Capítulo XIX
Trampas
Mérida no podía adaptarse al trato que se le daba en aquel palacio, sus costumbres y personas eran diferente a la vida que acostumbraba a llevar, la delicadez y feminidad, el uso adecuado de las palabras e incluso su postura era un tema para aquel desconocido reino y su gente, y aunque la familia real la trataba como una más, o los hermanos de Hans la trataran como una dama, de todas formas merida se sentia desbordada, atrapada, la colorina no creía soportarlo más, y para endulzar aun más su situacion, su prometido habia empezado a manifestar un extraño comportamiento apenas habian atracado en puerto, desaparecía cada mañana y noche sin falta, tampoco era que Mérida anhelara su compañía, pero la presencia de este le infundaba algo mas de confianza, ni siquiera la compañia de Runa podia suprimir o aliviar la sensación que inundaba a la princesa, ella no pertenecia a ese lugar.
Mérida contaba las horas que pasaban como si fueran días, los días se habían transformado en largas semanas y el total en una eternidad, su consuelo era que cada segundo estaba más cerca de volver a su hogar, hogar que seguramente se veria afectado una vez la boda de concretara, un lío del cual no podía escapar, ya no podía, aunque lo deseara con todas sus fuerzas, y después de la declaración de Hiccup lo deseaba más que nunca.
Estaba arrepentida
Y la verdad era más profunda que un simple rechazo, Mérida en verdad lo amaba, estaba muy enamorada, tanto que le dolía esperar y escuchar como el otro hablaba de su esposa amada, el fantasma de una mujer perfecta e inalcanzable, una guerrera y una buena líder, el amor de toda una vida, mientras ella tan solo era la princesa de un clan, no se podía comparar, no esperaba que Hiccup en realidad si la miraba.
¿Qué era lo que veía?
Pero en ese momento no lo pensaba, no pensaba en nada, solo tenía ojos para Hiccup, y en sus pensamientos no existía otra cosa que él, hasta que recordó algo más.
No podía echarse para atrás
Porqué ahora Mérida ya no era una criatura, hace tiempo que ya no lo era, ella era una princesa y no podía evadir sus responsabilidades como años atrás, ahora sus tierras peligraban, sus padres no estaban en condiciones para protegerlas, la solucion era el matrimonio y aunque ella lo deseaba, ya no podia esperar más, ya no podia seguir comparandose con una persona que habia muerto, quizas, hace mucho tiempo atrás, por fin estaba comprometida, y aunque no amara a su prometido, si lo apreciaba, le agradaba y la hacia sentir segura.
Con Hans no tenía que esperar ser apreciada
- ¿No piensas comprar nada? - inquirió la rubia mientras terminaba de pagar, Mérida negó con un gesto de cabeza
- No me interesa realmente - murmuró mirando a los puestos de su alrededor, Runa se encogió de hombros
- Tus hermanos querían recuerdos - comentó cantarina
- Hace tiempo no eres su niñera, deja de consentirlos - se quejó, la rubia rió
- Son tan encantadores, ¿Cómo no lo ves? - le sonrió continuando con el camino
- Son asquerosos, pensé que la pubertad los haría madurar, pero solo pareció empeorar su estupidez - se quejó adelantándose a la otra
- Suenas como toda una hermana mayor - comentó burlesca
Mérida y Runa habían salido a recorrer el reino, cursaban el penúltimo día en aquellas tierras desconocidas y era la primera vez que salían sin compañía por ellas, lo que les permitía a ambas llevar el ritmo que les acomodaba. Habían iniciado temprano por la mañana, luego del desayuno, decididas a conocer el lugar por mano propia, de todas formas Hans había salido temprano y no contarían con su presencia por un buen tiempo según la reina.
- ¿Dónde quieres ir ahora? - inquirió la rubia mientras probaba un tentempié de la comida local
- A casa - murmuró agotada por la multitud mientras se abría paso por esta, Runa suspiró
- El muelle no queda lejos de este lugar - comentó
- Si, suena bien - aceptó tratando de salir del mercado, Runa la empujaba desde la espalda apurando el paso, haciendo chocar a Mérida con alguien más - ¡Runa! - se quejó en una exclamación para luego darle frente al hombre de espaldas anchas - Discúlpeme, no fue mi intención... - dijo apresuradamente antes de callar
- ¿Su alteza? - dijo con el semblante pálido, contrastando fuertemente con el tono rojizo de sus cortos cabellos
- ¿Burns? - preguntó la rubia asomándose tras la colorina - ¿Qué haces aquí? - le sonrió involuntariamente
Burns, como le decía Runa, era un hombre fornido, alto y marcado por la implacable vida, a Mérida le parecía aterrador, poco agraciado, pero su amiga decía que tras todo eso había un dulce hombre, de todas formas la princesa trataba de no hablar mucho con él, su presencia no le era de todo confiable.
- Trabajo - respondió, luego saludó rápidamente buscando escabullirce de las dos mujeres
- ¿Por qué tanta prisa? - lo detuvo la rubia - ¿No te alegras de verme? - el colorín la miró con suavidad antes de responder
- Es una gran coincidencia - respondió con una sonrisa - pero estoy en medio de mi trabajo - se excusó - podríamos vernos más rato - le sonrió nuevamente
- Vamos, Runa, déjalo trabajar - la tironeo Mérida llamando su atención
- ¿A qué hora terminas? - inquirió la rubia antes de seder ante la colorina
- Yo, en... - pero Burns nisiquiera pudo iniciar, a lo lejos lo llamaban por su nombre de pila, con tanta urgencia como la expresión que compuso el rostro de este
Y no era el único con una expresión extraña, tanto Mérida como Runa estaban confundidas, reconocer un tono de voz podía ser coincidencia, pero ambas miraban al decimotercer principe llamar al fornido hombre que estaba con ellas, una pregunta en común las invadió...