Capítulo XX
Malas noticias
- ¿Astrid? - murmuró sílaba por sílaba el viejo herrero con voz ausente, sus ojos estaban tan abiertos como su respiración era irregular - ¿Están seguros?
- Completamente - afirmó Brutacio sin poder mirarlo a los ojos, aún viviendo el momento de horas atrás - era ella
- ¿Y dónde está? ¿Cómo está ella? - preguntó mirando hacia atrás del cuarteto, pero solo los dragones estaban
- Solo la vimos por un momento - murmuró Patán igual de contrariado que los demás - desapareció entre la gente
Bocón guardó silencio considerando la información, durante más de cinco años la habían buscado por todos lados sin resultado, él mismo recordaba haber volado sobre las islas al sur de la región en varias ocasiones, más nunca vio rastros de la desaparecida vikinga, pero ahora sus antiguos alumnos, los amigos de la difunta líder, la habían visto en un simple viaje de reconocimiento, aún existía la posibilidad que no fuera real.
- ¿Están seguros? - repitió una vez más, Brutilda y Eret asintieron ante la unanime afirmación de los otros dos, que inmediatamente habían afirmados sus dichos previos. Bocón se recargó en un árbol mientras agarraba su frente, impactado por la posibilidad - Por los Dioses - susurró a duras penas
- Era Astrid - le aseguró Brutilda - estaba con alguien más... - comentaba recordando el fugaz vistazo, como si estuviera su antigua amiga frente de ella
- ¿Hiccup volvió? - inquirió el otro gemelo con apremio, Bocón negó lentamente
- Se fue esta mañana - reveló - fue por Mérida - recordó aumentando más su turbación - por Odin... - susurró
¿Cómo le dirían esto a su líder?
Mérida y Runa eran escoltadas por Hans hasta la nave que los llevaría de vuelta a las tierras de Dunbroch, el sol ya estaba en su punto maximo y el calor se hacía notar, su luz brillante cubría el reino y gente, iluminando la sonrisa que la colorina llevaba en su rostro desde aquella mañana, por fin volvería a casa.
Una vez que llegaron al puerto, Runa fue la primera en despedirse del principe, luego subió al barco regalandole una mirada a su amiga, quien la miraba con el pánico en los ojos, rogándole que se quedara.
- Enviame una carta apenas llegues a tu palacio, cielo - le susurró Hans al oído antes que esta subiera al barco
- Lo haré - le aseguró tomando distancia con disimulo
- Te extrañaré - le sonrió con calidez esperando una respuesta, pero la princesa solo le sonrió de vuelta antes de voltear
- Nos veremos en unos días - le recordó - hasta entonces - se despidió
- Hasta entonces - le correspondió
Hans se había excusado del viaje alegando deberes pendientes, Mérida, viendo su oportunidad de libertad, no quiso ahondar más sobre ello, la verdad era que aguantar unos últimos días con los soldados y marineros de esas tierras sonaba más atractivo que hacerlo junto a Hans, Mérida no creía aguantar siquiera unas horas más de cursilerías e incomodidad.
- Estás muy risueña - comentó Runa pasada unas horas de viajes, ambas estaban en una de las recamaras del navío
- No lo puedo evitar - canturreo mirando por la ventana - vamos a casa
- Ah, es solo por eso - musitó sugerente, Mérida volteo andarle un vistazo
- ¿Por qué más seria? - preguntó confundida
- ¿Por tu boda? - inquirió de manera obvia, pero la sola mención borró la sonrisa de Mérida - Oh, definitivamente no me esperaba eso - comentó acercándose al taburete empotrado de la ventana, donde la otra estaba sentada - ¿No te alegra?
Mérida suspiró, volvió su mirada hacia la ventana, tratando de prestar atención a la imagen a través del cristal, pero en su cabeza solo danzaban las palabras de Hiccup, su declaración y como desde entonces ya ni siquiera el futuro de su clan le interesaba, pero eso no podía ser así.
(...) no puedo seguir existiendo sabiendo que no sabes lo que me haces sentir... Mérida, yo te amo
- Él me ama - musitó como respuesta
- ¿Hans?
- Hiccup - corrigió
Runa ahogó una exclamación, lo sabía, sabía que algo había pasado entre ellos dos desde aquella noche antes del viaje, lo había supuesto apenas vio al furia nocturna alejarse del castillo, mas nunca esperó que fuera aquello.
- ¿Te ama? - preguntó
- Me lo dijo - le confío en voz baja, abrazando sus piernas contra su pecho - la noche antes de zarpar
- Cancela la boda - le dijo con seguridad, Mérida abrió los ojos contrariada, luego negó
- No puedo, ya está hecho
- Estará hecho cuando digas acepto, aún hay tiempo
- Runa, soy una princesa, tengo responsabilidades - soltó en un quejido, soportando el quiebre que quería asomarse en su voz - no puedo fallarles a mis padres
- Tus padres están bien, estaran bien, Mer, tu lo amas a él y él te ama a ti, ¿Que más necesitas? - le dijo agarrando sus manos, tratando de romper la postura rígida y vulnerable de su amiga - podrías ser feliz y podrías cumplir con tu deber
- Runa, no seas ingenua, no puedo desarmar un compromiso sólido y beneficioso solo porque siento algo por alguien más, tengo responsabilidades y todo un pueblo que depende de mi ¡Es egoísta!
- Pero el te ama y tú lo amas - repitió anhelante de que su única amiga consiguiera su felicidad
- No es suficiente... Con Hans tengo un futuro asegurado para mí gente
- Suenas igual a tu madre - murmuró agotada
- Si, puede ser que en esta ocasión ella tenga razón - masculló zanjando el tema
El portal se abrió una vez más, tan grande y brillante como de costumbre, sus colores vibrantes se camuflaban con el cielo y el mar, uniendo sus tonos en un remolino tornasol del cual salió el elegante barco del reino de Arendelle, el grupo había llegado antes decididos a hacer lo posible para advertir a la ingenua princesa, dispuestos a desarmar aquel mal habido compromiso, pero una vez atracaron en puerto es que notaron el caos, los guerreros del clan custodiaban las entradas y limites a las tierras y la gente del pueblo permanecía oculta en sus casas, y a pesar de que los recién llegados eran aliados y reyes de tierras vecinas, entrar hasta el castillo habia sido tan dificil como llegar a un reino desconocido.