se había vuelto a reencontrar con los guardianes de las infancias, dispuesta a tomar el peso de sus responsabilidades y deberes, todo seguia su flujo, aún así la platinada sentía que algo más le faltaba, sentia el sabor amargo en su boca y las ansias de que Jack estuviese ahí, aunque fuera junto a los demás.
Elsa lo extrañaba inmensamente, a un más de lo que ya lo había hecho antes, como si también sintiera los años de distancia entre ambos, la presencia de Thoothiana y Conejo solo le recordaban a la platinada que Jack no estaba, y que esta no había podido decirle más que un hola, la reina de las nieves realmente esperaba que él los acompañara, aunque no fue asi al final, una completa decepción que Elsa no quiso dejar notar.
- Aquí nos separamos - les dijo la guardiana una vez llegaron a la costa - gracias otra vez por acompañarme
- No te preocupes, eres parte de nosotros, estamos para eso - la tranquilizó hada con una suave sonrisa
- Iré con Norte, le diré que todo salió bien - le aseguró Conejo, Elsa asintió de acuerdo
- Te lo agradezco
- ¿No temes ir sola hasta allá? - preguntó con un gesto de cabeza hacia el horizonte, Elsa volteo a mirar hasta más allá de donde el sol se escondía, luego le devolvió la mirada a conejo
- No hay otro sitio en el que esté más segura - confesó con calma
Elsa se despidió con un gesto de mano de ambos, alejándose de los guardianes y acercándose al mar, sus pies descalzos sintieron el frío del océano oscuro, sus dedos se escondieron entre la arena, sobre sintiendo cada sensación que su cuerpo le daba, inspiró con tranquilidad mientras sentía como Nokk se materializaba en frente de sus narices, tocó la superficie líquida del espíritu transformandola en cristal helado, luego se montó en él lista para volver a su hogar.
Hada veía alejarse a la quinta espiritu sobre el iracundo mar, lo cruzaba como si fuera invisible ante las fuerzas de su poder, distanciándose hacia el horizonte, un sentimiento de desazón volvió a asaltar a Thoot, apretó sus puños con fuerza, intentando olvidar las ansias que se apoderaban de ella, tratando de comprimir su ira. Elsa no tenía la culpa.
- ¿Qué harás? - la voz de Conejo trajo de vuelta a la hada, quien volteo para mirarlo confundida
- ¿Qué? - preguntó, Aster rodó los ojos
- ¿Que qué haras? - preguntó de nuevo - No piensas quedarte ahí todo el día ¿0 si?
Hada no respondió, guardó silencio en su lugar, era ridículo, pero pensaba hacer justamente lo el guardian de la esperanza sugirió, Thoothiana no quería moverse de aquel lugar, angustiada por ver alguna señal del guardian de la diversión en busca de la reina de las nieves, porque desde que esta había llegado significó para hada una serie de problemas y dolores, cada segundo era una agonía más.
- Vamos, Thoot, no tenemos todo el día - le apuró
- Ve tu, yo iré luego
- Si, claro - negó Conejo acercándose a esta y agarrando una de sus muñecas - no seas terca - murmuró zapateando en la arena con su pata
Bajo sus pies un tunel se abrió tragándose a ambos en un instante, hada soltó un jadeó que desapareció tan rápido como su dueña, tras ellos una pequeña flor violeta salió de entre los granos de arena.
Elsa disfrutaba el galopeo de Nokk por el mar, si bien la quinta espiritu sentía que tan solo había pasado un instante entre su congelamiento y la actualidad, al ser conciente del tiempo transcurrido Elsa trataba de valorar lo que tenía al alcance de sus manos, que Nokk continuara en su forma original y existiendo ya era una bendición, según la guardiana. La brisa del océano golpeaba su rostro, humedeciendo las hebras de sus dorados cabellos, el frío se colaba entre sus ropas, mas a Elsa no le molestaba, no podia lastimarle, por el contrario, era un recordatorio de que era real, una señal de que había vuelto.
Elsa llegó hasta el Ahtohallan en lo que le pareció tan solo un instante, descendió de Nokk acariciando su lomo con suavidad, despidiéndose momentáneamente del espíritu en un silencio confidencial, luego giró sobre sus talones dispuesta a aventurarse en el hogar que no había recorrido por años, a pesar de haber pasado en su interior todo ese tiempo.
Aventurarse en el Ahtohallan era una sensación indescriptible, para Elsa no existía otro sitio seguro, iba mucho más allá de su comprensión, la calidez del glaciar y su protección significaban para Elsa más de lo que podía imaginar. La guardiana llegó hasta la camara principal, todo parecía seguir tal cual recordaba, mas al fondo de la estancia, llegando a la grieta, una pequeña montaña de papeles llamaron la atención de la platinada, estaban ordenados en el suelo frío, amontonados en pequeños montones unos al lado del otro. Elsa se acercó con parsimonia hasta el irregular portal, se agachó con suavidad permaneciendo incada al lado de las cartas, eran cientos de ellas, se remontaban hasta años atrás, cuando la reina de las nieves había sacrificado su libertad y existencia por la de los demás.
Eran cartas de su hermana
Los gruesos y amarillentos papeles contenían miles de palabras de anhelo y amor, Anna plasmó sus más sinceros sentimientos en aquellas páginas, Elsa leyó rápidamente una tras otra, desde la primera semana en que se congeló, donde su hermana lloraba su perdida, pasando por el nacimiento de su sobrina, los sentimientos de Hiccup, las celebraciones de febrero en el nombre de la guardiana, navidades, cumpleaños, el embarazo de Rapunzel, la compañía de los guardianes, el temor por madre naturaleza, hasta llegar a la última, donde Anna recordaba como eran las noches de viernes de juegos familiares con su hermana. Una recolección de los momentos que Elsa había permitido con su sacrificio, así les decía su hermana.